¿QUÉ VAMOS A COMER?
MariaCristina was born in Santa Marta, Colombia on the day of Our Lady of the Miraculous Medal. Because of this gift from Heaven, she took a deep love for the Blessed Virgin Mary and, together with her husband and children, she has consecrated her life to Mary. She knows that Our Lady is truly her mom who helps her in all aspects of her life.
At the age of 32, Maria Cristina was diagnosed with breast cancer and began to live a stage in her life full of physical suffering, but also a life filled with grace and blessings. It was then, in those moments of loneliness and isolation, that she was able to experience God’s Love and hear His Voice deep within her heart. Fortunately, the miracle of healing occurred and since then Maria Cristina has dedicated herself to serving the Lord. She knows that nothing comes from herself, but that everything is the product of Divine Grace.
El jardín de la casa que el Señor nos ha permitido administrarle, tiene árboles frutales y, en la parte de atrás, un pequeño riachuelo bordeado de grandes árboles que dan sombra y, a su vez, son un corredor ecológico del que disfrutan varias especies de aves y, de vez en cuando, manadas de monos.
Me gusta empezar el día orando Laudes y lo disfruto mucho cuando lo hago frente a este jardín, pero hace algunos días, luego de sentarme cómodamente, cerrar mis ojos y disponerme para mi primer encuentro del día con Dios, me pareció que alguien me miraba, lo que me llevó a abrir los ojos y buscar directamente en las ramas del árbol de guayaba que estaba justo frente a mí. Me sorprendió que había una pequeña carita mirándome fijamente…¡era un pequeño mono degustando una guayaba! Entonces me di cuenta de que no estaba solo, cerca de él había un mono más grande y más allá otro más grande todavía. Noté que comían con mucho gusto las guayabas y luego tiraban el resto y escogían una más y luego otra y otra. Esta escena se ha repetido por días, muy temprano en la mañana y cerca del mediodía… el árbol está en plena cosecha y la producción está buenísima. Observándolos, asumo que es una familia de 3 miembros que ha encontrado en mi jardín un verdadero manjar, y mientras el árbol produzca guayabas, ellos vendrán cada día a desayunar y almorzar. Una vez quedan saciados, se van y siguen su camino por el corredor de grandes árboles.
En oración, daba gracias a Dios por la creación, todo lo hizo tan perfecto que ninguna de nosotras, sus creaturas, tendría por qué sufrir o padecer por no tener que comer o dónde vivir. El Señor ha prometido proveer a nuestras necesidades. En cuanto a nosotros, hijos suyos, el Señor nos ha dicho en Mateo 6,33: “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas las cosas se les darán por añadidura”. El mismo Señor que sació el hambre de 5,000 personas con solo cinco panes y dos peces, que alimenta cada día esta simple familia de monos, ha prometido satisfacer también nuestras necesidades. ¿Cómo lo hará? Frecuentemente utiliza diferentes medios para cuidar de nosotros. Lo que debemos hacer es confiar plenamente en Él, en la forma que elegirá para proveer nuestras necesidades. Si creemos en Su promesa podemos sentirnos tranquilos y estar contentos. El Señor nos enseña a estar contentos cuando nuestras necesidades básicas están satisfechas. Recordemos la Carta a Timoteo 6,8 que nos enseña “mientras tengamos comida y vestido, estamos contentos con eso”, pero no confundamos las necesidades con los deseos, una cosa son las necesidades básicas de la vida (alimento, ropa y techo) y otra los deseos que son algo más allá de las necesidades. Si bien el Señor nos permite tener deseos, no nos ha prometido satisfacerlos todos.
Nuestro Señor nos pide abandonarnos en la Providencia del Padre Celestial que cuida de las más pequeñas necesidades de sus hijos, nos pide que no andemos preocupados diciendo: ¿qué vamos a comer? ¿qué vamos a beber?, o ¿tendremos ropa para vestirnos? Porque sólo se afanan por estas cosas los que no conocen a Dios, ya que el Padre del Cielo, Padre nuestro, sabe que necesitamos todo eso. (Mateo 6,31-32)
Tomemos cada día como un regalo de la Providencia de Dios; un regalo que no es una caja vacía por dentro, sino una caja llena de lo que necesitamos para satisfacer nuestras necesidades básicas. Nuestro trabajo, entonces, es hacer las cosas con calma y orden y, lo más importante, permanecer en Dios, confiando siempre en Él.