El Amor
“Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (Lucas 23:34)
Ayer fue el cumpleaños de mi preciosa hija Cristy, quien partió al cielo hace 3 años. Cada vez que pienso en ella me invade un mar de nostalgia, pero también pulula en mi alma una misteriosa alegría. Se llena mi corazón de una inmensa gratitud hacia Dios, por haberme dado el privilegio de haber sido su padre, y haber podido disfrutar de sus risas y picardías, de su increíble gracia, su fortaleza, su inteligencia y su fe. Aprendí muchísimo de ella, porque su fe reflejaba su amor inefable por Dios, por los seres humanos, y por toda la Creación. Era para mí un verdadero ángel en la tierra, una guerrera de Dios. Llevo su amor siempre dentro de mí, como una fuerza indescriptible que destruye el temor y acrecienta mi propia fe.
La muerte de Cristina selló mi conversión, y a través de esa prueba de sufrimiento enorme, aprendí que Dios es amor infinito. Vi siempre reflejado en los ojos titilantes de mi esposa Mónica, y de mis hijos Daniel y David, el sacrificio diario por el bienestar de Cristy. Entendí entonces, a través de esta prueba de fuego, la magnitud del amor de Jesús. El nos enseñó la magnificencia del amor más grande de todos: el amor sacrificial. Jesús soportó la flagelación y la corona de espinas, y cargó su cruz con dignidad, sólo por salvarnos. Nos amaba tanto, que para su espíritu puro, no había otra opción que salvarnos, a pesar de haber sido sus agresores.
Por un amor verdadero, adquirimos y ejercitamos las virtudes de la nobleza, la prudencia, la humildad, la entrega, la caridad y la paciencia, y el compromiso para perdonar. También por amor, tomamos partido hacia el lado de la bondad, en esta batalla constante y colosal entre el bien y el mal, en que vivimos. Con amor, derramamos lágrimas de emoción al renovar los votos matrimoniales. Con amor, derramamos lágrimas de alegría con cada triunfo de nuestros hijos. Con amor, derramamos lágrimas de gratitud al contemplar un bello atardecer.
Inclusive en la soledad, ejercito mi capacidad de amar con un corazón lleno de gratitud. Doy gracias por el poder del silencio que otorga Dios; ese silencio abre un espacio para que mis pensamientos fluyan al escribir. También doy gracias a Dios al contemplar mis manos, curtidas por los años, pero cada vez más comprometidas y dispuestas a poner en acción mi creciente fe.
“Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.”(Santiago 2:17)
Contemplo las fotografías de mis seres queridos, suspiro, y concluyo que mi familia y amigos, tan innumerables y especiales, son la verdadera riqueza que Dios me ha prodigado. Los poseo y resguardo en mi corazón como una piedra preciosa de un valor incalculable. Cuando sufre o muere un ser querido, siento aprisionado el corazón, pero se energiza y libera mi alma para ser más servil y humilde, más dispuesta a arriesgarlo todo, a entregarlo todo, todo eso que tengo de indisoluble y noble, de sencillo y compasivo.
No importa que nos haya faltado precisión en las palabras en cualquier altercado de ayer, que nos hubiéramos enojado con el amigo y nos hubieran delatado los gestos de inconformidad. Esto no importa porque los ojos sublimes de Dios penetran hasta las más infinitésimas partículas de nuestros corazones, escudriñando nuestras reales intenciones. El lenguaje del Espíritu Santo es el amor misericordioso, esparcido por Dios por todo el universo. Es un amor lleno de sacrificio, perdón y paz. Ejercitemos el amor al prójimo, el lenguaje de Dios, para asegurar el paso a la vida eterna.
“El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. (Corintios 13: 4-7)
Fernando Dangond, MD, was born in Colombia, South America. He and his wife, Monica, live in Weston, MA, and have been blessed with two sons Daniel and David and a beautiful daughter, Christina (the inspiration behind Build the Faith) who left to be with the Lord 6 years ago.
Dr. Dangond, is a neurologist and scientist who works for a pharmaceutical company developing medicines to treat devastating neurological diseases.