Cuando el tiempo se detuvo
Un día cualquiera, de manera desprevenida palpé una masita en mi seno izquierdo y en menos de una semana estaba en un quirófano para extirpar un tumor maligno. ¿Puede este suceso cambiar la vida de una persona? Debo decir que indudablemente sí.
Cuando te diagnostican una enfermedad grave, es como si el tiempo se detuviera, o al menos el tiempo de quien la padece, porque ciertamente la vida del resto del mundo sigue adelante mientras empiezas a aceptar y a tratar de entender lo que pasa. En mi caso particular, el tratamiento fue duro con mi organismo, mi médula ósea era lenta en recuperarse luego de cada quimioterapia, así que fue una completa lucha. Pasaban las semanas, no podía trabajar y dependiendo de los exámenes tampoco podía recibir visitas ni salir. Decidí aprovechar este tiempo para hablar con el Único que podía ayudarme: ¡Dios! En la enfermedad aprendí a escuchar Su Dulce Voz en el silencio de mi corazón y quienes hayan tenido al menos un encuentro personal con Él, sabrán que no miento al decir que no existe algo más sublime, más hermoso o más colmado de Amor, que estar con Jesús. Tal vez se pregunten si lo vi, la respuesta es ¡SÍ! Vi a Jesús en la mirada de mi esposo, en su sonrisa que me daba paz; vi a Jesús en mi médico de cabecera, con su forma de explicarme todo, proponiéndome alguna solución cuando las cosas empeoraban; vi a Jesús en enfermeras muy cuidadosas, lo vi en camilleros sonrientes; vi a Jesús en el personal administrativo de las clínicas cuando ayudaban con el trámite de autorizaciones; vi a Jesús en las palabras compasivas y el amor fraterno de amigos y familiares, vi a Jesús llegar a mi casa en el momento en que más lo necesitaba, en las manos benditas de los ministros de la Eucaristía y claro, lo vi poner sus manos sobre mí cuando los sacerdotes me ungían y oraban por mí.
Muchas personas me han dicho que no soportarían un diagnóstico de estos. Te aseguro, Dios da la fuerza cuando decide que pasarás por algo así. Yo sólo tuve que hacer una pequeña parte, decirle “sí, acepto lo que tienes para mí, yo confío en Ti”. Recuerdo bien el día en que viví el momento más crítico de mi enfermedad, era muy tarde, debía ingresar a cirugía por cuarta vez, era urgente pues tenía una fuerte infección y mi cuerpo no se estaba defendiendo. Ese día entendí que en esta tierra estamos de paso, que el tiempo es corto y que haberlo aprovechado significa haber hecho la Voluntad de Dios. Tuve la certeza de que cuando esta vida se acaba viene la verdadera vida, la que es eterna, y que sólo cuenta el amor que pusiste a cada cosa que hiciste, por pequeña que fuera. Tuve la certeza de que seremos juzgados en el amor, así que le supliqué a mi Dios una nueva oportunidad, pues al ver mi realidad noté que tenía las manos vacías y Él, en Su infinita Misericordia, me permitió quedarme un poco más.
En aquellos días el tiempo se detuvo para mí, veo que hoy el tiempo se detiene para todos. El mundo entero ha tenido que hacer un alto en el camino por la pandemia, ahora tú, como yo en aquel momento, tienes la oportunidad de ver a Jesús, de hablarle y, sobre todo, de escuchar lo que tal vez hace mucho tiempo ha querido decirte, pero el afán y el ruido del mundo no lo permitía. Jesús siempre está a la puerta llamando para entrar en tu vida y quedarse, pero sólo lo hará si tú se lo permites… ¿te animas a dejarlo entrar?
MariaCristina was born in Santa Marta, Colombia on the day of Our Lady of the Miraculous Medal. Because of this gift from Heaven, she took a deep love for the Blessed Virgin Mary and, together with her husband and children, she has consecrated her life to Mary. She knows that Our Lady is truly her mom who helps her in all aspects of her life.
At the age of 32, Maria Cristina was diagnosed with breast cancer and began to live a stage in her life full of physical suffering, but also a life filled with grace and blessings. It was then, in those moments of loneliness and isolation, that she was able to experience God’s Love and hear His Voice deep within her heart. Fortunately, the miracle of healing occurred and since then Maria Cristina has dedicated herself to serving the Lord. She knows that nothing comes from herself, but that everything is the product of Divine Grace.