Sigue caminando, no te detengas
En el primer domingo de Cuaresma, el evangelio de Lucas 4:1-11, me recordó a un momento en mi niñez…
Un día mi abuela quiso prepararnos un postre a mi tío y a mí. Nos pidió ir a la tienda a comprar los ingredientes. Felices, aceptamos su encargo de ir por esos ingredientes. En el camino, pasamos por una cancha de voleibol donde unos amigos jugaban. Nos invitaron a unirnos y, sin pensarlo mucho, aceptamos. Un partido llevó a otro, y cuando nos dimos cuenta, habían pasado casi tres horas. Alarmados, corrimos a la tienda, pero era demasiado tarde: estaba cerrada. Lamentablemente, era la única tienda del pueblo. Con el peso del remordimiento, volvimos a casa en silencio.
Entre lágrimas, confesamos a mi abuela lo sucedido, lamentando haber fallado en nuestra misión. Mi abuela nos miró y, con voz suave y pausada, nos dijo: “Cayeron en tentación”. Yo no entendí su palabra en aquel entonces, solo sabía que nos habíamos perdido de un buen manjar.
Cuando escuché recientemente el relato de Lucas, finalmente entendí lo que significaban las palabras de mi abuela. Jesús fue tentado por Satanás en el desierto, pero nunca permitió que las distracciones lo apartaran del plan que su Padre le había encomendado. Él sabía cuál era su meta y que las tentaciones solo buscaban desviarlo de ella.
Todos pasamos por desiertos espirituales: momentos de sequedad, duda y tentación, donde sentimos el deseo de alejarnos del propósito que Dios tiene para nosotros. A veces, las desviaciones del desierto no son malas a simple vista; pueden ser atractivas y parecer divertidas, como nos ocurrió a mi tío y a mí. Pero ese es el engaño: el desierto no solo es vacío y doloroso, también puede presentarnos falsas ilusiones de felicidad.
Si hoy sientes que estás en un desierto espiritual, no dejes que te engañe. Dios sigue contigo. Sigue caminando, orando y confiando. “El llanto puede durar toda la noche, pero la alegría llega por la mañana.” (Salmo 30:5)
Si no nos hubiésemos desviado del camino, hoy te estaría contando lo delicioso que era el postre de mi abuela. No dejes que las tentaciones de tu desierto te impidan disfrutar del banquete que ha sido preparado para ti, tu familia y tus amigos. Sigue Adelante, no te detengas, y realmente verás, que maravillosas son las bendiciones de Dios.

Born and raised in the Dominican Republic, Deacon Franklin came to know Christ as a child thanks to his grandfather, Nicasio Mejía. Nicasio introduced Franklin to the spiritual life and the doctrine of the Catholic faith. Because of this, Franklin was a very active member of the Salesian youth groups in his community from a very young age and, as he grew older, he received training to become a youth leader.
Upon arriving in the United States, Franklin worked for the Hispanic Youth Ministry in the Archdiocese of Boston organizing sports tournaments, youth leadership training programs, and an outreach ministry dedicated to visiting youth in prison. Deacon Franklin’s passion for evangelization led him to Catholic Television, where he was the host and producer of “Good News.” His desire to evangelize through the media was inspired by Pope John Paul II, who encouraged the Church to use all media to present Christ to others.
Ordained in 2014, Deacon Franklin was assigned to Sacred Hearts Parish in Malden and he continues his work at the Catholic Television Network, Boston in charge of the production of The Holy Mass.
He has been happily married to his wife, Wendy, for 18 years and they are the proud parents of Gabriel Andres, 17 and Isabella María, 13.