Somos ciudadanos del Cielo

MariaCristina was born in Santa Marta, Colombia on the day of Our Lady of the Miraculous Medal. Because of this gift from Heaven, she took a deep love for the Blessed Virgin Mary and, together with her husband and children, she has consecrated her life to Mary. She knows that Our Lady is truly her mom who helps her in all aspects of her life.
At the age of 32, Maria Cristina was diagnosed with breast cancer and began to live a stage in her life full of physical suffering, but also a life filled with grace and blessings. It was then, in those moments of loneliness and isolation, that she was able to experience God’s Love and hear His Voice deep within her heart. Fortunately, the miracle of healing occurred and since then Maria Cristina has dedicated herself to serving the Lord. She knows that nothing comes from herself, but that everything is the product of Divine Grace.
Aunque es un tema que a pocos les gusta tratar, la muerte es una realidad inminente. Cuando una persona muere, los seres queridos envían mensajes, imprimen tarjetas o escriben el epitafio en el que expresan lo que significó para ellos, algunas de sus cualidades o de las obras que hizo en su paso por este mundo. Ahora bien, supongamos que llega el día de tu muerte y ese texto no lo escribirán tus seres queridos sino lo enviarán expresamente los ángeles desde el Cielo… ¿Qué crees que se leería en tu caso? ¿qué diría esa tarjeta si fueses tú del que hablaran?
El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que al morir cada persona recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular por Cristo, juez de vivos y muertos (Cf CIC 1051), lo que nos permite entender que la vida del mundo futuro la determina la forma en que vivimos esta vida y el uso que le damos a los talentos que hemos recibido. Para quienes no creen esto, la vida se pasa como si fuese un corto período de tiempo que empieza el día que nacen y termina con la muerte y, siendo así, piensan que esta vida es todo lo que hay y por eso tendrían que “aprovecharla al máximo”, sin privarse de nada en lo absoluto.
¿Eres consciente que cada decisión que tomas diariamente está determinando cómo será tu futuro?, ¿has pensado que lo que haces en esta vida tiene una trascendencia eterna? Porque vas a vivir una sola vez en esta tierra, no es cierto que vuelvas a nacer en otro cuerpo. Y cuando nuestra vida aquí termine, ya no podremos rogar a Dios; tampoco podremos ser buen ejemplo para otros, no podremos abrazar a quienes amamos, ni perdonar o pedir perdón, ya no habrá tiempo para obras de misericordia de ningún tipo, ni de evangelizar…El día en que mueras el libro de tu vida ya no podrá ser modificado.
Es cierto, Dios nos ha amado hasta el extremo de entregar a Su Hijo por nosotros, y en ese mismo amor, nos ha creado libres para aceptar o no, ser salvados por Él. Jesús es Camino verdadero para llegar al Padre y la forma de vivir nuestra relación con Cristo determinará dónde será nuestra casa en la eternidad. No podemos olvidar que ha venido para darnos vida en abundancia.
¿Sabes cuántos días te quedan en esta tierra? ¿Un día, un mes, un año o diez años?,Nadie sabe. Dedícate a centrar la atención en lo que es importante en el Cielo y no pierdas el tiempo invirtiendo tu vida y tus recursos en esfuerzos que no contarán para la eternidad, porque dicho está que “nosotros somos ciudadanos del Cielo” (Fil 3,20)
Al ser ciudadanos del Cielo, ¿por qué nos apegamos tanto a las cosas de este mundo en el que apenas estamos de paso? Construyamos en esta vida sobre la base que, como dice San Pablo, es Cristo Jesús, para que tenga valor lo que hacemos y sean obras que perduren hasta la eternidad. Seamos buenos administradores de los dones que Dios nos ha dado y no nos desanimemos cuando tengamos que renunciar a algo que nos presente el mundo como maravilloso, si sabemos que en el fondo, nos alejará de la presencia de Dios eternamente. Más bien, repitamos con fe “no me fijo en lo que se ve, sino en lo que no se ve, porque las cosas visibles duran un momento, pero las invisibles son para siempre” (Cf 2Co 4,18), pues, ¿de que me sirve ganar el mundo entero si arruino mi vida?” (Cf Mc 8,36)