El valor de las promesas
Una promesa es un acto de voluntad en el cual uno se compromete a dar algo o hacer algo por alguien. Las personas solemos hacer promesas constantemente, sabiendo que no tenemos la intención o el deseo de cumplirlas. Por ejemplo, cuando decimos, “prometo que estaré allí en cinco minutos” – mientras aún estamos pensando en tomar una ducha – o “Prometo que te pagaré mañana,” sabiendo que no tenemos el dinero para hacerlo – o incluso en un Bautismo, cuando el sacerdote nos pregunta si tenemos la intención de criar a nuestro hijo en la fe, y respondemos rápidamente, “si, lo prometemos,” sin detenernos a considerar el compromiso que esto implica. En el pasado, esto no era así. Cuando se hacía una promesa, la persona que la hacía la asumía como un deber de honor y una obligación a cumplir. Anhelo una sociedad en la que las promesas se valoren y se cumplan.
El mejor ejemplo de fidelidad a las promesas hechas es Dios. “Dios no es un simple mortal para mentir y cambiar de parecer. ¿Acaso no cumple lo que promete ni lleva a cabo lo que dice? (Números. 23, 19) Todo lo que Dios prometía a su pueblo lo fue cumpliendo poco a poco: la promesa hecha a Abraham que multiplicaría su descendencia, la realizada a Moisés de llevar a los israelitas a la tierra prometida, la de mandarles al Salvador, la promesa de Jesús de enviarles al Espíritu Santo a sus apóstoles.
Algunas de sus promesas son condicionales, es decir, dependen de nuestra respuesta, como la de perdonar todos los pecados, a condición de que sean confesados; otras, aún no ha llegado el tiempo de su cumplimiento, como la segunda venida de Jesucristo. Pero en todas ellas podemos tener la certeza que se han de cumplir. Dios no puede dejar de cumplirlas, Porque:
- su naturaleza es ser veraz (la verdad es parte de su esencia)
- El es fiel (dejaría de ser Dios si no lo fuera)
- El es inmutable (no cambia, por lo que no puede alterar lo que promete)
- El es Amor (sus promesas siempre tienen la intención de beneficiarnos)
Las palabras de Jesús en Juan. 14, 1-3 engloban estos cuatro atributos de Dios:
“No se turbe vuestro corazón. Si creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando me haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde yo esté, estéis también vosotros”.
Creo que una de las principales razones que haya tantas rupturas matrimoniales es porque hemos perdido el sentido del compromiso y la seriedad que implica prometer algo, especialmente cuando se pone a Dios como testigo; a pesar de nuestra falta de consideración por el valor de las promesas, Dios sí las toma en serio, y nos pedirá cuentas de ello, cuando estemos en su presencia. Ojalá que volvamos a ser personas de palabra y recuperemos el valor de ser fieles y veraces.
Mother María Elena Martínez is a nun, born in Mexico City, where she still resides today. She has had a consecrated life for more than 30 years. She is currently a member of a community called María Madre del Amor which is dedicated to evangelization through Emmaus retreats in parishes and prisons and Sicar retreats for young people.