Compasión indescriptible
“Si quieres, puedes purificarme”. Conmovido por compasión, extendió su mano, lo tocó y le dijo: “Lo quiero. Sé limpio.” (Marcos 1:41)
Este poderoso encuentro siempre me ha intrigado, pero ahora aún más desde que vi una representación en el programa de televisión, The Chosen. Si aún no la has visto, te recomiendo encarecidamente que la veas. Este pasaje fue representado en la Temporada 1, Episodio 6, titulado apropiadamente Compasión Indescriptible.
Hasta ver este episodio, me di cuenta de cuántas cosas pasé por alto en la historia. No creo que haya imaginado lo marginada que estaba una persona con este diagnóstico en la época de Jesús. Tener lepra significaba vivir fuera del campamento, solo y sin protección, viendo cómo tu cuerpo se descomponía poco a poco. Significaba tener que gritar “inmundo” cada vez que alguien se acercaba y la gente tratando de no verte siquiera. Significaba nunca recibir un abrazo o ver a alguien sonreírte. No puedo imaginar un solo día así, sería insoportable.
Además de todo lo anterior, no creo haya pensado antes quién era este hombre, ahora me doy cuenta que esta persona era hijo de alguien. ¿Quizás esposo? ¿Padre? ¿Cuál era su trabajo? ¿Era rico o pobre? Nada de eso importaba ya que tenía esta horrible enfermedad. Se convirtió en conocido simplemente como “un leproso”. Qué terrible carga de vergüenza y aislamiento llevaba este hombre sin culpa propia.
Siendo honesta, lo que más me impactó de esta escena no fue la curación en sí. Aunque los efectos especiales modernos son bastante impresionantes, fue el momento antes que Jesús sanara al hombre lo que capturó mi atención. El momento en que muestran a Jesús viendo realmente a este hombre y este hombre dándose cuenta que realmente está siendo visto. Jonathan Rhoumie, el actor que interpreta a Jesús tiene una manera hermosa de mostrar un amor completo y total por este hombre; lo hace con sus ojos. Honestamente, me hace llorar cada vez que lo veo, y lo he visto más de una vez.
Finalmente, las palabras de Jesús al hombre de “no decir nada” parecían inusuales. ¿No se iba a preguntar la gente cómo el hombre ya no tenía esta terrible enfermedad? ¿Era solo para evitar que las multitudes se aglomerarse alrededor de Jesús? ¿O era para proteger a este hombre de aquellos que querían hacerle daño a Jesús? Dios sabía que este hombre iba a salir y difundir la noticia por todas partes; sin embargo, todavía lo sanó. No creo que yo tampoco hubiera podido guardar ese secreto para mí misma tampoco.
Esta lectura nos llega en el último domingo del Tiempo Ordinario. Parece difícil creer que el miércoles comenzará la Cuaresma, ¡especialmente porque aún no he guardado mis escenas de la Natividad! Sin embargo, qué apropiada es esta historia que nos lleva a la Cuaresma; un tiempo en el que Dios desea curarnos de nuestra lepra espiritual. ¿Nos hemos sentido excluidos debido a nuestras elecciones y luchas con el pecado? ¿Buscaremos su voluntad para que también nosotros seamos purificados a través del regalo del Sacramento de la Reconciliación? Yo sé que lo haré; oro para que tú también lo hagas.
Padre amoroso y misericordioso, nos ves; siempre nos ves. Mira con amor a tus hijos que necesitan sanación. Algunos luchan por tener el valor de acudir a ti en su dolor y vergüenza. Por favor, hazles saber que nunca están más allá del alcance de tu gracia. Ayúdanos a todos a entrar en la Cuaresma con un corazón abierto, buscando tu amor y misericordia. Te lo pido todo en el nombre de Jesús. Amén.
