La virtud del discípulo: El amor

Leiri Bocanegra was born in Villalba, Puerto Rico but now resides in Massachusetts with her Husband and four children. Leiri and her husband Gustavo met in their parish youth group, “Agape,” and have been serving together ever since! You can usually find them singing together at church events and retreats! Leiri works as the Coordinator of Outreach and Evangelization for St. Mary’s Parish in Cambridge, Massachusetts. She also has a nursing background in both Geriatrics and Pediatrics. She has been a member of the Holy Family Institute for six years and enjoys Family Ministry. Her biggest accomplishment has been becoming a mother. She enjoys being able to use social platforms to help other Catholic mothers connect and assist one another through the wonderful vocation of motherhood!
Seguir a Jesús es seguir el camino del amor. Parece fácil en la superficie, pero en realidad, todos sabemos que no lo es. El amor implica tomar decisiones que suelen ser muy difíciles. Requiere un corazón desinteresado. El amor real y auténtico va acompañado del sacrificio de uno mismo.
Para prepararnos para el amor sacrificial, Jesús nos pide que hagamos que nuestro amor por Dios sea primordial. “Si el hombre posee un fuerte apego a las cosas de la tierra, no puede poseer la verdadera caridad”. (San Máximo el Confesor) Cuando los apegos del mundo son más importantes para nosotros que el amor mismo, todo está perdido. Nos aferramos a los bienes materiales y sentimientos humanos que finalmente nos dejan vacíos y finalmente nos separan de Dios. Nos ahogamos en el intento de llenar nuestros vacíos sin darnos cuenta que lo único que nos llena es el amor… ¡amor a Dios y amor al prójimo!
Una vez que nos hemos librado de nuestros apegos terrenales, estamos listos para amar plenamente. Jesús nos llama a ayudar a los demás en el camino de esta vida, despojándonos de las necesidades propias y sirviendo a los demás sin juzgar. No podemos llamarnos cristianos si no somos capaces de ofrecer una mano amiga, una sonrisa alegre y un corazón fiel al prójimo. Servir es un sacrificio de adoración; es una manera de imitar a Cristo y de convertirse en sus discípulos. Sin amor es imposible servir, imposible entregarse e imposible dejar atrás nuestro egoísmo.
Amamos cuando el amor es correspondido; cuando no hay desprecio ni dolor, pero ¿y cuando no es correspondido? Es difícil dejar de lado nuestros caprichos, egoísmos y malos sentimientos hacia los demás, sobre todo cuando somos los únicos que lo hacemos. Esto se debe a que nos aterra ser vulnerables y tememos ser lastimados, pero, como nos dice Santa Teresa de Calcuta, “Para que un sacrificio sea real, debe costar, debe doler, debe vaciar nuestro ser”. ¡Qué sabias y hermosas palabras! ¿Y a usted? ¿Cuánto le cuesta amar?
¡Jesús enfrentó valientemente el sufrimiento para que pudiéramos salir de la oscuridad y ser iluminados por su luz! El amor de Jesús, por tanto, no era débil; fue su intención que nuestro amor fuera tan duradero, fuerte y persistente como el suyo. El pagó el precio máximo por su amor en la cruz, por eso nos dice lo siguiente: “El que no carga su propia cruz para seguirme, no puede ser mi discípulo”. (Lucas 14:27) Al echar la cruz sobre nuestros hombros, dejamos atrás el egoísmo. El egoísta no puede amar, seguir u obedecer adecuadamente. ¡Afortunadamente, la cruz pesa menos cuando la llevamos con amor! Recordemos que hay una gran promesa al final del camino: ¡la promesa de la vida eterna!
Afortunadamente, las gotas de sangre de Jesús no fueron derramadas en vano; ¡Fueron derramadas por amor a la humanidad! En este mundo temeroso del amor, recordemos nuestro papel como seguidores de Cristo y seamos verdaderamente ejemplos vivos del amor de Jesús en nuestros hogares, comunidades, iglesias y lugares de trabajo. ¡Aprendamos a imitar el amor altruista y dinámico de Jesús y pidamos a Dios la gracia de comprender el verdadero significado del amor para que podamos transmitirlo en nuestra vida diaria dondequiera que vayamos!