Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo*.
“Ya que no puedes hacer el bien a todos, debes prestar especial atención a aquellos que, por los accidentes del tiempo, el lugar o las circunstancias, llegan a tener una conexión más estrecha contigo”. San Agustín de Hipona.
El ministerio de Jesús es un ejemplo de la importancia de la unión de los pequeños grupos de personas (primeros discípulos) que más tarde se diversifican y forman otras comunidades con los mismos intereses, donde la Gracia de Dios está siempre presente. Yo he tenido la gran fortuna de haber conseguido un gran apoyo espiritual por parte de estos grupos. Los pequeños grupos en los que participado son: mi familia, el Comité de la Parroquia de San Vicente de Paul, la Comisión de Justicia Social, grupos diarios y semanales de rosario (como Build the Faith), Grupo de Maestros de Formación en la Fe, y “Pequeños Grupos” que se reúnen durante el otoño y la Cuaresma, donde se reflexiona acerca de las escrituras y como poder conectar nuestras experiencias a ellas.
Esos “Pequeños Grupos”, donde la fe es lo más importante, han tenido un impacto muy grande en mi vida. Me he podido dar cuenta, que las personas que dirigen esos grupos, conocidas como Facilitadores, no necesitan tener un entrenamiento teológico, y generalmente son muy generosas y siempre están abiertas a recibir a los integrantes de esos grupos en sus casas; allí se llevan a cabo discusiones muy sutiles y llenas de fe. A través de los “Pequeños Grupos”, se han conocido muchas personas, y también se han originado cadenas de oración para ayudar a través de nuestros rezos a conocidos y desconocidos. Lo maravilloso de estos grupos es que no se necesita estar reunidos en persona para poder compartir y crecer en la fe; esto quedó demostrado con las restricciones que nos impusieron con la aparición del COVID19, cuando no se permitían reuniones en persona.
Estos “Pequeños Grupos” funcionan de una manera muy sencilla. Se utilizan las lecturas (generalmente se leen las que corresponden al domingo de la siguiente semana) y se enfocan en una pregunta que tenga relación con las lecturas. Aquí nadie tiene la expectativa, especialmente el Facilitador, de escuchar puntos de vista profundamente teológicos. De hecho, el Facilitador está entrenado para no dejarse tentar y no contestar directamente. Lo único que se le pide al grupo es que reflexionen acerca de las lecturas, y que a medida que se vayan sintiendo cómodos, que recen por la necesidad que tengan.
Como cristianos, estamos llamados a construir comunidades que sean significativas; donde podamos encontrar a Jesús en nuestra adoración, donde podamos crear un impacto a los demás; y donde seamos capaces de relacionarnos con nuestros semejantes. Para San Pablo esa habilidad que poseemos para amar de verdad y servir a los demás, sólo es posible porque Cristo nos mostró la manera de hacerlo. Reconociendo la presencia de Dios dentro de esas comunidades pequeñas es la mejor vía que tenemos para crecer en la fe y en las virtudes. Eran obvios el amor y el aprecio que San Pablo expresó por estas comunidades, cuando comenzaba cada una de sus epístolas. Se generan gran cantidad de amistades verdaderas, producto del compartir en estos “Pequeños Grupos”.
Como San Pablo, yo disfruto mucho la camaradería con aquellos que comparten mi fe. Reunirse después de misa con los miembros de los “Pequeños Grupos” es maravilloso, porque estamos interesados en seguir conectados a través del Cuerpo de Cristo. Como resultado de los “Pequeños Grupos”, el retiro anual de nuestra parroquia es mucho más significativo, y por otro lado, la participación en las campañas parroquiales, la Sociedad de San Vicente de Paul y otras iniciativas parroquiales son más exitosas.
En los “Pequeños Grupos”, se descubre la palabra y sus significados, y también se crean muchas conexiones entre sus integrantes. Se invita a todo el mundo a estar más cerca de Jesús. Los participantes de los “Pequeños Grupos” entienden que compartir la palabra es también compartir la vida con los demás…con confianza y alegría.
*Mateo 18:20.
Colm Is a Deacon in the Archdiocese of Boston and a prison Chaplain. He and his wife Julie have 4 adult children and 2 grandchildren. His Catholic faith has always been a central part of his family and work life and is a source of endless joy.