Abraza tus raíces

Fr Gabriel, the fourth of six children, was raised in a Catholic family in Framingham, Massachusetts. By the end of high school, he felt a clear calling to the priesthood, though he initially struggled to accept this vocation. Pursuing his dream of studying art, he found himself continually confronted by the question of his vocation. Eventually, Gabriel decided to stop running and went to the Domus Galilee in Israel for a period of discernment. This pivotal decision allowed him to embrace his calling. Father Gabriel was ordained as a priest in May 2024 and is currently serving at the Immaculate Conception Parish in Marlborough, Massachusetts.
Un domingo, me asignaron predicar en la misa de las 5 de la tarde, sin saber que mi padre (que trabaja en nuestra parroquia como director de Formación de Fe) estaría presente para acompañar su clase de Confirmación. Celebramos Misa, pronuncié mi homilía y, cuando salimos en procesión del santuario, mi padre se acercó a mí mientras saludábamos a los feligreses que salían de la Iglesia. El dijo: “Tus palabras realmente me conmovieron. Realmente pude sentir que el Espíritu Santo estaba actuando a través de ti”. Le di las gracias y hablé con él un rato hasta que llegó el momento de cerrar.
No fue hasta más tarde que comencé a reflexionar sobre cuán diferentes eran las cosas entre mi padre y yo. Este pensamiento me trajo de regreso a mi primer año en el seminario. Comenzó con un retiro en Italia donde, aunque elegí ir al seminario, también acepté la posibilidad de ir a cualquiera de los seminarios Redemptoris Mater del mundo. Siendo oriundo de Framingham, MA, imaginé que me enviarían a un lugar nuevo, con ganas de sumergirme en una nueva cultura y un nuevo idioma en algún lugar lejos de casa. Cuando llegó el momento de anunciar nuestros seminarios asignados, para mi decepción, me enviaron al Seminario Redemptoris Mater de Boston.
A pesar de mi decepción, con el paso de los años comencé a encariñarme cada vez más con mi ciudad natal. Cuanto más expuesto estuve a la realidad de la Iglesia en Boston, pude ver más claramente cómo mi educación estaba orientada hacia su misión. Descubrí que venir de madre dominicana y padre irlandés-estadounidense me ha dado la oportunidad de relacionarme con las culturas que conforman gran parte de los fieles de la zona. También veo cómo mi vocación ha sido un signo para aquellos de mi familia que están alejados de la Iglesia. Aquellos que no tienen ninguna relación con Dios ahora pueden ver a Dios presente a través del hecho que El me ha apartado para Su ministerio.
Lo que más me conmovió, aunque no me di cuenta hasta esa misa de las cinco de la tarde con mi padre, fue que Dios me había traído de regreso a Boston para reconstruir esas relaciones que habían sido heridas a lo largo de los años. Mientras crecía, siempre pensé que el resto de mis hermanos me eclipsaban. Pensé que pasaba desapercibido y, en los momentos en que lograba llamar la atención de mi padre, sentía que él hablaba, pero nunca escuchaba. Estaba tan avergonzado por su fe y quería ocultar el hecho de mi familia pertenecía a la Iglesia.
Ahora, muchos años después, he descubierto la alegría de seguir a Cristo, de acoger por fin todo lo que mi padre buscó enseñarme cuando era niño. Conseguí una nueva manera de hablarle, la oportunidad de compartir con él la Buena Nueva y el mensaje de la misericordia de Cristo. Esto me ha abierto los ojos para ver que mi vocación no es sólo un medio por el cual Dios infunde significado a mi vida, sino también la forma en que El ha buscado sanarme. Pienso ahora en la gran bendición que ha sido haber sido enviado a Boston, porque tal vez, si me hubieran enviado a otro lugar, habría intentado cortar los lazos con mi identidad y crear una nueva adoptando alguna otra cultura, sin aceptar nunca quién soy y de dónde vengo. A través de este llamado, Dios me está enseñando a abrazar mis raíces y a no ser nadie diferente a mí mismo, para que al descubrir Su amor único por mí tal como soy, pueda también llevar Su amor a aquellos que El me ha confiado.