Adiós a los Temores

Fernando Dangond, MD, was born in Colombia, South America. He and his wife, Monica, live in Weston, MA, and have been blessed with two sons Daniel and David and a beautiful daughter, Christina (the inspiration behind Build the Faith) who left to be with the Lord 7 years ago.
Dr. Dangond, is a neurologist and scientist who works for a pharmaceutical company developing medicines to treat devastating neurological diseases.
Llegamos inocentes al nacer, a un mundo maravilloso e insondable, pero también lleno de giros y vueltas inimaginables. Nunca estamos preparados para confrontarlo todo, superarlo todo, triunfar sobre todo. Estamos destinados a experimentar momentos de felicidad, amor y gozo, pero también de grandes tristezas y desilusiones. Gradualmente nuestra feliz inocencia le da paso a la suspicacia, al resentimiento, y al desconsuelo. Así es la vida en nuestro bello pero impredecible planeta tierra.
Esa incertidumbre de no saber exactamente nuestro propósito real, no conocer nuestra identidad, no poder prevenir tragedias, no saber qué nos depara cada día que llega, nos llena de un temor permanente, una angustia tenue, como un tiburón bajo el agua, siempre queriendo salir a flote, para amedrentarnos o sorprendernos. Buscamos entonces espadas y redes para ahuyentar a ese tiburón llamado temor, pero nuestros esfuerzos son en vano. La incertidumbre es transparente, y al mirar hacia las aguas, atisbamos una y otra vez al tiburón acechante bajo la superficie. ¡Pero les tengo una buena nueva! Esa angustia existencial que todos experimentamos en diferentes grados solo puede mitigarse, allanarse, disolverse, con la confianza en sabernos destinados a ser reconocidos como hijos de Dios.
“Aunque pase por el más oscuro de los valles, no temeré peligro alguno. Tu vara y tu bastón me inspiran confianza” dice el Rey David en el Salmo 23. Un Rey poderoso en hechos, pero grande en humildad, reconoce su condición de oveja del rebaño del Creador. Esto elimina totalmente sus temores. De igual manera, Jesús nos insta a no temer, al prometer que, al resucitar y ascender al cielo, podrá entonces enviarnos al Consolador, al Espíritu Santo, quien será nuestra guía, nuestro Norte, la vara y el bastón del Gran Pastor para seguir hacia El Camino, La Verdad y La Vida.
¿Te puedes imaginar cuán diferente sería tu vida en la tierra, si cada día existieras sin un ápice de miedo? Si cada discusión, conflicto, malentendido o disturbio podrían ser confrontados con la mayor serenidad posible, sin estrés, ¿sin angustia? Cuando buscamos la bendición de Jesús, anhelamos precisamente esa paz espiritual que no puede ser descrita por la mente humana, esa paz con la cual nos inunda el Espíritu Santo para garantizarnos la felicidad completa aquí en la tierra.
¿Cuándo fue la última vez que invocaste al Espíritu Santo? ¿Cuándo abriste tu corazón la última vez para crear esa vasija preciosa para recibirlo? ¿No lo has hecho por no creerte digno? Te invito a que invoques diariamente la presencia del Espíritu Consolador de Dios en tu vida. Eres digno de recibirlo siempre y cuando declares ser un hijo amado de Dios. Ese Espíritu Santo es el regalo magnífico que nos dejó Jesús, y es nuestra identidad y la verdadera fuente de nuestra felicidad. Si lo llevas por dentro, te convierte en un ser de luz, en una lámpara radiante, para sacar de la oscuridad al prójimo. ¡Demos la bienvenida al Espíritu Santo y digamos adiós a los valles oscuros, a los temores de este mundo!