Una voz muy suave
La semana pasada, El 23 de Julio, celebramos la festividad de Santa Brígida de Suecia. Aunque Santa Brígida no esté entre los santos más conocidos, su sabiduría ha resonado realmente conmigo.
La primera vez que escuché de Santa Brígida fue hace varios años cuando estaba mirando la televisión. Al no encontrar nada de interés, dejé el control remoto para ir hasta el baño. Al regresar, alcancé a presenciar los segmentos finales de un programa sobre Santa Brígida. Aprendí que Dios le habló muchas veces a Santa Brígida durante su vida. Cuando se le preguntó sobre este fenómeno, Santa Brígida contestó, “Dios nos habla a todos, lo que pasa es que la mayoría no sabemos cómo escuchar.”
Al escuchar esta frase, pensé, “Ella tiene razón”. Me puso a pensar que yo verdaderamente deseaba aprender como escuchar a Dios, pero no sabía donde empezar. No mucho tiempo después, leí un escrito por Matthew Kelly de Católico Dinámico donde decía él que Dios nos habla de maneras muy ordinarias. Dios no nos habla en una voz fuerte y estruendosa, él decía, sino con un murmullo suave. El problema es que la mayoría de nosotros tenemos muchas voces que compiten por nuestra atención. Todos los días somos bombardeados con las voces de las propagandas, los medios noticiosos, las redes sociales y la sociedad en general. A menudo hay tanto “ruido” en nuestras cabezas que ni siquiera podemos escucharnos a nosotros mismos pensando, y ni hablar sobre el poder escuchar lo que Dios nos está tratando de decir.
En ese momento fué cuando caí en cuenta que si yo iba a aprender a escuchar a Dios, iba a tener que nutrir mi vida espiritual. Para desarrollar una relación más íntima con Dios, iba a tener que pasar más tiempo con El. Matthew Kelly se refiere a la oración como “el salón de clase del silencio”. Me gusta esa frase porque me ayuda a enfocar mi tiempo de oración como un tiempo para aprender de Dios y escuchar lo que El me dice a través de mis experiencias de vida y mis relaciones con otros. He encontrado que mientras más tiempo dedico a sentarme en silencio y a reflejar mi vida en la oración, siento que mi vida es más exitosa y la disfruto más.
Hace mucho tiempo, cuando el profeta Elías esperaba en la montaña al Señor, él lo buscó en el estruendoso viento. ” Como heraldo del Señor vino un viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento hubo un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo” (Reyes 19: 11-12). Reconozcámos que, igual que Elías, todos quisiéramos que Dios se comunicara con nosotros con una voz poderosa y estruendosa. Esto haría las decisiones de nuestras vidas mucho más fáciles. Sin embargo, como lo aprendió Elías, he descubierto que Dios nos habla desde adentro, a través de un nudo en nuestros estómagos, o un jaloncito en las cuerdas de nuestros corazones. Pasamos tanto tiempo de nuestras vidas buscando lo extraordinario, pero Dios se encuentra en la vida cotidiana que nos rodea. Simplemente tenemos que aprender a escuchar.
Deb Egan grew up in a Catholic family. Throughout her adult life, she has participated as a church volunteer in many capacities, including teaching Religious Education, being a Eucharistic Minister and Lector, Ministering to the elderly and homebound, and Facilitating Small Faith Groups. She has been trained by Evangelical Catholic and became a member of the Build the Faith Team in April of 2017.