El Arca de La Alianza de Dios en el cielo
Entonces María dijo: “Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva”. (Lucas 1:46-48).
La primera lectura de hoy, es del Libro de Revelación, que lejos de ser un rompecabezas de símbolos apocalípticos difíciles de descifrar, es una historia emocionante de imágenes bíblicas familiares, que muestran el poder de Dios para salvar a los justos de un mal inimaginable. Hace un gesto hacía María y el generoso amor de Dios por los humildes y los pobres. Entonces, no es una sorpresa, que Isabel la proclamó “bienaventurada entre todas las mujeres”, porque Dios la favoreció, la “llenó” de gracia y se encarnó en su seno.
En la visión apocalíptica de Juan, el Arca de la Alianza de Dios es descubierta en el cielo cuando se abre el templo de Dios: “Apareció en el cielo una gran señal; una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”. (Apocalipsis 12:1). Esta descripción tan hermosa del Arca de Dios coronada en el cielo, no señala a otra sino a María, Reina de los cielos y la tierra, y que está representada por las estrellas en su corona y el número simbólico doce.
El Arca fue el símbolo religioso más valioso de Israel. Las aguas del Río Jordan se dividieron cuando llevaban el Arca entre ellas; las paredes sólidas de Jericó se derrumbaron, cuando transportaban el Arca alrededor de ellas. El Rey David bailó de alegría en medio de una gran procesión, cuando finalmente se transportó el Arca a Jerusalén. En el Evangelio de hoy, se nos da una señal de esta realidad mariana cuando el hijo en el vientre de Elizabeth brinca de alegría, igual que David frente al Arca, ante el saludo de María, que debió haber sido: “Shalom Aleichem.”
María da a luz un niño, y Dios lo deja en el cielo a su lado. “Y se le dieron a la mujer las dos alas del gran águila, para que volase delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo”. (Apocalipsis 12:14). Está claro, que a diferencia de su hijo que ascendió a los cielos, María fue asumida como una obra grandiosa de Dios, y para que su cuerpo inmaculado del que tomó la carne y la sangre no sufriera descomposición.
El Salmo 45 revela completamente el lugar que Dios preparó para María: “A la derecha de tu trono está la Reina adornada con el oro mas fino”. Cuando la madre de Santiago y Juan le dijo a Jesús que ordenara, cuando estuviera sentado en el trono de su reino, que uno de sus hijos se sentara a su derecha y el otro a su izquierda, Jesús respondió que Dios tenía esos lugares asignados para aquellos que él escogiera. En el cielo, a la derecha de Jesús esplendorosamente vestida, y cuidando con bondad y misericordia a sus hijos en la tierra, está sentada su Reina Madre.
Entonces el dragón: “se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer la guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen testimonio de Jesucristo”. (Apocalipsis 12:17). No tengan miedo! Desde el comienzo (Genesis 3:15) Recordemos que el dragón está enojado con la mujer, y tratará de disuadirnos de pedir su ayuda. Igual que los Israelitas, debemos de cargar el Arca de Dios en nuestros corazones durante nuestro peregrinaje terrenal hacia la tierra prometida. Con su poderosa intercesión, se derrumbarán las fortalezas más fuertes, se dividirán en dos las aguas más impetuosas, y nuestros antojos terrenales, pasiones y tentaciones fuertes, serán destruídos para despejar el camino de Jesús, nuestro Rey.
Teniendo a un intercesor tan poderoso, yo correré hacía mi Madre Celestial cuando me encuentre desanimada, cuando mi fe se debilite, o cuando en mi humanidad, yo me sienta indigna de dirigirme directamente al Rey. Como una madre amorosa, la Reina recibirá con una sonrisa mis peticiones, y las hará llegar a Jesús; incluso me acercará a él. Ella sabe como acercarse al Rey, y estoy segura que ella personalmente le preguntará a Jesús, como en Caná, donde transformó el agua en vino, que transforme mis dudas en fe, y mi indignidad en gratitud por las grandes cosas que Dios ha hecho en mi vida. Yo sé que el Rey no le negará ninguna de sus peticiones.
O, que confianza sentiría, si al final de mi peregrinaje, me llevara mi Madre Celestial de la mano al Trono del Juicio, para arrodillarme ante el Rey de Reyes!
María, llena de gracia, intercede por nosotros que recurrimos a ti!

Sister Marta was born and raised in Managua, Nicaragua. Early in life she experienced an earthquake which claimed thousands of lives and destroyed her hometown. Later, political unrest, Communism, and persecution, especially of young people, caused her to migrate alone to the USA where she met new challenges. After a family tragedy and deeply affected by these adversities, Sister Marta began an inner search for answers to the mystery of life, suffering, truth, and the deepest yearnings of the human heart. She found the answer in Christ. By Divine Providence she met (and joined) the Secular Franciscans in Fresno, California, in 1994, and later, the Sister Disciples of the Divine Master where she discovered, with joy, an undeserved call to the consecrated life. Although a late vocation, she was admitted to the Congregation in 2000. Today, Sister Marta serves the Lord and His Church through her ministry at the Archdiocese of Boston.