El Amanecer de un Nuevo Año!

Fr. Ed was ordained to the priesthood in May 2000 for the Archdiocese of Boston. He held three different parish assignments in the Archdiocese from 2000-2010 before his appointment to the Faculty of Saint John’s Seminary, where he was Dean of Men and Director of Pastoral Formation from 2010-2022. Fr. Ed is currently the Administrator of Sacred Heart Parish in Waltham, MA and Spiritual Director & Liaison for the Office for Homeschooling of the Archdiocese of Boston. He is the Spiritual Director for the World Apostolate of Fatima in the Archdiocese and a perpetually professed member of the Institute of Jesus the Priest of the Pauline Family.
Existe una hermosa versión teatral de la historia de la Natividad que proviene de una pequeña villa en Alemania, que nos ilustra sobre las palabras proféticas del Domingo de Epifanía, del gran profeta Isaías: “Levántate en esplendor, Jerusalén! Ha llegado tu luz, la gloria del Señor brilla sobre tí” (Isaias, 60:1).
En el momento en que esta obra teatral llega a su final, cuando los pastores han retornado a sus campos cantando y glorificando a Dios, cuando los Reyes Magos han comenzado su regreso a tierras lejanas para narrar sobre AQUEL que han visto y escuchado…una pareja de ancianos pobres se acerca al centro del escenario, donde está el Niño Jesús descansando bajo la mirada suave de su Madre Santa. A medida que esta pareja de aspecto cansado se acerca al pesebre del Rey de Reyes, el Príncipe de la Paz, el Salvador del Mundo anunciado desde el mismo principio de la Creación – decenas de miles de años antes que nuestros primeros ancestros cedieran ante el pecado – ellos se arrodillan para contemplar sus divinos ojos durante un período largo de silencio, como si así pudieran escucharlo a El. Entonces ellos dejan un pequeño regalo en sus Manos Santas; muy posiblemente entre los regalos mas pequeños y mas antiguos que se han dado jamás.
Mientras esta pareja se levanta para proseguir fuera del escenario, empieza a ocurrir algo milagroso. Genuinamente, su tristeza desaparece y es reemplazada por el gozo, su cansancio le da vía libre a la vitalidad, y sus penas le dan paso a la esperanza. Esta pareja, que flaqueaba de muchas maneras, ha sido transformada por este Encuentro Divino con el Hijo de María. Su regalo ha supuestamente restaurado algo que se había perdido hace mucho tiempo. Este Salvador, nacido de la Mujer, ha aparentemente roto una antigua maldición.
Sólo cuando esta pareja, ahora revitalizada, ha salido del escenario es cuando el Esposo de la Virgen María busca el regalo y lo levanta para mostrarlo a la audiencia – para mostrarnos a todos – lo que esta pareja había regalado: una fruta, una manzana. Lo que hace tiempo se le había quitado a su Dios amoroso se le había ahora devuelto. Lo que al tomarse fue causa del pecado y la muerte para toda la humanidad, se ha convertido hoy en el retorno del Regalo de una relación restaurada con el Dios Unico y Verdadero, para que todos lo acepten. Tanto por tan poco!
Sí, ahora que comenzamos un Nuevo Año al final de esta bella época de Navidad, nosotros también estamos invitados para re-evaluar las áreas de nuestras vidas que debemos inclinar hacia la Luz de Cristo. En este Domingo de Epifanía, cuando las gentes de las naciones son invitadas a encontrar en el Esplendor del Niño Jesús a Aquél que ansían conocer, empecemos por identificar a quienes queremos invitar a una relación con el Príncipe de la Paz, a quien adoramos. Enfoquémonos en estimular a otros para que crezcan en su fe cristiana, para encontrarle significado al conocimiento de Aquél que es “el Camino, la Verdad y la Vida”. Al mismo tiempo, debemos aprovechar la oportunidad nosotros mismos para dejar que El restaure las áreas de nuestras vidas que necesitan renovación. Nosotros, también, debemos buscar las maneras para construir nuestra fe en Jesucristo.
Algunas formas sencillas de acercarnos a Jesús este año pueden incluir: Leer la Biblia diariamente, adorar al Santísimo cada semana en el tabernáculo, participar en la Misa los días de semana y no solamente los Domingos, invitar a alguien a rezar el Santo Rosario contigo cada día, y practicar el ayuno o prescindir de algo regularmente. Al hacerlo, podemos nuevamente escuchar del gran profeta: “Levántate en esplendor, Jerusalén! Ha llegado tu luz, la glora del Señor brilla sobre tí” (Isaias, 60:1). Y que sea así para todos nosotros durante todo el Año Nuevo!