Llévame, Dulce Pastor, hacia Aguas Tranquilas
Es difícil encontrar el silencio en este mundo lleno de ruidos; pero es aún más difícil encontrar ese silencio dentro de nosotros. Muchas veces compiten con nuestra atención; nadie es capaz de llevarnos al lugar que anhela nuestro corazón cansado, excepto la voz del Buen Pastor. Aunque Jesús habla de diferentes maneras, a través de diferentes circunstancias y eventos, especialmente a través de la Sagrada Escritura; su voz se escucha mejor cuando estamos en silencio.
La Madre Teresa era muy buena practicando el silencio interior. Cuando estuvo de visita en Boston, ofreció a las personas que fueran a visitarla, unas tarjetas muy pequeñas que tenían escritas las siguientes palabras:
El fruto del silencio es la Oración
El fruto de la oración es el Amor
El fruto del amor es el Servicio
El fruto del servicio es La Paz
La Madre Teresa, una mujer de paz; siempre estuvo atenta a la voz del Buen Pastor. Ella cultivó el silencio interior frente al Santísimo Sacramento, a pesar todas sus ocupaciones. Jesús nos habla en el silencio de nuestro Corazón; especialmente frente a su presencia real en el Santísimo Sacramento, pero necesitamos aprender a entrar en ese silencio interior sin miedo, o perderemos su voz, y peligrosamente seguiremos a la voz equivocada.
Cuando era una niña, escuché la voz del Buen Pastor. Fue durante una visita al señor en la capilla de la escuela a la que yo asistía. Me cautivó la belleza de todo lo que rodeaba al Sagrario: las flores, el velo blanco tan delicado que lo cubría, el mantel blanco en el altar, el crucifijo… Experimenté mucha paz y alegría al estar junto a Dios. Quería estar allí para siempre…siempre cerca de él…cerca del Sagrario. En ese momento me di cuenta que el Buen Pastor siempre me conduciría a las aguas tranquilas de la paz. No me hacía falta nada más, porque él estaba junto a mí.
Es en el contexto del silencio y de estar en la presencia de Dios, cuando nuestros corazones se abren fácilmente a la gracia de El; escuchen y reconozcan su voz. Es a partir de un encuentro profundo con aquel que nos ama y que dió su vida por nosotros, que nos damos cuenta que somos protegidos, perdonados e inmensamente amados tal como somos. Confiemos en él, y sigamos sus pasos. El nos conducirá a las aguas curativas que fluyen del amor de su corazón traspasado, y nos guiará suavemente a la vida eterna.
El Buen Pastor es también el Cordero de Dios ofrecido en sacrificio por nuestra salvación. A través de sus heridas fuimos sanados. Al igual que un cordero confía en su pastor, Jesús confió en su padre, incluso en el momento donde se enfrentó a la más profunda desolación; estar en la cruz. Del mismo modo nos pide que confiemos en El y lo sigamos cuando estemos pasando por momentos difíciles. Nada es más convincente para el mundo, que los ejemplos en vida. Así es como nuestra vida, e incluso nuestras heridas, se convierten en fuente de sanación y paz para otras personas. Tuve el privilegio de presenciar a Cristina, una pequeña ovejita que vivía de fe y confianza en el Buen Pastor. Repetía con confianza durante el crisol de su calvario: “Jesús, en ti confío”. Ella siguió a Jesús tan de cerca, que a través de su sufrimiento muchos recibieron sanidad interior y recuperaron su fe. Que nuestras heridas, unidas a las de Cristo sean fuente de paz, sanación, restauración y esperanza para los demás; y que todos nosotros, hoy y en la eternidad sembremos en los prados verdes de la vida abundante de Cristo, y bebamos de las aguas reparadoras de su amor en la Sagrada Eucaristía.
Jesús, Pastor y Cordero; en ti confío.
Por favor, ofrezcan hoy un rosario por todos los sacerdotes, especialmente por los de su parroquia. Ellos son “Alter Christus” (otro Cristo) de cuyas manos recibimos al Buen Pastor como alimento para nuestra alma; también, les pido que el día de hoy, oren por las vocaciones al sacerdocio sagrado. ¡Estarás haciendo el bien al mundo entero!
Sister Marta was born and raised in Managua, Nicaragua. Early in life she experienced an earthquake which claimed thousands of lives and destroyed her hometown. Later, political unrest, Communism, and persecution, especially of young people, caused her to migrate alone to the USA where she met new challenges. After a family tragedy and deeply affected by these adversities, Sister Marta began an inner search for answers to the mystery of life, suffering, truth, and the deepest yearnings of the human heart. She found the answer in Christ. By Divine Providence she met (and joined) the Secular Franciscans in Fresno, California, in 1994, and later, the Sister Disciples of the Divine Master where she discovered, with joy, an undeserved call to the consecrated life. Although a late vocation, she was admitted to the Congregation in 2000. Today, Sister Marta serves the Lord and His Church through her ministry at the Archdiocese of Boston.