¡Aprovéchense de mí!
Tuve una suegra muy especial, se preocupaba por todos y buscaba la manera de ayudar a sus hijos con lo que pudieran necesitar. Algunas veces la recogía para llevarla hasta el supermercado, y mientras iba echando cosas al carro de compras me miraba diciendo “¿ustedes tienen en la casa de esta leche?” y así preguntaba por un producto y otro a lo que yo siempre contestaba que sí teníamos, que no se preocupara y le daba las gracias. Sin embargo, ella insistía hasta que, al ver que yo no aceptaba me decía “Aprovécheme, usted no sabe hasta cuando voy a estar yo por aquí”. A mi me daba pena con risa, o risa con pena y finalmente debía recibirle al menos algunas galletas y al hacerlo, notaba en su cara que se alegraba.
Esa frase me lleva hoy a pensar en el Amor de Dios, un amor que no solo se da en su totalidad, sino que desea colmarnos de Gracia y Bendición durante toda nuestra vida. ¡De cuántas maneras el Señor nos ha mostrado que tiene para nosotros sus hijos abundancia de bienes espirituales y materiales! Lo pienso y no dejo de asombrarme, desde la creación perfecta que hizo pensando en que pudiéramos disfrutarla como hijos suyos, hasta entregarse por Amor hasta la última gota de Su Sangre, por nuestra salvación, para que pudiéramos volver al anhelado Paraíso. El Señor, tu Dios y mi Dios, una y otra vez nos dice a gritos que nos dispongamos para recibir todo lo que quiere darnos. Él insiste, Él espera pacientemente a que nosotros, sus hijos consentidos, nos acerquemos y aprovechemos ese raudal de bienes que permanentemente emanan de Su Divinidad. Es como si nos dijera a gritos ¡APROVECHENSE DE MI!, pero nosotros, hijos tercos, enredados por tanta distracción en este mundo, andamos buscando la luz en donde solo encontramos oscuridad, tomamos caminos diferentes a Él que es el Camino, la Verdad y la Vida.
El Señor nos quiere sagaces y prudentes, quiere que nos acojamos a la Gracia, pues nos basta Su Gracia, quiere que Su Redención llegue de manera individual y efectiva a cada uno de los hombres.
Me llama mucho la atención cuando alguien me dice que quisiera tener la fe que yo tengo, a lo que respondo preguntando si alguna vez han visto actuar a Dios en sus vidas, y lo hago para explicarles que, para creer en el poder de Dios, tan solo debemos mirar atrás y tomar conciencia del paso de Dios por nuestras vidas. Este un ejercicio que hago continuamente y me ayuda mucho en momentos de prueba.
¡Creo que ahí está la diferencia! Aprender a ver todo lo que pasa en clave de fe es saber que cuando tú te dispones para recibir y dejar obrar a Dios, todo, incluso lo que parece “malo” se convierte en algo bueno para ti porque “Dios dispone todas las cosas para bien de los que lo aman” Rom 8,28. Pero claro, cuando uno está pasando por la tribulación, cuando tiene miedo, cuando tiene angustia, es como si perdiera la capacidad de “ver las cosas desde afuera”, los ojos se nublan y el corazón olvida ese bendito Corazón de un Padre que lo único que quiere es que seamos felices y que nuestro paso por este mundo sea con los pies sobre la tierra pero con la mirada fija en Él, en Su Amor que todo lo puede.
En los días que te queden por vivir, no temas hacerlo aprovechándote de ese Amor que se da sin condiciones porque Él está, te escucha y te ama; y si no lo has experimentado así, te animo para que tomes conciencia de las miles de veces que con toda seguridad te ha asistido, sostenido y levantado.
MariaCristina was born in Santa Marta, Colombia on the day of Our Lady of the Miraculous Medal. Because of this gift from Heaven, she took a deep love for the Blessed Virgin Mary and, together with her husband and children, she has consecrated her life to Mary. She knows that Our Lady is truly her mom who helps her in all aspects of her life.
At the age of 32, Maria Cristina was diagnosed with breast cancer and began to live a stage in her life full of physical suffering, but also a life filled with grace and blessings. It was then, in those moments of loneliness and isolation, that she was able to experience God’s Love and hear His Voice deep within her heart. Fortunately, the miracle of healing occurred and since then Maria Cristina has dedicated herself to serving the Lord. She knows that nothing comes from herself, but that everything is the product of Divine Grace.