Mantenerse cerca de Dios en momentos buenos y momentos difíciles
La mayoría de nosotros instintivamente buscamos a Dios cuando la vida se siente pesada: cuando llega un diagnóstico, cuando se pierde el trabajo, cuando una relación se rompe o cuando alguien que amamos está sufriendo. El dolor rápidamente nos pone de rodillas. En esos momentos, rezar se siente como respirar. Es fácil hablar con Dios cuando la vida pesa; cuando estamos estresados, asustados o inseguros. Rezar se siente natural.
Pero la vida nunca se queda en un solo lugar. En un momento estamos celebrando, y en el próximo tratando de mantenernos a flote. Hay épocas esperanzadoras y emocionantes, otras son pesadas y confusas, y algunas son lentas y silenciosas. La vida es impredecible, y los cambios llegan sin aviso.
Sin embargo, la presencia de Dios es el único hilo constante tejido a través de cada temporada de nuestra vida. El objetivo no es simplemente sobrevivir a los tiempos difíciles, sino caminar con Dios tan cerca que cada momento tenga sentido. Cada época tiene un propósito. Cada temporada contiene una lección. Cuando permanecemos cerca de Dios, no perdemos el significado del momento.
Mantenerse cerca de Dios no debería ser algo que hacemos solo cuando los tiempos son duros. Nuestra relación con Dios no está destinada a ser una salida de emergencia; más bien la ide es que sea el camino que recorremos cada día, en la alegría y en la tristeza, en la celebración y en el dolor, en la abundancia y en la necesidad.
La verdad es simple: la relación que cultivas en tiempos de paz es la que te sostiene en tiempos de crisis. Cuando caminamos cerca de Dios en las temporadas de calma, construimos una memoria espiritual que nos sostiene. Así, cuando las tormentas llegan, y siempre llegan, nuestro corazón sabe a dónde volver. Su voz es familiar. Su consuelo se siente natural.
Permanecer cerca de Dios significa invitarlo a los momentos ordinarios: los alegres, los desordenados, los silenciosos. Es como la amistad: si solo hablas con alguien en emergencias, la conexión se siente débil. Pero si hablas con frecuencia, confías profundamente cuando más importa.
Te animo a hacer tu relación con Dios parte de tu vida diaria. La fe se vuelve sostenible cuando forma parte de tus rutinas. Comparte con Dios tus decisiones, tus relaciones y tus responsabilidades diarias. Usa momentos como el trayecto al trabajo, el ejercicio o preparar la comida como oportunidades para reconectarte con Él. La fe no tiene que estar separada. No necesitas esperar el momento perfecto ni la oración perfecta. Se trata de comunicación y conexión constantes.
La vida cambia constantemente. Pero Dios no. Mantenerse cerca de Él no se trata de esforzarse más o de ser perfecto; se trata de permanecer abierto, atento y conectado. A través de la oración, el servicio, la adoración, la gratitud, la comunidad y la conciencia diaria, tu relación con Dios se convierte en el ancla firme que te acompaña en cada transición.
La vida puede cambiar, pero tu cercanía con Dios no tiene por qué hacerlo.
Maria Eugenia was born in Caracas, Venezuela, the oldest of four siblings. She lives in Bolton, Massachusetts with Alex, her husband of 22 years, and Rocky, their 2-year old French Bulldog. Alex and Maria Eugenia are parents to twin boys Carlos and Luis, 18, both college Juniors. Maria Eugenia was raised in a Catholic family, though her Catholic faith had not always been present in her life. Maria Eugenia was inspired by Christina’s journey and by the beautiful way in which her parents and close friends choose to maintain her legacy. Christina’s faith has reframed her perspective of life and has given her a newfound source of strength and purpose.
