Estar en Unidad
En días pasados estuve caminando por la playa mientras oraba, de repente, me detuve en un lugar a la orilla del mar en el que había varias rocas y noté que en medio de algunas de ellas se hacía una piscina muy pequeña de agua de mar, pero suficiente para que allí nadaran un grupo de peces pequeños, calculo que eran unos 40 pequeños, alargaditos y plateados, todos de una misma especie. Los miré con atención y noté que todos nadaban en un mismo sentido, pero resulta que las olas golpeaban por varios “frentes” y entraban con fuerza a ese lugar en el que ellos estaban, y al hacerlo, la corriente los arrastraba y parecía dispersarlos. A pesar de esto, una y otra vez, este pequeño cardumen lograba reunirse en el mismo lugar y seguir nadando en el mismo sentido. Era evidente que había uno que los guiaba para que no se perdieran ni se dejaran llevar por la corriente. Esto sucedió muchas veces, pensé “increíble, parece que no se cansan de luchar”, al contrario, me daba la impresión que estaban convencidos que ahí debían estar y que, pasara lo que pasara, debían permanecer juntos nadando en la misma dirección.
Cada vez que el Señor me da el don de contemplar su creación en una atmósfera de oración, llegué a comprender que el banco de peces que tenía ante mí estaba unificado. Como hija de Dios y parte de la Iglesia peregrina de El en esta tierra, entiendo la importancia de la unidad; recordé que Jesús no quiere que tengamos ninguna acción fuera de la Iglesia ni en contra de ella, pues es ella en su unidad y magisterio la que garantiza el plan de Dios, al punto que sería mejor equivocarnos en ella que pretender acertar fuera de ella. Vi que al cardumen lo guiaba un pez y todos lo seguían para mantener el orden y mantenerse con vida, y entendí que así mismo a nosotros, pueblo de Dios, nos guían el Papa y los Obispos, que, aunque todos somos humanos, tienen la garantía de la sangre de Jesucristo y el sello del Espíritu Santo y si como hombres se equivocan, aciertan en lo de Dios porque es El quien los asiste.
Como el banco de peces, Dios ha puesto todo en orden. El caos no es de Dios, y ese “pez líder” que yo no pude identificar, pero los otros peces sí, los guiaba para que pudieran mantenerse en orden y no dejarse arrastrar por la corriente. Seguí caminando y supuse que era voluntad, o instinto de cada pez seguir a este líder, pero entonces me pregunté, ¿qué pasa si uno de ellos no sigue a su líder? En ese momento una ola trajo a mis pies uno de esos peces muerto, movido por el vaivén de las olas, ya lejos del cardumen. Debo reconocer que me impactó bastante esta escena, pues luego de verlos a todos luchar, esforzarse, seguir a quien los guiaba y sostenerse en el lugar que era bueno para ellos, uno de ellos, por una razón que desconozco, se apartó y pereció.
Aunque para el pez era la muerte del cuerpo, para nosotros los humanos, pienso en la muerte del alma. Si nos alejamos de aquel que es el camino, de aquel que es la verdadera luz, nuestra alma corre peligro de perderse, y por eso Jesús, que es el camino, ha querido que vivamos en unidad con la Santa Madre Iglesia. Mis hermanos, las divisiones, claramente no son de Dios, son del enemigo, porque Dios es unidad y es vida. No nos dejemos confundir, no quitemos la mirada de Jesús, y al mirarlo, contemplemos la grandeza que significa vivir en comunión con el Santo Papa, que, como sucesor de Pedro, es signo de unidad.
MariaCristina was born in Santa Marta, Colombia on the day of Our Lady of the Miraculous Medal. Because of this gift from Heaven, she took a deep love for the Blessed Virgin Mary and, together with her husband and children, she has consecrated her life to Mary. She knows that Our Lady is truly her mom who helps her in all aspects of her life.
At the age of 32, Maria Cristina was diagnosed with breast cancer and began to live a stage in her life full of physical suffering, but also a life filled with grace and blessings. It was then, in those moments of loneliness and isolation, that she was able to experience God’s Love and hear His Voice deep within her heart. Fortunately, the miracle of healing occurred and since then Maria Cristina has dedicated herself to serving the Lord. She knows that nothing comes from herself, but that everything is the product of Divine Grace.