Decisiones que tomamos cuando somos jóvenes
Cuando somos jóvenes, tomamos con mucha frecuencia decisiones que definen nuestro futuro. Recientes estudios médicos sugieren que nuestro cerebro alcanza su desarrollo a los veinte años o más tarde; sin embargo, para algunas personas ya es muy tarde para cambiar el curso de sus vidas.
La vida de Cristina es un ejemplo de como una persona tan joven tomó la decisión y el compromiso con Build the Faith (fundación creada en su nombre); sin saber las implicaciones que tendrían en su vida, y en la vida de otras personas a nivel local y mundial. Las decisiones que los jóvenes toman, dependiendo de cuáles sean, siempre tendrán consecuencias en sus vidas a corto o largo plazo. Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, en muchas comunidades, muchas de las decisiones eran tomadas por las personas mayores; ya que no confiaban en el criterio de los más jóvenes.
Desde el momento en que empecé mi apostolado en una de las prisiones del estado de Massachusetts; no he dejado de pensar en las consecuencias que puede tener una mala decisión en la vida de los jóvenes. Adolescentes que acompañaron a un amigo a cobrar una deuda; y no sabían que este amigo tenía un arma y se involucraron en una situación que se salió de control, y como consecuencia fueron condenados a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Seguramente el alcohol y/o las drogas jugaron un papel importante en esta situación. Las circunstancias varían, y muchos de los que están encarcelados seguramente sabían lo que estaban haciendo, pero la mayoría de esos delincuentes cuando cometieron sus delitos eran muchachos jóvenes.
Al pasar los años, algunos pasillos de las prisiones se llegan a confundir con las comunidades de personas jubiladas: ¡no faltan las sillas de ruedas y los bastones! El Evangelio de Mateo, capítulo 25 nos recuerda a no olvidarnos de esas personas:
“Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos como forastero y te dimos alojamiento, o necesitado de ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y te visitamos?” El Rey les responderá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí”. (Mateo 25:37-40)
Los voluntarios católicos que he encontrado en este camino están viviendo este mensaje del Evangelio. Son realmente inspiradores; y los reclusos agradecen profundamente su presencia y sus oraciones. En la cárcel pueden participar cada semana de los rosarios, de estudios de las escrituras; y también cuentan con la presencia de los sacerdotes locales. Es un sacrificio considerable para estos voluntarios (sacerdotes y laicos) viajar, realizarse la prueba del COVID19, y luego pasar una o dos horas con los reclusos evangelizándolos. Por supuesto que existen unos sacrificios cuando se evangeliza dentro de las cárceles, pero también se reciben grandes recompensas. Ser capaces de encontrar un sentido dentro de circunstancias tan adversas es fundamental para nuestro llamado como cristianos que viven este “valle de lágrimas”. El sufrimiento nunca carece de sentido, de hecho, nuestra salvación depende en gran parte de ese sufrimiento. La nueva vida prometida en Jesús es posible para todos nosotros sin importar nuestra limitación física. Rezo para que esta nueva vida pueda ser vivida fuera de los muros de la cárcel por aquellos que en el momento de cometer su delito eran unos jóvenes inmaduros (menores de 21 años); que hoy después de décadas de encarcelamiento, muestran un crecimiento emocional y espiritual maravilloso. Esto es justicia y misericordia; la promesa de Dios para todos.
Colm Is a Deacon in the Archdiocese of Boston and a prison Chaplain. He and his wife Julie have 4 adult children and 2 grandchildren. His Catholic faith has always been a central part of his family and work life and is a source of endless joy.