La Cruz en mi bolsillo
Hace un mes participé del retiro anual para mujeres que organiza Build the Faith. Al finalizar la mañana de retiro, nos regalaron una cruz y una oración: “La Cruz en mi bolsillo”. Es un recordatorio que soy cristiana no importa donde esté, que Jesús es mi Salvador, y que Él padeció tanto por mi eterna salvación. También al encontrarla en mi bolsillo me recuerda agradecer por las bendiciones que recibo cada día y que quiero ser mejor en todo lo que hago y digo.
Experimentar la Cruz en nuestra vida es un regalo de Dios, aunque a veces no entendemos o no lo podemos apreciar. La cruz es la victoria sobre la muerte, aunque también nos llena de incertidumbre, ya que la cruz significa sufrimiento.
Hay muchas cosas que hoy me turban y me dan miedo, sobre todo la incertidumbre de qué pasará mañana y cuando terminará el azote de esta pandemia. Siento que ya no tengo paciencia, que quiero que todo vuelva a la normalidad. Volveremos a la normalidad?
Para muchos hoy subir a la cruz será tener a los hijos en casa sin poder encontrarse con amigos o ir a su colegio, para otros el riesgo de contagiarse de una enfermedad que mata, de perder un trabajo o un negocio construído con esfuerzo a lo largo de la vida…. Me pregunto qué es lo que Dios quiere de mí? Qué quiere purificar en mí por medio de esta situación? Yo le pido a Dios que me ayude a ver más allá de mi debilidad y que me ayude en este momento de cruz para mí y para la humanidad. Sé que Jesús no me promete soluciones o que no terminarán los conflictos, pero me ofrece descansar sobre su corazón. En Mateo 11, 28 la Biblia nos dice: “aprendan de mí y tomen mi yugo… mi carga”. Si llevamos su carga, con mansedumbre y humildad de corazón encontraremos reposo. Qué lindo cuando sentimos su abrazo y podemos seguir adelante con paz interior!
Entonces sufrir no es tan ilógico ni ridículo. Para seguir a Jesús más de cerca nos toca subir hasta su Cruz. Cuando el Señor me visita con la Cruz, vuelvo a las palabras del Cardenal Pironio que decía: “No tengamos miedo. No pidamos la Cruz, pero tampoco la rechacemos. Pidamos al Señor que nos haga degustar la Cruz, y que nos dé capacidad para compartir la Cruz con los demás. Cuando los ayudamos a llevar la Cruz, recibimos indefectiblemente la consolación de Dios. La Cruz de Jesús es la Cruz de la redención y de la fecundidad. Cuando el Señor nos manda una Cruz somos fecundos para la Iglesia y el mundo!! La vida es una página en blanco en la que el Señor va dibujando la Cruz. Si la Cruz no se planta cada vez más silenciosa y hondamente en nuestro corazón, y si no compartimos el sufrimiento de nuestros hermanos, nuestra vida no es fecunda”.
No tengamos miedo de sufrir, vayamos a Galilea donde encontraremos al crucificado resucitado! En mis momentos de cruz he aprendido a exponer mi fragilidad ante el amor del Señor, para recibir su abrazo y experimentar mi propia resurrección. El fruto de la Cruz siempre ha sido poder entregarme a los demás como Eucaristía.
No puedo terminar este blog sin compartirles la oración que le rezo a la Virgen en mis momentos de cruz y de resurrección:
Ven a nuestro corazón cuando está sufriendo y silencioso, y cuando está lleno de alegría.Haz que tanto en la fiesta y como en la Cruz sepamos llevar a los que nos rodean tu presencia que transforma. Señora, que tú siempre estés allí, y que nosotros aprendamos a estar donde nos pide el Señor. Amén.
Paula Gomez Victorica was born in Buenos Aires, Argentina. She was a contemplative nun of the Order of Saint Benedict for 20 years. Since 2001, she has lived in Natick, Massachusetts.
Paula is a Certified Spiritual Director. She currently teaches Biblical Spirituality online at Boston College. She is also a Eucharistic Minister and collaborates in the pastoral and enrichment commissions of some the Metrowest parishes.