Planes
Pues yo sé los planes que tengo para ustedes, dice el Señor, son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza (Jeremías 29: 11)
Planes: Yo siempre he sido una persona que le gusta planificar. Cuando era niña, yo empezaba cada año planeando mi fiesta de cumpleaños con meses de anterioridad. Usualmente, elegía un tema para las decoraciones, comida, disfraces y entretenimiento. Incluso imaginaba las conversaciones de las personas, y cómo se comportarían en mi fiesta. Por supuesto, cuando las cosas no funcionaban de acuerdo con mis elaborados planes, yo terminaba molesta e incapaz de disfrutar la fiesta.
Las cosas han mejorado bastante con mi habilidad para aceptar el cambio, pero todavía amo planificar. Es más, tengo un calendario codificado en colores para siempre poder asegurarme de tener un balance de trabajo y actividades de diversión para mi hija y para mí – especialmente cuando se trata de compartir tradiciones atesoradas que he llegado a apreciar a través de los años. A pesar de esto, encuentro que todavía paso trabajo cuando mis planes sufren cambios. Veamos, este año nuestros planes para la Navidad tuvieron una conmoción fuerte cuando mi hija y yo salimos positivas para COVID-19 el 16 de Diciembre. Mi hija estuvo totalmente asintomática mientras mis síntomas se asemejaban más a los de un resfriado fuerte que precipitó mi asma (como pasa usualmente con los resfriados). El día 17, teníamos planes para asistir a El Cascanueces con los compañeros de clase de mi hija. Santa Claus había visitado a su escuela, y ella había comprado un regalo secreto de Santa para una niña pequeña en su clase, y ella también tenía planes de darle regalos a sus profesores. Yo había comprado boletos no rembolsables para el Acuario de Nueva Inglaterra, y tenía una lista de cosas divertidas que quería hacer con ella durante esas dos semanas de vacaciones de invierno. Lo más importante es que íbamos a pasar el día de Navidad con mi numerosa familia y mis padres. Ahora estos planes estaban cancelados o drásticamente alterados.
Yo estaba tan desilusionada, pero me dolió aún más ver la desilusión de mi hija. Ella empezó a sollozar apenas vio que los resultados salieron positivos en la prueba casera. A ella le dolía no cumplir los planes con su clase y no poderlos ver otra vez antes de las vacaciones. De pronto su tristeza pasó a ser miedo; ella me miró asustada y preguntó, “Mami, ¿te vas a morir?” Ocurre que su niñera había contraído COVID la pasada Navidad, pero nunca se pudo recuperar, y el primero de Abril de este año se fue a estar con el Señor. Le aseguré a mi hija lo que más pude que no me sentía tan enferma y que iba a seguir todas las instrucciones del doctor para mejorarme lo más pronto posible. Gracias a Dios esto fue suficiente para calmar su miedo, por lo menos en esa tarde.
En los siguientes 10 días de cuarentena mi hija siguió asintomática mientras mi respiración era la dificultad más grande para mí, aunque no fue tan grave como lo había sido en múltiples otras ocasiones en mi vida. Oré diariamente para recibir la fuerza que me permitiera crear momentos memorables y maravillosos con mi hija y traté de encontrar maneras de ajustar los que ya teníamos, para permitirle que disfrutara esta estación de navidad de la manera apropiada.
Ambas nos entristecimos por no poder asistir a misa en la víspera de la Navidad – mi hija iba a cantar en el coro de niños este año. Fuimos tan bendecidas al poder presenciar la misa de nuestra parroquia en el proyector de pantalla gigante en nuestra sala, y aun más bendecida cuando su padrino, quien es un sacerdote, nos dio el inmenso regalo de traernos la comunión para que pudiéramos recibir a nuestro Señor físicamente en la Eucaristía. Cuando estábamos viendo la Misa en la pantalla y llegamos al punto de la Comunión, ella cerró sus ojos, sonrió y dijo, ” Estoy tan contenta de recibirte hoy”. Este fue un sentimiento que también hizo eco en mi corazón.
Durante este tiempo en cuarentena he meditado mucho en todos los cambios de planes experimentados por Nuestra Señora, incluso en esos días tempranos del nacimiento de Jesús. Estoy segura que su plan no era estar lejos de casa, sin un cuarto o una familia que la ayudara durante el nacimiento de su bebé, en un establo, visitada por pastores, visitada por Reyes Magos, fugándose a Egipto porque Herodes quería la muerte de su hijo…la lista sigue y sigue. Sin embargo, sus palabras fueron “Mi alma magnifica al Señor; mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”. Me he encontrado a mí misma en muchas ocasiones pidiéndole a ella que me ayude a aceptar de la misma manera que ella lo hizo, los cambios que le ocurren a mis planes. Le he pedido que me ayude a aprender a regocijarme en saber que no importa el numero de planes que fallan, ya que los planes de Dios nunca fallan, y El tampoco me abandonará para enfrentar los problemas. Ella me ayudó a comprender que estos cambios a mis planes son una bella oportunidad para rendirme ante los planes de Dios, lo cual resultó en uno de los regalos más grandes que he recibido.
Gracias, Dios, por siempre tener planes para mí tan grandes que no puedo ni imaginarlos, y por siempre amarme mejor que lo que yo puedo comprender.