La Sabiduría de Salomón
Colleen M. Donohoe was born and raised just North of Boston, the youngest of 7 children. She is the proud “Auntie” to 17 nieces and nephews and 5 great nieces and nephews who bring tremendous joy to her life! For the past 25 years, Colleen has served in a variety of roles in the Archdiocese of Boston, primarily as a Catholic Educator. After spending many years as a theology teacher and campus minister, she currently serves as the Associate Superintendent of Catholic Identity and Respect Life Educator for the Archdiocese of Boston Catholic Schools. It is a great honor and blessing for Colleen to continue little Christina Dangond’s legacy to “Build the Faith” wherever and however God calls.
En la primera lectura del día de hoy del primer libro de los Reyes, escuchamos la historia de como el Señor se le apareció al Rey Salomón en un sueño. En el sueño, Dios simplemente dijo:
“Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré”
¿Has pensado alguna vez cómo sería un encuentro de esa manera con Dios? Imagina por un momento a Dios dirigiéndose hacia ti o hacia mí; diciéndonos que le pidamos algo, y él nos lo dará. ¿Alguna vez has pensado en cómo responderías? ¡Me vienen tantas cosas a la mente, que me estremezco sólo de pensar en lo que podría decir! Querido Señor, sana a mis seres queridos…o por favor aumenta las vocaciones o envíanos líderes religiosos que sean virtuosos y valientes…o ayuda a mi amigo o ser querido que están atravesando por momentos difíciles…o ayúdame a hacer tu voluntad y crecer en santidad. O de pronto haría esas preguntas que a veces vienen a mi mente: ¿estará en el cielo ese ser tan querido? ¿Señor, estaré en el camino correcto y estaré haciendo realmente tu voluntad? ¿Qué me deparará el futuro? ¡Podría al igual que tú continuar!
Algunos pueden pedir dinero para ayudar a la familia y a los amigos, o poder corregir los males del mundo. Todas estas son cosas buenas, pero ¿dan honor y gloria a Dios, o se consideran demasiado mundanas? ¿Será demasiado atrevido pedirle estas cosas a Dios?
Veamos la respuesta del Rey Salomón a Dios en su sueño:
“Tú, Señor y Dios mío, me has puesto para que reine en lugar de David, mi padre, aunque yo soy un muchacho joven y sin experiencia. Pero estoy al frente del pueblo que tú escogiste: un pueblo tan grande que, por su multitud, no puede contarse ni calcularse. Dame, pues, un corazón atento para gobernar a tu pueblo, y para distinguir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién hay capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan numeroso?” (1 Reyes 3:7-10)
¡Que humildad tan increíble! El Rey Salomón reconoció de inmediato sus limitaciones y se humilló ante el Señor. Reconoció que era joven y no tenía idea de como actuar. En un segundo acto de humildad, quizás más profundo que el primero, Salomón le pide al Señor un corazón comprensivo para poder gobernar a su pueblo y para poder distinguir el bien del mal; y así poder gobernar al pueblo de Dios.
Al igual que Salomón, Dios desea darnos lo que es bueno para nosotros y para el mundo. Porque Salomón se humilló ante el Señor y pidió lo bueno, lo verdadero y lo bello; en vez de haber pedido riquezas y poder; el Señor se complació mucho y le concedió el gran don de entender lo que es justo, así como… “voy a hacer lo que me has pedido: yo te concedo sabiduría e inteligencia como nadie las ha tenido antes que tú ni las tendrá después de ti” (1 Reyes 3:12)
El don de la sabiduría de Salomón no era simplemente destreza intelectual, sino una profunda comprensión de la naturaleza humana y de los caminos de Dios. Le permitió navegar situaciones complejas, brindar consejos sabios y tomar decisiones acertadas que trajeron prosperidad y alegría al reino de Israel. Ahora imaginemos que lo mismo está sucediendo en la iglesia y en el mundo; y no solo lo imaginemos, sino con humildad y con la fe que tenía Salomón, ¡pedirlo y confiar en que Dios escuchará y contestará nuestras oraciones!