Nuestra Señora de la Medalla milagrosa
El 27 de noviembre de 1830, la Santísima Virgen María se apareció a una religiosa llamada Catalina Labouré (hoy santa), quien la vio parada sobre un globo llevando en sus manos una esfera dorada ofreciéndola al cielo. Le explicó que la esfera representaba a todo el mundo. En sus dedos tenía anillos de los que salían muchos rayos de luz que simbolizan las gracias que Ella obtiene para quienes las pidan. Ante la pregunta de Catalina acerca de los anillos de los que no salían luces, nuestra Señora le explicó entristecida que eran gracias que estaban disponibles pero que nadie se las había pedido.
Esto sucedió en Francia, en una época en la que se vivían días muy duros producto de guerras y desplazamientos, tiempos que aún hoy, 190 años después, siguen viviéndose en el mundo entero. María, siendo la mirada maternal de Dios, desde siempre y hasta siempre buscará la forma de señalarnos a su Hijo, Jesucristo, nuestro Salvador. Ella, como en las Bodas de Caná, aparece en nuestras vidas porque sabe qué nos falta, sabe que en nuestra debilidad caemos una y otra vez y que debemos levantarnos con la esperanza puesta en Su Hijo.
El Señor nos ha dicho en Su Palabra “sean perfectos como mi Padre es perfecto” y esto necesariamente implica ser limpios, ser inmaculados, ser libres de todo lo que no sea de Dios y para esto nos llama a la conversión, nos invita a levantarnos tantas veces como nos caigamos e ir a Él. Somos peregrinos hacia la vida eterna, somos ciudadanos del Cielo, y aunque en este camino podemos hacer pequeños altos para revisarnos y pedir luces para seguir, debemos continuar hacia adelante y hacia arriba, es decir, hacia Dios.
Tal vez puedas pensar, ¿cómo puedo hacer? Soy débil, ¡me cuesta tanto! Hoy te digo: aprovecha esas gracias benditas que están disponibles y nadie ha pedido. ¡Las necesitamos! No esperemos más, las gracias están y son dispensadas por María la llena de Gracia, que es mi Mamá y tuya también, pues fue la mejor herencia que nos dejó nuestro Señor en la Cruz. Pero entonces… ¿Qué gracias pedir? Pidamos las gracias que Ella tiene por Gracia de Dios, pues María es Madre, Maestra y Modelo para nosotros y, por experiencia te digo, mi Mamá jamás me ha negado nada que me lleve a su Hijo:
Madre dame la Gracia de entregarme y someterme incuestionablemente al querer de Dios, darle mi SÍ para que tome las riendas de mi vida.
Dame la Gracia de ser consciente que nada es mío, de ser como un niño para tener la capacidad de disfrutarlo todo sin adueñarme de nada porque todo es de Dios.
Dame la Gracia de no interferir en los planes de Dios, quiero que mi voluntad desaparezca para que solo se haga la Divina Voluntad en mi vida.
Dame la Gracia de abrir completamente mi corazón para recibir a Dios con alegría. Dame la Gracia de vivir en estado de oración.
Dame la Gracia de meditar e interiorizar la Palabra de Dios, de cumplir los mandamientos y de aprovechar los Sacramentos.
Y, por último, Madre mía, concédeme la Gracia que tú tienes de vaciarme de mí, para llenarme de Dios y poder así darlo a los demás, pues nadie da de lo que no tiene.
No olvidemos que nuestra Señora ha prometido grandes bendiciones a quienes portemos con fe y devoción (no como amuleto) la Medalla Milagrosa. Si aún no la tienes, te recomiendo conseguirla, pedirle a un sacerdote que la bendiga y colgarla de tu cuello como un testimonio de fe y confianza repitiendo cada día:
Oh María, sin pecado concebida, ¡ruega por nosotros que recurrimos a ti!
MariaCristina was born in Santa Marta, Colombia on the day of Our Lady of the Miraculous Medal. Because of this gift from Heaven, she took a deep love for the Blessed Virgin Mary and, together with her husband and children, she has consecrated her life to Mary. She knows that Our Lady is truly her mom who helps her in all aspects of her life.
At the age of 32, Maria Cristina was diagnosed with breast cancer and began to live a stage in her life full of physical suffering, but also a life filled with grace and blessings. It was then, in those moments of loneliness and isolation, that she was able to experience God’s Love and hear His Voice deep within her heart. Fortunately, the miracle of healing occurred and since then Maria Cristina has dedicated herself to serving the Lord. She knows that nothing comes from herself, but that everything is the product of Divine Grace.