¡Cristo ha resucitado! ¿Qué significa esto?
¡Cristo ha resucitado! ¡La muerte ha sido destruida! Este es el grito de victoria que rompe la noche de la Vigilia Pascual y abre de par en par las puertas de nuestra vida a la Luz del Amor de Dios. Sin embargo, concretamente, ¿qué significa esto? ¿Qué significa que Cristo ha vencido a la muerte? ¿Cómo afecta este anuncio a mi vida hoy? Para responder a estas preguntas, los invito a acudir a un pasaje de las Escrituras que pocas veces nos llama la atención y, sin embargo, es fundamental para nuestra comprensión del Misterio Pascual de nuestro Señor Jesucristo. En la carta a los Hebreos, leemos: Puesto que los hijos tienen carne y sangre, él también participó de su humanidad para que por su muerte pudiera quebrantar el poder del que tiene el poder de la muerte, es decir, el diablo, y liberar a los que toda su vida estaban sujetos a la esclavitud, por su miedo a la muerte (Hebreos 2:14). A la luz de este pasaje, entendemos que el problema principal de todos nosotros es que estamos sujetos a la esclavitud por el miedo a la muerte. Este pasaje nos ayuda a ver que la raíz de toda nuestra infelicidad y frustración es que tenemos miedo a la muerte y esto es lo que nos mantiene atados como esclavos. Alguien podría decir: “¿Miedo a la muerte? ¡Nunca! ¡Este no es el problema de mi vida! ¡Mis problemas reales son muy diferentes! ¡Mis problemas son todos los momentos de crisis que vivo en mi matrimonio, todas las luchas que paso con mis hijos, todas las dificultades que tengo en mi trabajo! ¡Estos son mis problemas! ¡Nada que ver con la “muerte!”
En realidad, todo tiene que ver con la “muerte”, porque la “muerte” en las Escrituras no es de naturaleza física; en cambio, se refiere a todo lo que nos destruye o nos “mata” durante nuestra vida, como dificultades con nuestro cónyuge, problemas con un compañero de trabajo, frustraciones porque nuestros hijos no nos escuchan o complicaciones por una enfermedad que tenemos nosotros o un ser querido. “Muerte” es todo lo que va en contra de nuestra realidad de vida, nuestro concepto de la verdad, nuestras ideas o nuestros planes. Nuestra vida diaria nos muestra que simplemente no podemos tolerar nada que vaya en contra nuestra. No podemos aceptar nada que huela a “muerte”. En el momento en que nos enfrentamos a un evento de sufrimiento, nos rebelamos, nos hundimos, juzgamos, nos quejamos, no podemos perdonar. Esta es nuestra naturaleza humana herida: no podemos entrar en nada que nos haga sufrir porque tenemos miedo de perder allí nuestra “vida” y, en efecto, “morir”.
¡Aquí es donde el cristianismo se convierte en la Buena Nueva! Cristo ha entrado en la muerte y ha quebrantado “el poder del que tiene el poder de la muerte, es decir, el diablo”. Si Cristo se ha hecho hombre, compartiendo nuestra carne y nuestra sangre, esto significa que Cristo resucitando comparte con nosotros el poder de destruir a la muerte. Y, si el poder de la muerte dentro de nosotros se ha roto, ya no tenemos miedo a la muerte, es decir, ya no tenemos miedo de entrar en situaciones de sufrimiento, porque la Vida Eterna, la vida del Señor Resucitado, habita en nosotros. Ya nada nos destruye. Podemos amar más allá de la “muerte”, más allá de nuestro sufrimiento y, por lo tanto, perdonar a quienes nos lastiman. ¡Podemos caminar sobre la muerte y por lo tanto no hundirnos en medio de nuestras pruebas! Este es el amor de Dios. A través de Cristo, Su Hijo, El nos ha mostrado que nos ama en nuestra oscuridad, en los lugares profundos de nuestra naturaleza humana donde nos sentimos derrotados, humillados, impotentes o paralizados. Allí El nos ama y no nos defrauda. En cambio, ¡El nos hace partícipes de Su Resurrección! ¡Cristo ha resucitado! ¡La muerte ha sido destruida! ¡Feliz Resurrección a todos!
My name is Andrea Povero. I was born in a town called Ivrea, close to Turin, Italy.
I am almost 35 years old and I am the last one of 4 children.
When I decided to enter the seminary, I chose to enter into a “missionary seminary.” I went to a retreat close to Rome and there, together with 300 young men, I put my name into a basket. In another basket were the names of the all the missionary seminaries around the world. When my name was pulled from one basket, it was matched with the name “Boston” from the other basket.
I was sent to Boston in November 2007. I became a priest by the grace of God on May 19, 2018.
For the past three years I have been the Parochial Vicar of three parishes: St. Thomas Aquinas and Our Lady of Lourdes in Jamaica Plain and Saint Mary of the Angels in Roxbury.