Dios te ama más
“No existe nada que tú puedas hacer que haga que Dios deje de amarte”. Esas palabras las escuché en un grupo de oración al cual asistí hace casi 10 años. Aunque en este momento parecen obvias, la primera vez que escuché esas palabras me parecieron que estaban muy lejos de ser verdad.
Ustedes se preguntarán, ¿porqué las tengo tan presentes en mi mente? Bueno, el proceso de adopción de mi hija está por finalizar. La emoción y la ansiedad por la finalización del proceso, le están causando a ella nuevos retos. La otra noche, mi hija asistió aquí en el pueblo donde vivimos, a un evento de solo niños. A pesar que ella no asiste al colegio en persona, y está a mi lado la mayor parte del día, yo trato de brindarle oportunidades como a cualquier otro niño para que pueda divertirse de acuerdo a su edad. En este evento particularmente me sentí confiada que seguirían las medidas de seguridad y el distanciamiento social.
Cuando mi hija regresó esa noche a casa, yo sentí que ella no estaba bien. También me dí cuenta que estaba luchando por tratar de seguir su rutina para acostarse. Cuando fuí a su cuarto a ver que pasaba, la conseguí sentada en el taburete al lado de su cama. Tan pronto me vió, se me acercó y me preguntó, “¿mis padres biológicos no me supieron cuidar o yo hice algo malo y por eso yo necesitaba que me adoptaran?”. Rápidamente le aseguré que no había nada malo en ella que haya ocasionado su adopción. Cuando le pregunté de donde venía ese pensamiento, ella respondió: “una niña en el evento me preguntó por qué yo estaba siendo adoptada, y porqué no estaba con mis padres biológicos”.
Mi hija pensó que sus padres biológicos la habían dado en adopción y no la querían más, porque hacía todo mal y nunca nada estaba bien. Le dije que no existía una sola persona en el planeta que no cometiera errores. Luego le pregunté si ella dejaría de quererme debido a los errores que yo cometo. Mi hija me contestó, que la única persona que me quiere más que ella es Dios porque “El siempre ama más que todos”. A lo que yo le respondí: “El te ama más que nadie”; y nos fundimos en un abrazo.
Esa noche le dije a mi hija que a pesar de no saber todos los detalles de lo qué pasó con sus padres biológicos, de lo que sí estoy segura, sin duda alguna, es que si pudiera escoger entre todas las niñas del mundo, yo la escogería a ella para que fuera mi hija todas las veces que fueran necesarias. También le dije que está bien el desear que las cosas hubieran sido diferentes y que ella no hubiera necesitado ser adoptada. Con bendiciones, algunos abrazos y besos, y nuestro acostumbrado “te quiero”, ella se metió en la cama; pero yo sé que esta no será la última vez que tengamos esta conversación.
Deseo que mi hija no hubiera sufrido las pérdidas tan grandes que ha experimentado en su corta vida. Deseo que fuera una niña de 8 años sin ninguna preocupación, navegando por este mundo que vivimos, sin necesidad de preguntarse si alguien más la va a abandonar por hacer las cosas mal. Es entonces cuando se me vienen a la mente esas palabras que escuché hace 10 años “No existe nada que tú puedas hacer que haga que Dios deje de amarte”. Rezo para que esas palabras se le graben en lo más profundo de su corazón, que nada de lo que le pueda pasar en este mundo a ella las pueda borrar, que siempre las recuerde como verdaderas. También deseo que esas palabras se graben en lo más profundo de los corazones de todos ustedes.