¿Que nos gloriamos de profesar?
Hace poco estábamos cenando en casa y conversábamos sobre lo que implica ser en la actualidad un fiel católico. Reflexionábamos sobre un acontecimiento en el que una persona, que se considera católica, expresaba una visión abierta sobre la posibilidad que el verdadero camino de la salvación pueda estar en una religión diferente a la cristiana, que nuestra religión es tan solo una más entre las tantas religiones y que quizás al final de la vida nos demos cuenta que la verdad estaba en otro lugar diferente a la iglesia católica.
Este comentario nos sorprendió al principio, pero el Evangelio del pasado domingo, Juan 20:19-31, nos recordó que, al igual que Tomás, todos En algún momento hemos tenido dudas acerca de nuestras creencias. Es esta duda la que nos lleva a profundizar y solidificar nuestra fe. San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, expresó esta noción cuando dijo: “La ignorancia [de las verdades fundamentales de nuestra religión] es el mayor enemigo de nuestra fe, y al mismo tiempo el mayor obstáculo para llevar a cabo la redención de las almas”. También dijo: “Debemos difundir la verdad, porque veritas liberabit vos (Juan 8:32), la verdad nos hace libres, mientras que [nuestra propia] ignorancia nos esclaviza”. Es por esta razón que nos gustaría utilizar este evento para ofrecer un espacio para cuestionar nuestra fe.
Para hacer esto, consideremos por un momento lo que profesamos como loros cada domingo en la Misa y en qué deberíamos detenernos a meditar y poner en práctica en nuestra vida diaria: “Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos”. ¿Realmente creemos esto en nuestra mente y corazón, o simplemente lo repetimos porque el sacerdote indica que es el momento de “renovar” nuestra fe? A partir de aquí, planteamos la siguiente pregunta: ¿Qué significa ser cristiano y por qué estamos llamados a defender y proclamar nuestra fe? Según San Josemaría, ser cristiano significa esforzarse continuamente hacia la santidad, de manera natural y sencilla, viviendo en medio del mundo dedicado a nuestro trabajo y familia, compartiendo las necesidades e intereses del prójimo y la sociedad, y respetando la libertad y dignidad de cada persona. Además, para él, “Cada cristiano puede y debe ser una expresión viva de la fe”. De igual manera, tenemos el mismo mandato de nuestro Señor: “Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación” (Marcos 16:16).
Al salir a proclamar la buena noticia, vemos cómo el mundo está polarizado desde muchos aspectos: derecha o izquierda, conservadores o liberales, etc. Así mismo, en la Iglesia vemos como hay grupos de conservadores, tradicionalistas, progresistas, liberales, etc. ¡Dios quiere que seamos católicos y punto! Entonces, debemos creer en su totalidad en nuestra fe, que es la fe de la Iglesia y que nos gloriamos de profesar en Cristo nuestro Señor.
Esto nos plantea la pregunta: ¿cómo podemos lograr vivir como verdaderos católicos? Siendo fieles al Papa y rezando por él. Cumpliendo los mandamientos por amor, como dice el Salmo 119: “Muéstrame, Señor, el camino de tus preceptos, y yo los cumpliré a la perfección. Instrúyeme, para que observe tu ley y la cumpla de todo corazón.” Además, al vivir una vida impregnada de sacramentos, especialmente la Confesión y el santo sacrificio de la Misa, vivimos nuestra fe. ¿Es mucho pedir?
Seamos justos con nuestro Dios y así como le pedimos a gritos que nos ayude, que nos consuele, que nos asista, también démosle lo que se merece. Que nuestra vida sea un altar para Dios y nuestras obras adornen la fe que él nos da por la gracia de su espíritu.
La Iglesia nos ofrece muchos caminos al Cielo, a la salvación en su variedad de carismas, pero todos conformando un solo cuerpo, el cuerpo místico de Cristo, es decir, todos unidos en una misma fe, en un mismo corazón. Jesús nos pregunta, como les preguntó a los doce: “¿Ustedes también quieren irse?, respondamos con las palabras del apóstol San Pedro: “¿Señor a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:67-68). Solo en Cristo y por Cristo podemos entrar al reino de los cielos. Hoy no es políticamente correcto decir esto, pero como verdaderos católicos estamos llamados a creerlo, vivirlo y proclamarlo; el único Señor es Jesucristo y el único camino a la vida eterna es ese mismo Señor, hijo único de Dios, nacido antes de todos los tiempos. Mantengamos presente el signo de la ceniza en lo alto y vivamos todos los días las palabras que se nos dicen cuando nos lo imponen: “Conviértete y cree en el Evangelio”.
María, Madre de la Iglesia, llena de gracia y modelo de vida cristiana, te confiamos nuestras vidas y te pedimos que nos asistas en nuestro camino, para que podamos ser faros de fe, esperanza y amor en este mundo secularizado.
Lumen Christi, Deo Gratias.
Juan and Sofia were born into Catholic families in Colombia, South America. They met on Juan’s Patron Saint Feast Day, Saint John Bosco, January 31st and recently got married on the 31st of July. Both have encountered Jesus in their lives and decided to follow him with great commitment.
Juan is a Political Scientist and also a great golfer. He works in the Wine and Spirits Industry.
Sofia is a commercial real estate lawyer and works at her family-owned business. They currently live in Cali, Colombia.
Juan and Sofia are increasingly passionate about the apostolic mission with the youth and young professionals. They are committed to showing the love of God and his mysteries through the beauty of the sacrament of marriage and friendship. Both have lived their conversion through different spiritualities within the Church, such as the charismatic renewal, parish groups (Emaus and Effeta), Mana (a self-founded apostolic group) and Opus Dei. This last one is currently where both congregate and receive all their spiritual formation and guidance. Although they have much to learn, they are eager to share their testimony with all the readers.