LA ESPERANZA: El que está en camino
Si bien, estamos por concluir el año jubilar de la esperanza, quisiera hacer una pequeña reflexión sobre esta virtud teologal.
La virtud de la esperanza tiene una connotación negativa y otra positiva. La negativa es no ser en plenitud; es el aún no de la criatura. La positiva es estar en camino hacia ello. En la esperanza nos afirmamos como seres creados, criaturas de Dios, hacia quien nos dirigimos.
La esperanza es sólo virtud cuando hay una imperturbable y firme dirección hacia la plenitud, la felicidad sobrenatural en Dios. Es esforzarse confiadamente por alcanzar el bien pleno.
Esta virtud se apoya en otras dos grandes virtudes: la magnanimidad, que es aspirar a grandes cosas, como la santidad, y hacernos dignos de ello; y la otra virtud es la humildad, reconocer que hay una distancia inefable entre Dios y su criatura.
La oración y la esperanza están esencialmente relacionadas. La oración es la exteriorización de la esperanza; quien no ora, carece de esperanza.
La esperanza debe ir creciendo conforme avanzan los años, ya que se sabe más cerca de esa plenitud. El culto a la juventud de hoy en día se debe a la falta de esperanza.
La desesperanza, por otro lado, es negar o no reconocerse estar en ese camino hacia la plenitud. Desesperarse es un pecado, ya que contradice a lo que estamos llamados a ser.
La esperanza tiene dos grandes enemigos: la acedia, que es una pereza hacia todo lo espiritual, un no esforzarse por aspirar a lo grande y ser aquello que Dios quiere que sea, por temor a lo que le pueda exigir. El otro enemigo es la indiferencia, un desinterés hacia todo lo que pueda llevar a la salvación, llegando incluso a detestar todo lo divino.
Existen también dos falsas esperanzas: una es la auto seguridad; creer que con las propias fuerzas se puede alcanzar la salvación, sin necesitar la ayuda de Dios. La otra es pensar que con tan solo creer en Dios es suficiente para salvarse, que no es necesario hacer ningún mérito para ello.
Por último, quisiera mencionar el gran aliado de la esperanza, que es el temor de Dios, que nos ayuda a apartarnos del mal, por temor a perder el camino. Esta virtud nos ayuda a recordar que “aún no somos”. Sin embargo, si caminamos en el amor, podremos vencer este temor y ascender llenos de esperanza hacia la plenitud que estamos llamados a alcanzar.
En definitiva, la esperanza nos mantiene en marcha, incluso cuando el camino parece incierto o cansado. Es la certeza de que Dios cumple sus promesas y que, aun en medio de las pruebas, su amor no falla. Vivir con esperanza es vivir en confianza, sabiendo que cada paso, por pequeño que sea, nos acerca más a la plenitud en Él. Que al concluir este año jubilar, no demos por terminada la esperanza, sino que la reavivemos cada día como la fuerza interior que nos impulsa a seguir caminando hacia Dios.
Mother María Elena Martínez is a nun, born in Mexico City, where she still resides today. She has had a consecrated life for more than 30 years. She is currently a member of a community called María Madre del Amor which is dedicated to evangelization through Emmaus retreats in parishes and prisons and Sicar retreats for young people.
