Solo Confía
El sembrador salió a sembrar … (Mateo 13:3)
La mayoría de nosotros conocemos bien la parábola del sembrador. Es una de mis favoritas. Quizás la razón por la que me gusta tanto es porque me encanta la jardinería y sembrar prácticamente en cualquier lugar donde se pueda. O tal vez sea porque me encantan las historias y la forma en que pueden traspasar las diferencias de edad, del idioma e incluso del nivel de educación. Estas parábolas fueron contadas por nuestro Señor precisamente por esa misma razón; para ayudar a las multitudes, muchas de las cuales no tenían educación; a comprender algo profundo a través de una historia simple.
En los últimos meses enfrenté una pequeña crisis de vivienda, por lo que esta parábola adquirió un significado completamente nuevo para mí. Mi contrato de arrendamiento estaba por terminar y mi alquiler iba a aumentar $200 al mes, lo cual era imposible para mí pagar. Con el costo del alquiler ya tan inflado, encontrar una vivienda adecuada resultó ser todo un desafío. Solicité al gobierno una vivienda de carácter social, pero la lista de espera era de más de cinco años y para calificar para ayuda de emergencia debía cumplir con ciertos requisitos que yo no alcanzaba a obtener.
Estaba muy preocupada con la mudanza, por el impacto emocional que esta tendría en mi hija, quien había experimentado muchas pérdidas en su corta vida. También me preocupaba que la fecha de la mudanza estuviera tan cerca del comienzo de mi trabajo y del curso de verano de mi hija. De hecho, estaba tan ansiosa que mi hija tuviera que ir a una nueva escuela, que llegue a considerar mudarme a un campamento durante el verano y quedarme sin hogar solo para evitar el cambio de escuela. Ore, incluso le rogué a Dios que me mostrara la respuesta, pero sentí que mis oraciones caían en oídos sordos. El problema era que oraba y, aunque claramente podía escuchar a Dios decir: “Solo confía en mí”, mis habilidades de jardinería tomaron el control; y comencé a tratar de “sembrar” mis alternativas por mi cuenta en “buena tierra”.
Fue tal mi desesperación, que comencé a aplicar a cualquier oportunidad de vivienda que se me presentara. Encontré un departamento que costaba menos dinero, pero estaba dividido en dos plantas, y me di cuenta que a mi hija le costaría trabajo encontrar las escaleras para ir al baño durante la noche. Luego vi un lugar que era pequeño, parcialmente subterráneo, muy oscuro y el alquiler no era mucho menor del departamento que teníamos que dejar. Incluso consideré quedarme donde estaba a pesar que había muchas razones más allá de las finanzas por las que no deberíamos seguir allí. En todo momento, supe que Dios estaba hablándole a mi corazón en contra de estas opciones, pero yo estaba tratando de hacer que funcionaran porque mi fe en El se estaba debilitando por la presión.
Finalmente, a medida que el tiempo de mi mudanza se acercaba, y no tenía idea de dónde íbamos a vivir, decidí abandonarme y dejarlo todo en manos de Dios. Conseguí una bodega para guardar nuestras pertenencias, y encontré un hotel que podíamos alquilar durante las semanas de verano. Lento pero seguro, comencé a empacar nuestras vidas. Mientras hacía todo esto, me invadió una paz sobrenatural. La gente me preguntaba por qué no estaba en pánico, pero yo sabía que Dios no nos abandonaría.
Unas semanas antes de tener que mudarnos, un compañero del trabajo me habló de un apartamento que una amiga suya estaba alquilando. ¡Sonaba demasiado bueno para ser verdad! No quería hacerme ilusiones, especialmente después de ver lo perfecto que sería para nosotras, tenía miedo que no funcionara. Afortunadamente, la respuesta de Dios a mis oraciones fue escuchada con ese apartamento. Pienso que no obtuvimos ninguna de las otras opciones, porque El tenía este lugar en mente para nosotras durante todo este tiempo.
Dios amoroso, generoso y proveedor, te agradecemos mucho por escucharnos y responder nuestras oraciones de la mejor manera para nosotros, incluso cuando nos cuesta trabajo soltar el control. Gracias por la “buena tierra” en la que nos has plantado, por colmarnos con tus bendiciones y tu gracia. Permítenos seguir acercándonos cada día más a ti y dar mucho fruto para tu reino. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.