Los Pilares Elegidos: Pedro y Pablo
Cuando era una niña, mis padres periódicamente recibían en el negocio familiar cajas de cartón llenas de provisiones. Cuando las cajas se desocupaban, yo disfrutaba mucho construyendo con ellas “mansiones”. A medida que fui creciendo, aprendí que no podemos construir nada sólido utilizando esos materiales tan frágiles…, pero esto no es así para Dios.
Es por eso que me gusta imaginar a la Iglesia como un hogar espiritual, orgánico, bello y espacioso, construido precisamente con este material frágil que por sí mismo no produce nada estable, pero en las manos del Divino Maestro Arquitecto se convierte en una magnífica estructura de origen sobrenatural: el Cuerpo de Cristo.
Mientras celebramos la fiesta de San Pedro y San Pablo, veo a estos dos hombres como ese material frágil del cual surgió la Iglesia y fue llevado a los confines de la tierra. Uno era un simple pescador que cobardemente negó a Jesús tres veces. El otro fue un arrogante y peligroso Fariseo que persiguió a la Iglesia. Los dos eran pecadores frágiles en necesidad de
arrepentimiento y aparentemente un material inadecuado para comprometerse con ese mundo cambiante, pero eso es exactamente lo que el Señor necesitaba para revelarnos quién es y cuánto nos ama.
Después de la Ascensión de Jesús, los discípulos, llenos de alegría, pero temerosos, regresaron a Jerusalén, y permanecieron encerrados junto con María y otros creyentes en El Cenáculo, rezando y esperando por el Espíritu Santo prometido. No saldrían de esa habitación siendo los mismos. De hecho, debido al Espíritu Santo, los Discípulos salieron fuertes y decididos. Ese mismo día, Pedro pronunció su primer discurso con tanta convicción que alrededor de 3000 personas que lo escucharon sintieron tocado su corazón y se convirtieron, dando lugar al nacimiento de la Iglesia (Hechos 2). Por eso las palabras de Jesús: ” Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18) resuenan entre nosotros y nos aseguran el primado de Pedro entre los Apóstoles como “pilar” de la Iglesia, la cual Jesús siempre sostendrá.
En Pentecostés Jesús comenzó a construir su Iglesia y continuó creciendo. Pronto, sin embargo, comenzaron las pruebas, sufrimientos y persecuciones. Aunque el Señor tenía el control. De hecho, fue mientras se perseguían a los primeros cristianos que fue elegido el segundo pilar de la Iglesia. Tendría que sufrir mucho por el Señor, pero traería el Cristianismo al resto del mundo.
Todos sabemos lo que le sucedió a Saúl en el camino de Damasco, cómo fue su encuentro con Jesús Resucitado. Ciego y temeroso, derribado en el camino, Saúl, quien luego se convirtió en Pablo, experimentó una conversión asombrosa. Igual que Pedro, Pablo pasó por su propio encierro y tuvo que recuperar su fuerza después de experimentar su amarga debilidad e incapacidad. Así surgió Pablo como el Apóstol del Señor más ardiente e intrépido.
Por sus acciones heroicas, Pedro y Pablo fueron capaces de transmitirnos el paradigma fundamental que tiene el poder de salvar al mundo: El Evangelio. Nosotros debemos continuar llevándolo a la gente de nuestro tiempo en medio de nuestras propias dificultades.
El año pasado, una Capilla, que no tenía posibilidad alguna de convertirse en realidad, fue construida en una zona marginal y olvidada de un país pobre, donde la Iglesia fue y continúa siendo perseguida. La manera como se llevó a cabo el proyecto me asombró. El Señor escogió a una pequeña niña que estaba sufriendo para tocar a las personas tan profundamente, que se creó una Fundación para llevar la fe católica a los lugares pobres del mundo a través de la construcción de Iglesias. Solo Dios pudo haber traído ese proyecto a la Fundación en el momento correcto y de la manera más inesperada. Imagino a la pequeña Christina entre San Pedro y San Pablo , sonriendo y compartiendo con ellos su deseo de querer construir la fe y construir iglesias, sabiendo muy bien que las mansiones realmente sí se pueden construir a partir de “cajas de cartón”solo si confiamos en Jesús.
Por eso oro hoy, para que a través de la intercesión de San Pedro y San Pablo, recuperemos nuestras fuerzas después de todos los acontecimientos que pasan en el mundo, y con confianza nos coloquemos en las manos de Dios, para que podamos continuar construyendo la fe con el poder del Espíritu Santo y con la misma humildad, dedicación y entusiasmo de nuestros antepasados. Espero que podamos afrontar con valentía nuestras propias incertidumbres, pruebas y sufrimientos como lo hicieron Pedro, Pablo y nuestra pequeña Christina, con nuestros ojos fijos en Jesucristo, la esperanza de nuestra salvación
Sister Marta was born and raised in Managua, Nicaragua. Early in life she experienced an earthquake which claimed thousands of lives and destroyed her hometown. Later, political unrest, Communism, and persecution, especially of young people, caused her to migrate alone to the USA where she met new challenges. After a family tragedy and deeply affected by these adversities, Sister Marta began an inner search for answers to the mystery of life, suffering, truth, and the deepest yearnings of the human heart. She found the answer in Christ. By Divine Providence she met (and joined) the Secular Franciscans in Fresno, California, in 1994, and later, the Sister Disciples of the Divine Master where she discovered, with joy, an undeserved call to the consecrated life. Although a late vocation, she was admitted to the Congregation in 2000. Today, Sister Marta serves the Lord and His Church through her ministry at the Archdiocese of Boston.