El Camino de las Virtudes

Fernando Dangond, MD, was born in Colombia, South America. He and his wife, Monica, live in Weston, MA, and have been blessed with two sons Daniel and David and a beautiful daughter, Christina (the inspiration behind Build the Faith) who left to be with the Lord 7 years ago.
Dr. Dangond, is a neurologist and scientist who works for a pharmaceutical company developing medicines to treat devastating neurological diseases.
Fui un niño soñador. Era feliz en la finca de mis padres, recorriendo caminos agrestes y pedregosos, admirando la espesura del bosque, los frondosos árboles y escuchando el canto de los pajarillos silvestres. Con un alma aventurera, recuerdo haber escalado solitario un pequeño cerro, sin rasgos de albergar temor a lo desconocido. Esa inocencia me permitía fusionarme espiritualmente con el ambiente, y al volver con mis padres a la ciudad metálica y plástica, me invadía la nostalgia por volver al campo. Para mí, recorrer un camino del campo significaba libertad, serenidad, y paz.
En contraste, cuando fui soldado del ejército, durante un ejercicio escalando una montaña en las horas de la tarde con mis compañeros de pelotón, hice un alto en el camino para descansar mientras ellos seguían avanzando. Creí que sería fácil alcanzarlos poco tiempo después. Luego comprendí que me había extraviado y que había cometido un error de cálculo. Duré varias horas lleno de ansiedad, ya que entrada la oscuridad de la noche, tuve que atravesar la espesura de una zona selvática. Con gran esfuerzo, fui descendiendo a través de zarzales y enredaderas, hasta alcanzar la falda de la montaña y el valle donde se encontraba el campamento. En esta ocasión, la naturaleza que tanto amaba se volvió amenazante, hasta el punto de causar que temiera por mi vida.
Nuestra vida en la tierra está llena de experiencias como el campo sereno de mi niñez mezcladas con momentos de gran angustia, como la que experimenté cuando estuve perdido en la jungla. Lo que decidimos escoger entre el pecado y las virtudes nos lleva a que un día apreciemos el aroma exquisito de las flores, y otro día confrontemos una tormenta acechante. Nuestra odisea por el mundo requiere preparación, claridad para trazar nuestra trayectoria con el fin de cristalizar nuestros sueños, y especialmente habilidad y entereza para confrontar los grandes peñascos que bloquean nuestros caminos.
Un ejemplo de estos peñascos son las fuerzas sociales, políticas y económicas que confluyen en medio de una pandemia global, con resultados impredecibles para nuestro bienestar. También entran en choque las fuerzas espirituales del bien y del mal, enfrentándose las enseñanzas cristianas con el decaimiento moral de la sociedad, el desapego por la esencia pura y el precio inconmensurable de la vida humana, el afán por perseguir la guerra, la corrupción de los gobernantes, y la indiferencia de los gobernados. Estos son grandes peñascos que debemos confrontar. Como cristianos, debemos ejercitar y sostener nuestra fe. El poder de una fe sostenida por la acción nos da la entereza y confianza para confrontar cualquier situación adversa en este mundo y escoger el camino correcto
Para ejercitar la fe, es necesario que limpiemos nuestro espíritu de faltas, para hacer de él un recipiente de dones, permitiendo que se anide allí la luz vivificante del Espíritu Santo. La confesión es una herramienta mediante la cual el sacerdote nos ayuda a reconocer nuestra propia bancarrota, y nos impulsa mediante nuestra exposición de los pecados, a convertirnos en mejores cristianos. Esta desnudez espiritual es esencial porque sólo así se permite la entrada del poder de Dios, con sus múltiples gracias, a nuestro interior. Así logramos dirigirnos por el camino de las virtudes, y podemos realmente convertirnos, paradójicamente, en “pobres de espíritu”: llenos del amor de Dios, nos abandonamos en El, nos despojamos del orgullo y la soberbia, para entonces ensalzar al Espíritu de Dios y llevarlo por todas partes, enriqueciendo al mundo con su luz, como lámparas en un candelero.
En cada estación de nuestras vidas, debemos mirarnos en el espejo espiritual y hacer una revisión de nuestras manchas internas. Debemos luchar constantemente por inclinar la balanza, para que las virtudes siempre sean más voluminosas e impactantes que los pecados, y estos últimos se desvanezcan mediante la confesión y los cambios de comportamiento. Un alma virtuosa, descontaminada, es templo maravilloso del Espíritu Santo. En vez de culpar a Dios cuando sentimos que está ausente, revisemos qué tan preparados estamos para recibirlo, interiormente.
Al obtener el sello del Espíritu Santo, recibimos la promesa de Jesús que nunca estaremos desamparados durante las pruebas de la vida, y aún más, el Espíritu mismo nos defenderá y nos guiará por caminos repletos de virtudes:
“Y cuando os lleven y os entreguen, no os preocupéis de antemano por lo que vais a decir, sino que lo que os sea dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.” Marcos 13: 11.
Escojamos seguir, mediante nuestra fe en el Creador y en la compañía del Espíritu Santo, el camino de las virtudes.