Haz visible tu fe
Me encantan las pulseras de la amistad. Me encanta que son como una invitación para hablar con extraños y hacer nuevos amigos. Me encanta que puedes poner palabras en ellas; palabras que tienen significado, como canciones favoritas, nombres de artistas, o, en mi caso, mis valores fundamentales. Tengo cinco pulseras de la amistad que uso casi todos los días. Las palabras que elegí para cada una de ellas son: “Familia”, “Mamá”, “Mom”, “Sigue adelante” y “Con Dios”.
La pulsera de la amistad que dice “Con Dios” llevó a un intercambio muy significativo en el lugar menos esperado: la oficina. Estaba sentada en una sala de conferencias esperando que comenzara una reunión cuando la persona a mi lado me preguntó: “¿Te importaría contarme un poco más sobre tu pulsera de la amistad, la que dice ‘Con Dios’?”. Me sorprendió un poco la pregunta. La oficina es un lugar tan estéril. Hay tantas restricciones para ser uno mismo. Se espera que seas neutral, distante y, en cierta medida, impersonal. Es tan fácil hoy en día ofender a alguien si usas el pronombre incorrecto o la palabra equivocada. La pregunta sobre mi fe era tan personal. ¿Cómo responder sin meterme en problemas? No tenía mucho tiempo para pensar en la respuesta, la reunión estaba a punto de comenzar, así que respondí con algo simple: mi fe es muy importante para mí, mi vida es mejor con Dios y para Dios. La persona asintió suavemente, comenzó la reunión y pasamos a otro tema.
Un par de días después, recibí de la misma persona una invitación a una reunión. Llegué completamente preparada para los posibles temas que podríamos discutir, excepto que él quería hablar nuevamente sobre mi fe. Tuvimos una conversación significativa y sincera sobre lo que Dios ha hecho en mi vida, y él se sintió cómodo compartiendo su experiencia. Su camino de fe había sido complicado, y no se sentía cercano a Dios. Pero vio la pulsera de la amistad y la conversación conmigo como una señal; una invitación de Dios para reavivar su relación con Él.
Este intercambio me hizo reflexionar sobre cómo hacer que mi fe sea más visible, no como una imposición, sino como una parte de mí. Una parte fundamental de mí. Un mes después, en un almuerzo de trabajo con un grupo grande de personas, noté a alguien en nuestra mesa profundamente inmerso en oración. Cuando terminamos de comer, me acerqué y le dije cuánto me había conmovido verlo, a él, un ejecutivo de muy alto nivel, tan concentrado en oración en un entorno tan público. Claramente se sorprendió y, por un instante, pensé que había cometido un error, excepto que el dijo: “Me encantaría hablar contigo sobre tu fe y tu ministerio”. En dos horas, su asistente había programado una reunión conmigo.
En esa reunión le conté sobre mi camino de fe, sobre Build the Faith y sobre su fundadora Christina Dangond. Al final de la reunión, estaba con lágrimas en los ojos y emocionado, y me preguntó si podía unirse a mí en oración por Christina y su mamá, Mónica. Pensé en las otras personas que compartían la cafetería de la oficina con nosotros; debía de ser una escena inusual.
Ahora nos reunimos mensualmente, y simplemente oramos por unos minutos y hablamos sobre el trabajo de Dios en nuestras vidas. En los últimos meses, ha habido varios intercambios como estos dos. Completos desconocidos queriendo saber más sobre mi fe y compartir su propio camino, a veces de manera más tímida que otras. Creo firmemente que, en estos tiempos confusos, muchos de nosotros estamos buscando acercarnos más a Dios, sentirnos amados, protegidos y guiados por Él. El amor de Dios parece ser lo único que nunca cambia; siempre está allí, sin condiciones ni preguntas. Colectivamente estamos descubriendo que, en medio del caos y el ajetreo de la vida moderna, Dios es realmente la única fuente de paz. Estos encuentros de fe “aleatorios” no son aleatorios en absoluto. Verdaderamente son la realización de que, a medida que el mundo se vuelve más complicado y para muchos más doloroso, cada vez más necesitamos la paz que solo Dios puede dar, y encontrar a Dios puede ser más fácil y más fructífero si alguien camina junto a nosotros.
Te invito a hacer visible tu fe, a compartir tu camino y a hablar con orgullo de tu relación con Dios. ¡Tantas, tantas personas están listas y aún más lo necesitan!
“No tengan miedo de abrir de par en par las puertas a Cristo”. San Juan Pablo II
Maria Eugenia was born in Caracas, Venezuela, the oldest of four siblings. She lives in Bolton, Massachusetts with Alex, her husband of 22 years, and Rocky, their 2-year old French Bulldog. Alex and Maria Eugenia are parents to twin boys Carlos and Luis, 18, both college Juniors. Maria Eugenia was raised in a Catholic family, though her Catholic faith had not always been present in her life. Maria Eugenia was inspired by Christina’s journey and by the beautiful way in which her parents and close friends choose to maintain her legacy. Christina’s faith has reframed her perspective of life and has given her a newfound source of strength and purpose.