Vivir lo Inesperado – Subiendo la Montaña de Nuestra Vida
Hace muchos años, tuve la oportunidad de vivir uno de los programas de formación y liderazgo mas hermosos. Este programa se llamaba, “Vivir lo Inesperado”. Recuerdo que uno de los momentos centrales de este programa era una caminata hasta la cima de una montaña. Mientras todos los jóvenes dormíamos, muy temprano; alrededor de las dos o tres de la mañana, los coordinadores del programa nos despertaron de una manera abrupta. Allí comenzó la verdadera aventura de vivir lo inesperado.
Las instrucciones eran claras: solo teníamos que traer, en una mochila, lo necesario para el camino. Comenzamos una larga caminata hacia la montaña. La alegría y el entusiasmo se apoderaron de los participantes. Algunos de los que habían protestado porque les habían interrumpido su sueño, ahora se mostraban entusiasmados y la adrenalina se sentía en el ambiente.
Iniciamos nuestro ascenso en medio de la oscuridad. Podíamos ver como algunos de los jóvenes empezaban a cambiar de actitud. El grupo empezaba a dispersarse. Los de paso ligero, se apartaban de los que iban más lento. Otros, que habían puesto en sus mochilas algunas cosas totalmente innecesarias para el camino, ahora empezaban a sentir el peso de todo lo que cargaban. Pronto, llego un momento en que algunos jóvenes ya no podían dar un paso más, tal vez por su condición física o por que sus mochilas eran muy pesadas. Recuerdo ver un joven que se acercó a uno de los participantes que no podía llevar su mochila, y se ofreció a ayudarle cargándola. Este joven ahora cargaba el peso de su propia mochila y el peso de la mochila del compañero. Ví a otros, en muy buena condición física, pasar de largo y no ofrecer su ayuda a los compañeros que estaban cansados y se encontraban tal vez desmoralizados por no poder seguir, y que se derrumbaban a la orilla del camino. Estos compañeros de buena condición física solo pensaban en llegar a la cima sin importarles quien se quedará o llegará, simplemente pensaban en ser ellos los primeros y en ganar.
La noche era fría y oscura, algunos jóvenes caminaban en pareja, ayudándose el uno al otro. Algunos no pudieron seguir el ritmo de los demás, y simplemente se quedaron atrás. Por fin, llegamos a la cima. Algunos llegaron con dos o tres horas de retraso por que su caminar era lento o por que venían motivando a otros a seguir. Se podía apreciar el dolor en su cuerpo. Todos estábamos cansados y agotados, pero felices de haber llegado.
Después de esta experiencia, nos reunimos como grupo para hacer la evaluación y para determinar quien había ganado. Los que llegaron primero, estaban felices porque ellos estaban seguros de su victoria. Pronto, su alegría se transformó cuando el coordinador dijo, “Subir la montaña, es igual que subir la montaña de nuestras vidas”. El coordinador explicó que a veces queremos tener y llevar con nosotros tantas cosas materiales que no necesitamos, pero que nos apegamos a ellas. Estas cosas no son necesarias y lo único que hacen es, en ciertos momentos, estorbarnos y pesarnos demasiado. Otras veces, como en la montaña, no nos damos cuenta que el que camina a mi lado, por alguna razón o circunstancia, necesita de nuestra ayuda, pero estamos tan concentrados en nosotros mismos que ni siquiera lo notamos.
Por lo tanto, para obtener la victoria, tenemos que vivir la vida con fe, caminar juntos, no ser egoístas, y a cargar con lo que es verdaderamente necesario y podemos llevar, por que al final de nuestros días, cuando lleguemos a nuestra meta final, Cristo tomará en cuenta lo vivido en el camino de nuestra montaña de la vida. Cristo verá nuestra solidaridad con el hermano, nuestro desapego de lo innecesario y mirándonos a los ojos dirá, “Bienvenido hermano mío”. Pensemos y reflexionemos en cómo estamos caminando y subiendo la montaña de nuestra vida.
Born and raised in the Dominican Republic, Deacon Franklin came to know Christ as a child thanks to his grandfather, Nicasio Mejía. Nicasio introduced Franklin to the spiritual life and the doctrine of the Catholic faith. Because of this, Franklin was a very active member of the Salesian youth groups in his community from a very young age and, as he grew older, he received training to become a youth leader.
Upon arriving in the United States, Franklin worked for the Hispanic Youth Ministry in the Archdiocese of Boston organizing sports tournaments, youth leadership training programs, and an outreach ministry dedicated to visiting youth in prison. Deacon Franklin’s passion for evangelization led him to Catholic Television, where he was the host and producer of “Good News.” His desire to evangelize through the media was inspired by Pope John Paul II, who encouraged the Church to use all media to present Christ to others.
Ordained in 2014, Deacon Franklin was assigned to Sacred Hearts Parish in Malden and he continues his work at the Catholic Television Network, Boston in charge of the production of The Holy Mass.
He has been happily married to his wife, Wendy, for 18 years and they are the proud parents of Gabriel Andres, 17 and Isabella María, 13.