La Creación de Dios
“Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien!” (Salmo 139: 13-14)
Siempre he tenido un sentimiento muy especial hacia este verso extraído de las escrituras; de hecho, lo tengo enmarcado sobre una de las paredes de la sala de mi casa. Una experiencia muy reciente incubando huevos de gallina ha traído otra vez este verso a mi mente.
Todo empezó en el otoño, cuando mi hija asistía al colegio de manera totalmente remota; y se me ocurrió que podía ayudarle a aprender experiencias pequeñas, pero con grandes enseñanzas. Se me presentó la oportunidad con una organización que permite incubar huevos de gallina en nuestras casas, permitiéndonos arrendar el equipo, guiándonos y ofreciéndonos apoyo durante el proceso. Este es el mismo programa que utilizan muchas escuelas, pero debido a la pandemia, este año no les fue posible llevarlo a cabo. He pasado mucho tiempo pensando cómo podría ayudar a algunos negocios familiares que han sufrido mucho durante esta pandemia; y a raíz de esa situación, es que decidí formar parte de Incuba un Huevito.
La manera como trabaja está organización es la siguiente; nos entregan siete huevos de gallina fecundados, la incubadora, la jaula dentro de la cual colocaremos a los pollitos, y todos los suministros necesarios para el proceso, el cual tiene una duración de cinco semanas. Una de las partes del proceso que más disfrutamos fue iluminar los huevos. Colocamos una luz de manera estratégica en uno de los extremos del huevo, y en apenas cuatro días podemos observar movimientos pequeños y hasta los ojos del pollito. Mi hija y yo gritábamos de la emoción cuando nos dimos cuenta que se estaban desarrollando los siete pollitos. Todos los días disfrutábamos observando y monitoreando el crecimiento de nuestros embriones. Era maravilloso ver como se iban desarrollando las venas para así poder suministrarles el alimento que necesitaban los pollitos para crecer; e imaginarnos cómo serían físicamente.
Después de una espera de tres semanas todos nuestros siete pollitos nacieron, y estaban listos para ser trasladados a la jaula. Me quedo corta si les digo que nos sentíamos abrumadas de tanta alegría. No es muy común que todos los huevos se desarrollen durante este proceso. No éramos conscientes que uno de los pollitos, al cual decidimos llamar Genoveva Gloriosa, sólo alcanzó a vivir unas 24 horas. Estábamos muy tristes viendo como se iba apagando la vida de esta pequeña criatura, mientras hacíamos todo lo posible para que se salvara. Desafortunadamente, no fue posible. Improvisamos un pequeño funeral para el pollito, y continuamos cuidando y prestándole atención a los seis restantes para que crecieran sanos y fuertes.
Durante el resto del tiempo que ellos estuvieron con nosotras, otro pollito se lastimó y tuvimos que entablillarle las patas para que pudieran sanar. Esto fue muy difícil, porque no podíamos explicarle a nuestra Cecilia Colorida (nuestra pollita), que la cinta adhesiva que usamos para sostenerle sus patas, era para ayudarla. Finalmente, terminando la quinta semana, llevamos de regreso los pollitos a la granja, donde continuarían viviendo y creciendo. Dejar ir y confiar que el amor que compartimos nunca cambiará fue muy difícil, pero aprendimos una gran lección, y es que a veces amar significa dejar ir a ese ser amado, cuando existe algo mejor.
Mirando hacia atrás, me doy cuenta de todas las lecciones que aprendió mi hija al haber vivido esta experiencia; y más aún, me sorprende todo lo que yo aprendí durante este proceso. La dignidad que Dios ha dado a su creación, de poder traer vida a lugares inesperados y proporcionando lo necesario para ayudar a sus criaturas a crecer y florecer, es realmente maravillosa. Me di cuenta de cuánto en realidad El nos quiere a cada uno de nosotros y a cada una de sus creaciones, incluyendo al mosquito más pequeño. Como le pasó a nuestra Cecilia Colorida, a veces nuestros corazones se romperán o se confundirán, pero El tratará incesantemente de ayudarnos a sanar nuestras heridas, incluso cuando nos sentimos incómodos. Gracias Dios, por no haberme abandonado nunca, y por cuidar siempre de mis necesidades. Que yo siempre te alabe, incluso en los momentos más incómodos y confusos de mi vida.