MI PESEBRE
Contemplando el pesebre en la sala de mi casa, encuentro tanta bondad, tanta ternura y tanto amor…tanto que no quiero que termine el año sin escribir lo que mi corazón siente en esta Navidad.
Miro a la Madre, mi Madre, con su mirada dulce y apacible, contemplando a su hijo pequeñito, seguro anonadada ante la presencia del mismo Dios, que ha nacido de su purísimo vientre, repitiendo para sí misma “el poderoso ha hecho obras grandes por mí, Su Nombre es Santo” (Lucas 1:49). Ella mira a su esposo, igualmente extasiado, quizás angustiado por no poder brindarles un sitio digno del Mesías y su Madre, y con su mirada le agradece que los cuide, y le transmite su paz.
El “sí” de esta Madre buena, me ha traído la salvación, yo le doy gracias porque ha permitido que la Voluntad de Dios se haga y ahora, en este preciso lugar, mi sí acepta al Salvador. Le doy gracias por su sacrificio, su entrega, su amor; y tomando consciencia de mi debilidad, le suplico que me perdone porque por mis pecados su bebe hermoso y puro, fue clavado en una cruz cambiando su rostro alegre en amargura y dolor. Quiero imitar a María, y que en mí se haga siempre la Voluntad de Dios. ¡Bendita sea nuestra Madre, la Inmaculada Concepción y siempre Virgen, María Santísima!
Miro a José, a quien solo recordaba cada vez que armaba el pesebre, hasta que nuestro Papa Francisco, dejándose guiar por el Espíritu Santo, decidió proponernos a todos los católicos del mundo, conocerlo más durante este año que termina. Cuántas cosas hermosas conocí de este gran santo, y cuánto amor y agradecimiento hay ahora en mi corazón hacia él. Le he conocido tierno y débil y ahora entiendo que es a través de nuestra debilidad que la mayoría de los designios de Dios se realizan. Me ha enseñado que Dios siempre está y, no importa la adversidad, me dará el valor para salir adelante; que no tengo que entender todo, pero sí confiar, a pesar de todo, en el poder del Señor. Lo miro y su vida me hace repetir “no tengo miedo”
¡Bendito sea san José, Varón prudente, justo y obediente!
Miro al Niño Jesús, tan frágil, tan pequeñito; todo un Dios viene en forma de Niño porque si se presenta tal y como es, ninguna creatura soportaría tal Omnipotencia. Siendo el Rey, llega envuelto en pañales, en la mayor pobreza, seguro para que sea yo quien le reciba, le arrope y le vista. Llega recordándome que su reino no es de este mundo y que es precisamente a ese reino al que yo debo pertenecer desde ahora y para siempre. Creo que debe tener frio, y entonces le pido que me permita calentarlo con este fuego de amor que Él mismo ha encendido en mi corazón; quiero que venga, que entre y que se quede conmigo y en mí. Y como sé que no es su deseo pasar de largo, me apresuro a prepararle una posada en la que Él pueda recostar su sacratísimo cuerpecito. Quiero que todo esté limpio para su llegada, quiero que mi corazón sea un pesebre que no tenga rencores, resentimientos, odios, envidias ni alguna otra cosa que no le pertenezca. Quiero salir a su encuentro porque sé que su fin último soy yo y no lo dejaré esperando.
Ya llego la Navidad! que no es otra cosa que el encuentro de la creatura con su Creador, es decir, mi encuentro con mi amadísimo Jesús. ¡Aquí estoy, te he esperado, que alegria ha sido encontrame contigo!
MariaCristina was born in Santa Marta, Colombia on the day of Our Lady of the Miraculous Medal. Because of this gift from Heaven, she took a deep love for the Blessed Virgin Mary and, together with her husband and children, she has consecrated her life to Mary. She knows that Our Lady is truly her mom who helps her in all aspects of her life.
At the age of 32, Maria Cristina was diagnosed with breast cancer and began to live a stage in her life full of physical suffering, but also a life filled with grace and blessings. It was then, in those moments of loneliness and isolation, that she was able to experience God’s Love and hear His Voice deep within her heart. Fortunately, the miracle of healing occurred and since then Maria Cristina has dedicated herself to serving the Lord. She knows that nothing comes from herself, but that everything is the product of Divine Grace.