La fe que vive en nosotros
Era agosto de 2019 y estábamos celebrando el cumpleaños número 52 de mi padre en el lago. Era el día antes de su operación de diálisis por catéter, el aire denso y húmedo nos ponía nerviosos, nos llenaba de incertidumbre y un poco de miedo. Ese día era el comienzo de lo que sería un largo viaje de cinco años en espera de un trasplante de riñón. No sabíamos qué vendría, pero confiábamos en los planes y promesas de Dios.
Había dado a luz a mi tercer hijo dos meses después y me dieron la noticia de que, debido a mi diagnóstico de lupus, no podía donar mi riñón para salvar la vida de mi padre. Aplaudimos y sonreímos mientras mi padre apagaba la vela, pero detrás de esas sonrisas, mi madre, mis hermanas y yo estábamos preocupadas por lo que vendría.
Mi padre inició su diálisis al día siguiente, pero después de varios meses su salud se estaba deteriorando. Perdió el apetito, perdió peso y cayó en una profunda depression porque era prisionero de su propio dormitorio. La enfermedad renal se había apoderado de su vida. Ver cómo el carisma alegre de mi padre se alejaba lentamente de su mirada fue lo más doloroso de todo. Afortunadamente, a lo largo de todo esto, una cosa permaneció igual: su fe.
Cuando yo era niña, mi padre rara vez mostraba abiertamente su amor por Dios. Recuerdo que hacía la señal de la cruz cada vez que entrábamos en una carretera, pero tengo muy pocos recuerdos de él asistiendo a misa con el resto de la familia. Nunca fue de dar lecciones de vida sobre ética o valores. Aparte de su actitud alegre y de siempre sonreír a todo el que se cruzaba en su camino, nunca vi realmente su lado religioso. Sin embargo, bajo su fuerte carácter había una humildad que se quedó con todos nosotros… una humildad que va más allá de todo lo que se puede ver… una humildad que nos ha enseñado a todos la verdadera entrega a la voluntad de Dios.
Cada hospitalización de mi padre trajo consigo más lágrimas, más oraciones y más confianza. Dios nos concede los deseos de nuestro corazón, cuando verdaderamente tenemos fe. Entregarse a Dios abrió la puerta a la sanación divina de mi padre. Mi padre nunca dudó que recibiría un trasplante. Puso su confianza en la presencia amorosa de Dios, sus promesas y su poder y le pidió a Dios que hiciera lo que solo él puede hacer.
El optimismo y la positividad de mi padre eran contagiosos, y no tuvimos más remedio que seguir creyendo que Dios pronto respondería nuestras oraciones. En lo más profundo del corazón de mi padre, la fe brillaba sin miedo. Incluso cuando las pruebas se acumulaban, ¡su fe era suficiente! Esa fe auténtica que se encontraba en lo más profundo de él me enseñó que la relación más íntima con Dios es la que nos hace entender que él es donde se puede encontrar nuestra fuerza, verdad, misericordia y gracia. Las circunstancias difíciles a menudo nos obligan a evaluar nuestra fe. A veces, nuestra fe está cansada, desgarrada y puesta a prueba. ¡Estas pruebas le dieron a mi padre la oportunidad de hacer florecer su conexión con Dios!
El 22 de junio de 2024, vi las palabras más hermosas en la pantalla de mi teléfono. Un mensaje de texto enviado por mi madre decía: “Tenemos que irnos; tu papá necesita ser internado para su trasplante”. (Ella había estado cuidando a mis hijos esa noche y tenía que llegar al hospital en menos de una hora). Mi corazón dio un vuelco y lloré como nunca. Mi esposo y yo corrimos por la carretera y llegamos a la casa de mis padres para recoger a nuestros hijos. Allí, encontramos a mi papá cargando su equipaje para su estadía en el hospital con una mirada de alivio. Mi madre y mi hermana acompañaron a mi padre, y al día siguiente recibió un riñón sano.
Estamos muy agradecidos por esta segunda oportunidad en la vida que le dieron a mi padre. Estamos agradecidos por todas las oraciones y el apoyo que hemos recibido de tanta gente a lo largo de estos cinco años. Estaremos eternamente agradecidos a la persona generosa que se convirtió en el donante de órganos de mi padre y pedimos oraciones por su alma. ¡Este fue el milagro por el que estaremos eternamente agradecidos!
El 3 de agosto fue el cumpleaños número 57 de mi padre, lo celebramos nuevamente en el lago. Esta vez, el aire era un poco más ligero y un poco más fresco. Esta vez celebramos su nueva oportunidad de vida y su nuevo riñón, y le agradecimos a Dios por el maravilloso regalo.
Mi padre se está recuperando muy bien. ¡Este milagro nos ha enseñado a todos que Dios escucha nuestras oraciones! La fe vive dentro de cada uno de nosotros de una manera peculiar. Que nuestra fe guíe a otros hacia Cristo. Que se manifieste a través de nuestras acciones. ¡Tengamos todos la confianza que cuando damos crédito a nuestra fe, nos da el poder para superar todos los obstáculos de la vida!
Leiri Bocanegra was born in Villalba, Puerto Rico but now resides in Massachusetts with her Husband and four children. Leiri and her husband Gustavo met in their parish youth group, “Agape,” and have been serving together ever since! You can usually find them singing together at church events and retreats! Leiri works as the Coordinator of Outreach and Evangelization for St. Mary’s Parish in Cambridge, Massachusetts. She also has a nursing background in both Geriatrics and Pediatrics. She has been a member of the Holy Family Institute for six years and enjoys Family Ministry. Her biggest accomplishment has been becoming a mother. She enjoys being able to use social platforms to help other Catholic mothers connect and assist one another through the wonderful vocation of motherhood!