La Puerta Angosta de la Santidad
“Mientras lo apedreaban, Esteban oró, diciendo: “Señor Jesús, recibe mi espíritu.” Luego se puso de rodillas y gritó con voz fuerte: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado!” Habiendo dicho esto, murió. Y Saulo estaba allí, dando su aprobación a la muerte de Esteban”. (Hechos, 7: 59-60; 8: 1)
Saulo fue educado por los sacerdotes del Sanedrín, y se empecinó en exterminar la “nueva secta” liderada por Jesús. Poco sospechaba Saulo en ese entonces que algún tiempo después, luego de la crucifixión, Jesús resucitado le hablaría en el camino a Damasco, para encargarle la evangelización a judíos y gentiles. Saulo, ya convertido en San Pablo, llevaría a cuestas una cruz: Los delitos que él cometió contra los primeros cristianos. A pesar de ello, se compromete con la labor encomendada.
El mismo Pablo le admitió, mucho tiempo después, al Rey Agripa:
“Yo mismo pensaba antes que debía hacer muchas cosas en contra del nombre de Jesús de Nazaret, y así lo hice en Jerusalén. Con la autorización de los jefes de los sacerdotes, metí en la cárcel a muchos de los creyentes; y cuando los mataban, yo estaba de acuerdo. Muchas veces los castigaba para obligarlos a negar su fe. Y esto lo hacía en todas las sinagogas, y estaba tan furioso contra ellos que los perseguía hasta en ciudades extranjeras (Hechos, 26: 9-11)
Cómo es posible que una persona tan malvada se haya convertido en una persona santa? Al recobrar la vista en Damasco, Pablo cae en cuenta que la nueva luz de la salvación, es un regalo de Dios para la humanidad enceguecida, y él, a pesar de su condición de pecador, ha sido escogido directamente por Jesús para esta labor de evangelización luminosa.
“No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.” (Lucas 5: 32)
Imaginemos por un momento el sentimiento de culpa que Pablo debe haber llevado en su corazón, al reconocer abiertamente que contribuyó a la muerte de un santo de Dios (Esteban). Pero su nueva fe, renovada por su encuentro con Jesús, lo lleva a defender la promesa de salvación, y por eso no escatima amonestaciones contra el pueblo cristiano:
“Gálatas estúpidos! Quién los embrujó?…Tan estúpidos son ustedes, que habiendo comenzado con el Espíritu quieren ahorar terminar con esfuerzos puramente humanos?” (Gálatas 3: 1-3)
El camino para la santidad no requiere que siempre nos comportemos como mansas palomas, permitiendo que nos abusen. Jesús necesita tanto santos del calibre de Esteban, fieles imitadores de su sagrado corazón, como santos del calibre de Pablo, acérrimo “soldado” del cristianismo. Jesús quiere que sepas diferenciar entre los momentos en que debes defenderte, operando con astucia y sagacidad, y los momentos en que debemos estar serenos y mansos, dispuestos a perdonar y a evitar el conflicto. Por eso, Jesús le dice a sus discípulos:
“Mirad que os mando como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas” (Mateo 10: 16)
Cómo sabemos sí estamos al frente de un ser santo? Son personas llenas de las virtudes del Espíritu Santo, incluyendo la humildad, la prudencia y la caridad. Ellos van por el mundo irradiando la paz de Dios. Pero estas virtudes no necesariamente indican que estas personas no pecaran nunca, o que no tuvieran pensamientos de los cuales ellos se pudieran avergonzar. Un santo puede enfurecerse, puede amonestar a otros en medio de su frustración, y puede tomar acciones que pueden parecer intempestivas. Incluso Jesús nos mostró su ira ante los mercaderes que habían convertido la Iglesia de su padre en una tienda de negocios.
Los santos son personas como nosotros, pero con la característica especial que se han convertido en “vasijas” para albergar y transportar por el mundo la luz del Espíritu de Dios. Para lograrlo, han renunciado a las tentaciones. Sólo imitando a Cristo lograremos entrar en el camino angosto de la santidad, aceptando el sufrimiento y la carga de nuestras propias cruces, reconociéndole a Jesús que su sacrificio y pasión no fueron en vano.
“En aquel tiempo, Jesús dijo: ‘Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré.Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera’”. (Mateo 11: 28-30)
Debemos ser poderosos mensajeros de la palabra de Jesús, para dejar una huella de amor y esperanza en la tierra y en las generaciones por venir. Esta es la labor de los santos.
“Entren por la puerta angosta. Porque la puerta y el camino que llevan a la perdición son anchos y espaciosos, y muchos entran por ellos; pero la puerta y el camino que llevan a la vida son angostos y difíciles, y pocos los encuentran”.
(Mateo, 13-14)
Fernando Dangond, MD, was born in Colombia, South America. He and his wife, Monica, live in Weston, MA, and have been blessed with two sons Daniel and David and a beautiful daughter, Christina (the inspiration behind Build the Faith) who left to be with the Lord 5 years ago.
Dr. Dangond, is a neurologist and scientist who works for a pharmaceutical company developing medicines to treat devastating neurological diseases.