Somos Cristo para los demás
El 13 de mayo de este año, fui ordenado diácono de transición en la Catedral “Holy Cross” de Boston y fui asignado a la Parroquia de la Inmaculada Concepción en Marlborough, MA. Mi ordenación llegó al final de mis tres años de trabajo de misionero itinerante; el primer año y medio lo pasé en Kansas y Missouri y el segundo año y medio en el norte y centro de California. Sin embargo, a medida que me acercaba el día de la ordenación, varias preguntas rondaban por mi cabeza “¿Estoy listo? ¿Sé en lo que me estoy metiendo? ¿No soy demasiado joven? A pesar de mis dudas, durante los retiros de preparación para la ordenación, Dios me respondió claramente a través de una palabra del Evangelio de Juan que me dio una gran paz: “Yo soy la vid, y ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y Yo en él, da mucho fruto; porque separados de mí nada pueden hacer”. (Juan 15:5) Volví a recordar que desde el principio era Dios quien me había llamado a esta vocación, a pesar de mi resistencia. Finalmente comenzó a crecer en mí el deseo de la vocación, y el mismo que me llamó sería también el que me daría las gracias para vivirla. Esto fue especialmente evidente durante mi tiempo de trabajo itinerante.
Viajar tanto marca un gran cambio en nuestra formación, ya que pasamos de tener todo organizado en el seminario a no tener ningún tipo de seguridad, como un lugar para dormir o comida para alimentarnos. Durante mis viajes, ví como El Señor no solo me acompañó, sino de alguna manera, también precedió a mi llegada. Esto se hizo evidente, cuando partimos hacia Kansas con solo un automóvil, sin tener dónde quedarnos. Cuando llegamos, de repente nos encontramos con un sacerdote que pasó a decirnos que había estado orando, pidiendo a San José ayuda para su parroquia mediante una consagración de treinta y tres días, y al trigésimo tercer día, el equipo de misioneros y yo llamamos a su puerta ofreciéndole nuestra ayuda. La providencia de Dios no se detuvo ahí. Tanto en el Medio Oeste como en California, donde tuvimos la oportunidad de trabajar de cerca con jóvenes y sus familias, cada uno de ellos con diferentes problemas, vi que a través de mis pruebas, dudas sobre la fe, rebelión contra mis padres y la iglesia, y luchas con los atractivos del mundo como las drogas y las fiestas, Dios estaba redimiendo mi historia, ayudándome a ver mi vida como santa; y como medio para llegar a otros que se encontraban enfrentando los mismos problemas que yo había enfrentado. Por ejemplo, recuerdo a un joven en California que me dijo cómo sentía que Dios lo estaba llamando al sacerdocio, pero se encontraba luchando contra el llamado a la vocación sacerdotal, pensando en su carrera y en el sueño de una esposa e hijos. Aunque él no se dio cuenta, estaba describiendo lo que me había pasado, lo que me llevó a compartir mi experiencia con él, contarle que cuando finalmente me rendí a la voluntad del Señor, El no me decepcionó y nunca he sido más feliz. Hoy ese joven se está preparando para ingresar al seminario en el otoño.
Estas experiencias, unidas a las escrituras que me dieron para reflexionar durante mis retiros, me reafirmaron cuán preciso es Dios en la misión que nos confía. Dios ha querido llegar a un grupo específico de personas a través de la vida que nos ha dado a cada uno de nosotros; y, si nos está llamando, es hora de movernos sin dudar, porque hay personas esperando encontrar a Cristo a través de nosotros y el tiempo de Dios siempre es perfecto.
Mi ordenación fue hace dos meses y recuerdo haber aprendido que el Sacramento del Orden Sagrado nos marca con una huella que no se puede quitar. No necesariamente me siento diferente físicamente, pero lo que sí siento es un fuerte impulso para servir. Ya no cuestiono si esta es la voluntad de Dios para mi vida. Estando en la parroquia, Jesús me acompaña con las mismas palabras de Cristo en el Evangelio de Juan, y cada vez que soy llamado a servir, ya sea predicando, realizando el sacramento del bautismo o enterrando a los muertos, la oración me ayuda a darme cuenta que la gente no me busca a mí sino a Jesucristo. Me tranquiliza observar la acción de Dios en mi vida y en la vida de los demás y me anima a apartarme para que El pueda cumplir la obra que ha comenzado. Sin lugar a duda, soy solo un novato, pero las personas que he llegado a conocer en la parroquia, el párroco y el vicario parroquial, ¡son unos excelentes maestros! Aunque acabo de comenzar, con buenos maestros y El Maestro Divino, ¡no podría estar más feliz como discípulo!
Fr Gabriel, the fourth of six children, was raised in a Catholic family in Framingham, Massachusetts. By the end of high school, he felt a clear calling to the priesthood, though he initially struggled to accept this vocation. Pursuing his dream of studying art, he found himself continually confronted by the question of his vocation. Eventually, Gabriel decided to stop running and went to the Domus Galilee in Israel for a period of discernment. This pivotal decision allowed him to embrace his calling. Father Gabriel was ordained as a priest in May 2024 and is currently serving at the Immaculate Conception Parish in Marlborough, Massachusetts.