Lázaro está siempre entre nosotros
Después de estar un año en Missouri y Kansas, en estos momentos me encuentro en San Francisco, California; donde estaré aproximadamente un año realizando mi trabajo como misionero. Lo que llama la atención de la ciudad es la cantidad de gente que vive en las calles. Algunas calles tienen entre cinco y diez carpas al mismo tiempo, y algunas veces puedes sentirte como si estuvieras en la sala de una casa.
Un día estaba entrando a la rectoría en la Misión del Distrito donde me estoy quedando, cuando oí una grabación de una mujer rezando el rosario. A medida que me acercaba al edificio el volumen de la grabación subía. Para mi sorpresa, allí, en los escalones de la entrada principal de la rectoría, había un hombre con dos mochilas, aproximadamente 10 rosarios colgados de su cuello y una corneta de donde venían las oraciones. Se cubría con un paraguas, aunque era un día soleado y no parecía que iba a llover. No me pidió nada, solo siguió sentado, rezando su rosario. Me le acerqué y le pregunté si podía rezar por mí también y me dijo “encantado”. Entonces le pregunté su nombre y al principio no podía creer lo que oía. “Mi nombre es Lázaro”, me dijo.
Hace algunos años, cuando estaba en el seminario, había escrito un ensayo de una de mis parábolas favoritas, El Hombre Rico y Lázaro, y ahora, en frente de mis ojos, ¡la parábola se hacía real! En mi “puerta” estaba un hombre pobre llamado Lázaro. Le di el dinero que tenía en el bolsillo y tomé mi Biblia para leer con él la parábola. Cuando llego el momento de irme le di las gracias y le recordé que su nombre significa “Dios es mi ayuda”.
He reflexionado sobre esta experiencia una y otra vez, y me recuerda algo que un sacerdote me dijo una vez, “muchas veces nuestro nombre de bautizo indica la verdadera misión que el Señor nos quiere confiar”. Se me ocurrió entonces que la misión de este Lázaro era ser ayudado por la gracias de Dios en su pobreza.
En mi preparación para el Sacerdocio, es fácil caer en la provocación de pensar en mis defectos, lo que me lleva a sentirme que no voy a dar la talla para la vocación que el Señor me ha dado, pero entonces pienso en Lázaro y me hace pensar en mi propio nombre, Gabriel, que significa el poder de Dios. Indica una característica no de mi propio poder, sino más bien del poder de Dios. Esto también me lleva a recordar las palabras de mi Rector que una vez me dijo, “Dios no escoge al preparado, pero siempre prepara a los que escoge”. En otras palabras, mi pobreza, como la de Lázaro, mi debilidad, no es una calamidad, si no la puerta a través de la cual el Señor busca manifestar su propio poder y gloria. Si ese es el caso, como dice San Pablo, “Yo con todo gusto mostraré mis debilidades, para que el poder de Cristo descanse sobre mi”.
The fourth of six children, Gabriel was raised in a Catholic family in Framingham, Massachusetts. By the end of High School, it was clear to him that God was calling him to the priesthood, but the difficulty was accepting the vocation. Gabriel first tried to fulfill his dream of studying art, but for some reason, the question of the vocation would not leave him alone. He decided to stop running and went to the Domus Galilee in Israel for a time of discernment. This decision was pivotal because it was there that Gabriel was able to say yes to God’s call. Gabriel has now completed his third year of seminary and has been ordained as a transitional deacon. He is currently serving at the Immaculate Conception Parish in Marlborough, Massachusetts.