¿Quién es mi prójimo?

¿Quién es mi prójimo? Esta es la pregunta con la que he estado batallando silenciosamente durante toda mi vida. El lema del colegio católico en donde me encuentro trabajando es: Ve a Cristo en otros, Se Cristo para otros. Esto es a veces un reto aquí en el colegio, pero fuera del colegio, se siente como algo casi que imposible.
Mi reto más reciente, es estar trabajando en un campo de verano, como un consejero Principal de niños de 4 y 5 años. Disfruto mucho trabajar con niños, especialmente con los más pequeños. Ellos son casi siempre capaces de ver a Cristo. Su dulzura, bondad, sus ganas de amar a Cristo, su curiosidad… me ayudan a imaginar como debió ser Jesús cuando era un niño.
Se necesita tener ayuda para poder cuidar a 24 niños de Kínder, es por ese motivo, que tengo a mi lado 3 asistentes y un consejero que está en entrenamiento. Siendo honesta, nunca he sido muy buena delegando, comunicándome con otros, o estando al mando o al frente de la situación. Me inclino a estar tras bastidores, tratando de hacer algo que se necesite para que todo fluya con más facilidad.
Como consejero Principal, mi trabajo es estar siempre al frente de la situación, ser la persona a la cual los padres le están entregando sus hijos. He tenido la necesidad de delegar a mis asistentes los trabajos secundarios. Tengo que ser muy cuidadosa al momento de comunicarme con ellos. ¿Les estoy transmitiendo las instrucciones de una manera sencilla? ¿Les estoy hablando con un buen tono de voz? También tengo que entender que mi equipo no siempre va a estar de acuerdo conmigo, que vamos a tener opiniones diferentes; pero que siempre estaremos pensando en el bienestar de los pequeños.
Sin entrar en muchos detalles, la primera semana no resultó ser lo que me esperaba. Lo primero que se me vino a la mente, fue despedir a mis asistentes porque no estaban siguiendo mis instrucciones. Ellos hacían lo contrario a lo que yo les decía, y en todo momento tenían una actitud desafiante. Afortunadamente un buen amigo me recordó que ellos también eran unos niños, unos estudiantes universitarios; pero igualmente niños. Ellos tienen alguna experiencia trabajando con niños pequeños en este campamento; pero no tienen los años de vida que yo tengo, ni tampoco la experiencia que tengo en este medio. Ellos no han vivido las mismas experiencias que durante 28 años me han tocado transitar, para saber cómo trabajar con niños de 4 y 5 años. Entonces, ¿cómo puedo pensar en tratarlos como si ellos supieran algo que no tienen manera de saber?
Buscando a Cristo en ellos, y esperando ser Cristo para ellos, les pregunté si ellos pueden mencionar cuáles son las fortalezas y debilidades que traen al campamento. Honestamente, me sorprendí al ver que la lista de las fortalezas que yo pude ver en ellos era muy pequeña, y la lista de las debilidades eran unas que yo desconocía por completo. Fue en ese momento, que me pude dar cuenta, que yo a la edad de mis asistentes tenía la responsabilidad y el compromiso de estar al cuidado y la seguridad de mi hermana, y de 3 niños de 2, 4 y 5 años…fui la madre adoptiva de ellos. Retrocediendo el tiempo, recordé que cuando tenía la edad de ellos, cometí muchos errores y aprendí de ellos. Siempre he tenido mucha responsabilidad sobre mis hombros; por lo tanto, tratar de mantener un ambiente seguro siempre ha sido una prioridad para mí. Les insistí mucho a mis asistentes, que la seguridad era nuestra prioridad. Al igual que ellos, sólo quiero que estos niños que están en el campamento bajo nuestros cuidados se diviertan y disfruten; siempre con toda la seguridad por delante. Les expresé a mis asistentes, que yo entendía que algunos de ellos pensaran que el tema de las medidas de seguridad era muy tedioso; pero que yo había sido testigo de ver cómo le salvaban la vida a un niño que se estaba asfixiando con un pedazo de comida; y también les compartí la experiencia que vivió un conocido cuando uno de sus alumnos de primer grado se ahogó en una piscina. Presenciar como los padres están enterrando a sus hijos es algo muy duro; así pues, que les hice saber que yo esperaba que a ninguno de ellos les tocara experimentar algo de esa magnitud.
Lo que sucedió a continuación fue una sorpresa para mí. Tuvimos una conversación muy amigable acerca de los inconvenientes que se les presentaban cuando estaban en sus labores asignadas, y cuáles eran las áreas en las que yo sentía la falta de apoyo por parte de ellos. Definitivamente hubiera sido más fácil para mí ver sus equivocaciones, o incluso verlos como unos enemigos; pero Dios nos llama a verlos como nuestros prójimos, y también a verlo a El en ellos.
Padre, te quiero dar las gracias por ser tan amoroso y paciente conmigo, por todos los talentos que me haz otorgado. Gracias por darme la oportunidad de poder compartirlos cada vez que estoy a tu servicio cuidando a estos pequeños, que son tus pequeños. Ayudame a a verte siempre, no sólo en los pequeños que están bajo mi cuidado, sino también en mis compañeros de trabajo, y en aquellos desconocidos que veo en las calles; y por favor ayúdame a que ellos vean tu rostro en mí. Amén.