La Fe es lo Primero
Hay momentos difíciles en nuestra vida terrenal que impactan nuestra vida espiritual. En mi caso, cuando mi fe se distorsiona y me siento desconectado de Dios, siento que estoy caminando solo por un desierto árido. Me siento desanimado, deambulando sin energía y sin irradiar la alegría de otros días. Siento la tentación de culpar a Dios por abandonarme, aunque reconozco que es culpa mía, porque yo soy quien lo ha abandonado.
Nuestra fe no es algo que podamos usar un día y dejar de lado al siguiente. Es un modo de vida; algo para ser mantenido en la vanguardia. La fe es la certeza de la presencia de una fuerza magnánima y bondadosa ligada a nuestra existencia. Dios es esa fuerza poderosa entre nosotros que se comunica con nuestro espíritu a través de un lenguaje único llamado amor, que se desborda como un manantial. Ese manantial se convierte en un río caudaloso cuando compartimos el amor de Dios con los demás, porque a través de la fe y el amor estamos reflejando la cumbre más alta de nuestra existencia y esto agrada a Dios.
Con fe, distinguimos las fuerzas del bien y del mal. Por la fe somos movidos, expresamos reverencia, oramos e incluso luchamos. Sin embargo, la fe puede debilitarse, como una planta que no recibe agua, nutrientes y luz.
Al reconocer que las promesas de Jesús son perennes, podemos deshacernos de nuestro miedo a las amenazas que enfrentamos durante nuestra existencia en la tierra, y basar nuestra fuerza en la promesa audaz y definitiva de recibir y merecer la vida eterna. Al creer y confiar en esta promesa, nuestro espíritu se rejuvenece cada vez más con el tiempo. “Por eso no nos desanimamos. Porque, aunque por fuera envejecemos, por dentro nos rejuvenecemos de día en día”. (Corintios 4: 16)
¿Por qué entonces, nos olvidamos del amor más grande e importante, el amor de Dios y por Dios? Esta comunión íntima debe ser nuestro objetivo más importante. Tenemos gestos especiales de amor con nuestros seres queridos y nuestro corazón se regocija cuando recibimos muestras de agradecimiento por los dones que ofrecemos. ¿Por qué no usar estos mismos gestos con Dios?
¿Es correcto pasar días enteros sin pensar, aunque sea por unos segundos, en Dios? Si tenemos el gran privilegio de poseer los sentidos para apreciar la belleza de la naturaleza, el poder de una caricia o la ternura de una melodía, ¿por qué nos olvidamos de amar a Dios? ¿Por qué no agradecer a Dios por el placer de sentirse amado, conmovido, esperanzado y espiritualmente completo?
Cuando nuestro corazón está agradecido y somos capaces de apreciar que nuestra fe es un regalo de Dios, nuestra vida cambia. Este don, sin embargo, nos es dado a condición de que lo hagamos crecer, con nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, expresando el lenguaje del amor de Dios hasta alcanzar la madurez espiritual que nos permita esa fusión divina con el Espíritu Santo. La fe es nuestro proyecto de vida… una planta para nutrir… un vehículo para alcanzar las promesas divinas del cielo… una herramienta para eliminar nuestros miedos.
Aunque podamos ser atraídos, motivados y seducidos por la oscuridad del pecado, no debemos apartarnos de la luz de Dios. En cambio, debemos alejarnos de nuestro egoísmo, arrogancia e incapacidad para perdonar a los demás. ¿Cómo hacemos esto? Hacemos esto poniendo a Dios primero.
“Si decimos que estamos unidos con él, y al mismo tiempo vivimos en tinieblas, mentimos en palabra y obra. Pero si vivimos en la luz, como Dios está en la luz, entonces hay unión entre nosotros, y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado”. (Primera Carta de San Juan 1: 6-7)
Un día, mi hija Cristina le dijo a mi esposa: “Mamá, no entiendes… es Dios primero, luego Jesús, luego María, luego tú”. Que aprendamos de la sabiduría infinita de Cristina para hacer de Dios nuestra prioridad. ¡Gracias, Dios, por el don de la fe, ¡que ilumina nuestro camino y nos ayuda a transitar este mundo con amor y esperanza!
Fernando Dangond, MD, was born in Colombia, South America. He and his wife, Monica, live in Weston, MA, and have been blessed with two sons Daniel and David and a beautiful daughter, Christina (the inspiration behind Build the Faith) who left to be with the Lord 6 years ago.
Dr. Dangond, is a neurologist and scientist who works for a pharmaceutical company developing medicines to treat devastating neurological diseases.