Toda rodilla se doblará y toda lengua confesará
Colleen M. Donohoe was born and raised just North of Boston, the youngest of 7 children. She is the proud “Auntie” to 17 nieces and nephews and 5 great nieces and nephews who bring tremendous joy to her life! For the past 25 years, Colleen has served in a variety of roles in the Archdiocese of Boston, primarily as a Catholic Educator. After spending many years as a theology teacher and campus minister, she currently serves as the Associate Superintendent of Catholic Identity and Respect Life Educator for the Archdiocese of Boston Catholic Schools. It is a great honor and blessing for Colleen to continue little Christina Dangond’s legacy to “Build the Faith” wherever and however God calls.
Mientras celebramos el Domingo de Ramos y entramos a celebrar la Semana Santa, los invito a que juntos reflexionemos sobre lo profundo e importantes que son las palabras que nos presenta en el día de hoy la Segunda Lectura, “… se humilló a si mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le confirió un nombre que es sobre todo nombre; para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para la Gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:8-11)
Cada vez que leo estas palabras, mi corazón se llena de humildad. Jesús fue obediente y humilde. En un mundo donde el poder y el prestigio son exaltados, algunos podrían ver la obediencia y humildad de Jesús como algo débil o frágil. Cuando Jesucristo se inclinó ante la voluntad de su padre; mostró un coraje y una fuerza más allá de cualquier hombre; más allá del dolor y sufrimiento que cualquiera de nosotros, sus hijos, pudieran comprender o soportar.
La palabra “todo” me ha impactado siempre profundamente. “¡Toda rodilla debería doblarse… y toda lengua confesar que Jesucristo es el Señor, para la Gloria de Dios Padre!” Tristemente, vivimos en un mundo donde estas palabras están muy lejos de la realidad. Aquí en Boston, se realizará la Conferencia Satánica más grande del mundo; La conferencia se llevará a cabo durante la temporada de Pascua, en el momento en el cual nosotros los católicos celebramos el pináculo de nuestra fe; la Resurrección de nuestro Salvador y Rey… ¡El mismo que venció a la muerte, nos salvó de las tinieblas y nos invitó a vivir una nueva vida junto a El!
¿Algunas personas podrán preguntarse cómo hemos podido celebrar, hacer desfiles y hacer alarde de los pecados más grotescos…hasta alabar a Satanás? En pocas palabras, nosotros como sociedad hemos elegido a la oscuridad sobre la luz. Ignoramos a nuestro creador, él que nos amó y continúa amándonos tan profundamente que se humilló a sí mismo, hasta el punto que sufrió hasta su muerte en la cruz. Le hemos dado la espalda al amor. Un amor tan fuerte, tan humilde, tan obediente, tan paciente, tan incondicional e incesante; que la Conferencia Satánica más grande del mundo, no puede ni por un segundo ignorar ese gran amor. Un amor verdadero, puro e inconmensurable, e invita a cada uno de nosotros a estar en relación con él por toda la eternidad. Este amor tiene un nombre, sobre todo nombre; Jesucristo, nuestro Salvador, nuestro Señor y nuestro Rey.
Al contemplar este amor sin medida, especialmente durante la Semana Santa, preguntémonos, cómo podemos volver a él y cómo podemos ofrecer un acto de consuelo a aquel que es amor; él que cargo con nuestros pecados, sufrió y dió su vida por amor a nosotros.
¡Imaginemos un mundo donde toda rodilla se doble ante su nombre y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor! Parece imposible, pero como lo demuestra la Resurrección, ¡absolutamente nada es imposible para Dios! Católicos del mundo, es hora de despertar, ¡salir de las tinieblas y ser personas de principios inquebrantables! Aléjate del pecado y deja que tu amor por Dios sea testigo de la victoria de Cristo crucificado; sin miedo y sin disculpas; ¡y que ese amor sea más fuerte que un trueno! Mientras nos preparamos para entrar en esta nueva temporada litúrgica, ¡que toda rodilla se doble humildemente y toda lengua confiese obedientemente que Jesucristo es el Señor, para la gloria de Dios Padre!