Cuando Dios está muy ocupado manda un amigo.
Crecí en una familia hispana típica, con muchos tíos, tías, primos, y por encima de todo unos abuelos cuya única misión en la vida parecía ser educarnos y consentirnos en partes iguales. Mi niñez, como seguramente es el caso para muchos de ustedes, me recuerda colores, sabores y sonidos muy particulares, Recuerdo los pañuelos coloridos de mi abuela, las manos arrugadas y firmes de mi abuelo, y el olor intenso del perfume de mi madrina. Recuerdo las chupetas moradas que nos daba mi tía, el olor a sudor y tierra después de jugar al escondite con mis primos, y el sonido de la puerta de la casa cuando mi papá regresaba del trabajo. Recuerdo con claridad el color rojo del brillo de “Hello Kitty” que tenía mi hermana, el olor de la cuna de mi hermanita y el sonido de la voz de mi Mamá.
De todos esos recuerdos maravillosos hay uno que esta particularmente grabado en mis sentidos, y es el olor de las velas que mi abuela tenía en el altar casero que había creado para una pequeña estatua del Sagrado Corazón de Jesús. De pequeña, ese lugar me llamaba mucho la atención y un día decidí preguntar para que era. La respuesta de mi abuela fue que era para pedirle a Dios que si estaba muy ocupado nos mandara un amigo. En ese momento tenía 8 años, y recuerdo haber pensado que era una forma curiosa de pedir un amigo. Y, además, ¿Para que necesitamos que Dios nos mande un amigo?
Resulta ser que Dios tiene los mejores amigos, y los que nos manda son perfectos para las situaciones que estamos viviendo.
Cuando la vida se pone difícil y siento que no quiero seguir adelante Dios me manda amigas que me acompañan en el camino, me empujan a seguir adelante y me recuerdan que Dios tiene el control. Cuando el trabajo domina mi tiempo y todo parece girar en torno a mis obligaciones laborales Dios me manda amigas que me mantienen humilde y me recuerdan cuales son los verdaderos triunfos en la vida.
Tengo amigas que no esperaba tener, y que aparecen de pronto para enseñarme a no tomarme la vida con tanta seriedad. Sus puntos de vista son tan distintos a los míos que sin darse cuenta me han enseñado a querer, respetar y aceptar a las personas por lo que son, y no por lo que yo quiero que sean.
También tengo amigas que me desesperan, me sacan de quicio y me vuelven loca, y al mismo tiempo me hacen dar cuenta que lo que pensaba que eran sus fallas y sus malos hábitos son realmente partes de mi personalidad con los que he batallado toda la vida. Esos amigos son mensajeros de Dios que me enseñan a ser tolerante, y paciente. Y por supuesto también tengo amigos que realmente no son amigos. Que de alguna manera han tomado ventaja de mi o me han causado dolor. Dios los puso en mi camino para enseñarme a perdonar, a tener compasión y a ser amable.
A lo largo de los años he aprendido a esperar esos amigos especiales que me manda Dios. Algunas veces soy yo quien le pido que me mande un amigo para ayudarme con alguna situación que no logro ver con claridad, y otras veces simplemente aparecen para hacerme ver algo que no sabía que necesitaba. Y siempre, siempre, traen un mensaje único de Dios; una lección perfecta para la situación que estoy viviendo, y que solo Dios sabía que existía. Y no siempre me doy cuenta inmediatamente de los amigos que me manda Dios, o algunas veces no los recibo con los brazos abiertos, particularmente cuando me traen verdades difíciles de aceptar. Pero con el tiempo, entiendo lo acertada que es su presencia en mi vida, y como solo Dios pudo haberme mandando esa amiga.
Estoy haciendo un gran esfuerzo por ser uno de esos amigos que manda Dios. Quiero prestar atención a las personas que necesitan ser vistas; que necesitan cariño, aceptación y amor. Estoy más consiente de las muchas formas que hay de ayudar a otras personas, a lo mejor aliviar un poquito su cruz, o simplemente acompañarle. Quiero ser capaz de ver a las personas que están pasando por un momento difícil, que están solas, o que necesitan ser celebradas y reconocidas. Me doy cuenta que últimamente estoy buscando intencionalmente a las personas que no hacen contacto visual, a los que quieren pasar desapercibidos o que se ven tristes. Quiero acercarme a la persona que esta callada en el rincón, la que parece sola o que se ve asustada. Quiero hablar en el supermercado con la mamá que se ve exhausta, o con el empleado en el departamento de Contaduría que nadie parece notar, pero siempre está allí.
Le pido a Dios todos los días que me llame cuando está muy ocupado. Quiero ser uno de esos amigos que él me ha mandado. Porque a pesar de todas mis fallas e imperfecciones voy a hacer mi mejor esfuerzo en su nombre.
“Oh Maestro, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar,
ser comprendido como comprender,
ser amado como amar”
San Francisco de Asís

Maria Eugenia was born in Caracas, Venezuela, the oldest of four siblings. She lives in Bolton, Massachusetts with Alex, her husband of 22 years, and Rocky, their 2-year old French Bulldog. Alex and Maria Eugenia are parents to twin boys Carlos and Luis, 18, both college Juniors. Maria Eugenia was raised in a Catholic family, though her Catholic faith had not always been present in her life. Maria Eugenia was inspired by Christina’s journey and by the beautiful way in which her parents and close friends choose to maintain her legacy. Christina’s faith has reframed her perspective of life and has given her a newfound source of strength and purpose.