Aquí estoy, Señor!
Postrado en el piso, de frente al Altar Mayor de la Catedral de La Santa Cruz en Boston, mientras escuchaba el coro cantar las letanías típicas de una ordenación, “Santa María Ruega por nosotros…”, en aquel ambiente lleno de un misterio espiritual, con lágrimas en mis ojos me preguntaba, ¿Cómo he llegado hasta aquí? Sí!! Estaba recibiendo la Ordenación Diaconal. Estaba entregando mi vida al servicio de los demás, al servicio de Dios.
Sin lugar a dudas, este ha sido uno de los momentos más emocionantes y espirituales de mi vida, y entre preguntas sin respuestas, llegó a mí la figura paterna de mi querido abuelo. En él estaba la repuesta a mis preguntas. Él había sido, desde que yo era muy pequeño, quien sembró en mí la semilla vocacional que en ese momento el Cardenal O’Malley, imponiendo sus manos en mi cabeza, hacía realidad “Todo lo que me enseñaste querido abuelito, lo cosecharía ahora el Cardenal para Dios.”
Recuerdo, abuelito, ver tus ojos azules, de los que manaban una dulzura inexplicable. En ellos, podía ver que había vida, alegría y sobre todo amor. Con todo ese amor expreso en tu cara me sentabas en tus piernas y me enseñabas con tus propias manos a persignarme. Tú me hablabas del Amor de Dios; me enseñaste a amarlo a El sobre todas las cosas; me explicaste los mandamientos por primera vez en mi vida. Pero lo más hermoso de todo es que me enseñaste, con tu testimonio de vida, el ser un servidor, “El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo”( Mateo 23:11).
Aquel hermoso día de septiembre, trece hombres entregaban sus vidas al servicio de Dios. Lo más hermoso que pude aprender de ese mágico día, es que cada uno de los que estábamos entregando nuestra vida a Dios, habíamos tenido un encuentro diferente con El; cada cual había escuchado el llamado vocacional de una manera distinta, cada uno le había respondido a Dios con sus propias palabras. Algunos ni siquiera sabían, cuatros años atrás, antes de comenzar su formación, el significado de ser Diácono.
Dios nos llama a cada uno por nuestro propio nombre, y esto significa que el llamado de Dios es personal. Si bien, mi abuelo me formó en la fe desde muy pequeño, a otros les llega su formación de manera diferente, tal vez a través de su trabajo, de un hermano, de un amigo, de un padre, una madre, un hijo o hija, etc. De lo que sí estoy seguro es que Dios nos está llamando cada día a su servicio. A cada uno de nosotros, Dios nos da unos dones especiales que Él quiere que descubramos para que, al hacerlo, podamos ponerlos a su servicio. Yo sentí su llamado al Diaconado, a través de la vida de mi abuelo. A tí, ¿de qué forma Dios te está llamando? ¿Tú lo escuchas? ¿Le dejas que te hable?
Dios nos está hablando a diario; somos nosotros los que no sabemos escucharlo y a veces no queremos escucharlo. Mi abuelo siempre me decía, “Si quieres escuchar a Dios, lo primero es tener un corazón disponible para El y aprender a escucharlo en lo sencillo”. “Habla Señor que tu siervo escucha”, (1 Samuel 3:10).
Born and raised in the Dominican Republic, Deacon Franklin came to know Christ as a child thanks to his grandfather, Nicasio Mejía. Nicasio introduced Franklin to the spiritual life and the doctrine of the Catholic faith. Because of this, Franklin was a very active member of the Salesian youth groups in his community from a very young age and, as he grew older, he received training to become a youth leader.
Upon arriving in the United States, Franklin worked for the Hispanic Youth Ministry in the Archdiocese of Boston organizing sports tournaments, youth leadership training programs, and an outreach ministry dedicated to visiting youth in prison. Deacon Franklin’s passion for evangelization led him to Catholic Television, where he was the host and producer of “Good News.” His desire to evangelize through the media was inspired by Pope John Paul II, who encouraged the Church to use all media to present Christ to others.
Ordained in 2014, Deacon Franklin was assigned to Sacred Hearts Parish in Malden and he continues his work at the Catholic Television Network, Boston in charge of the production of The Holy Mass.
He has been happily married to his wife, Wendy, for 18 years and they are the proud parents of Gabriel Andres, 17 and Isabella María, 13.