Libertad en el Perdón
Dios desea que vivamos en libertad. Envió a su único Hijo, Jesucristo, para morir por todos nosotros, derramando su sangre en la cruz con un amor inmenso por la humanidad. A pesar que esto ya ha ocurrido, algunos de nosotros seguimos cargando cadenas pesadas debido a nuestra incapacidad para perdonar a los demás y perdonarnos a nosotros mismos. Esto nos impide vivir en libertad. Encierra nuestra alma y obstaculiza la tranquilidad y la paz que nos une en gracia con Dios.
Cuando ofrecemos misericordia a quienes nos han herido, reflejamos el amor de Dios. El proceso de perdonar implica humildad, dolor y, a veces, muchas lágrimas. ¡Solo cuando perdonamos podemos ser verdaderamente libres! La Madre Teresa decía lo siguiente sobre el perdón: “Si realmente queremos amar, debemos aprender a perdonar”. El perdón abre la llave de muchas cerraduras, sana, fortalece y nos santifica. Las cadenas que llevamos nos mantienen cautivos y nos ciegan para no ver las bendiciones hermosas que Dios ha planeado para todos nosotros.
La palabra de Dios está llena de referencias sobre la importancia del perdón para todos sus seguidores. Leer las escrituras sana nuestro corazón y nos muestra el camino. Por ejemplo, Levítico 19:18 dice: “No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”. Cuando elegimos no perdonar, guardamos rencor y cerramos nuestro corazón, lo que hace imposible amar a nuestro prójimo. Algunos de nosotros guardamos rencor contra nosotros mismos. Nos condenamos por nuestros pecados. Esto no es lo que Dios quiere para nosotros, El no quiere que vivamos en la oscuridad. Jesús mismo dijo: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12). El es la fuente exclusiva de luz espiritual y nos manda a arrepentirnos y caminar en su luz
Hubo un momento en mi vida en el que me sentí derrotada. Estaba sumida en el pecado y luego caí en una depresión porque no podía perdonarme por lo que había hecho. Estaba cayendo en la trampa del diablo. Me decía que no merecía el perdón; mentía constantemente y me hacía sentir indigna del amor de Dios. Necesitaba la gracia de Dios para liberarme de mi culpa y vergüenza. Después de haber sido cristiana por tanto tiempo, sentía que debería haber sido mejor en el arrepentimiento. Sentía que no podía acudir a Dios hasta que “arreglara esa parte de mí”. Dios habló a mi corazón. Me dijo que era en esos momentos de duda y vergüenza cuando más necesitaba acudir a El. Lo necesitaba más en esos momentos en los que me sentía un fracaso por no cumplir sus promesas. Dios quiere que le entreguemos esa parte de nosotros para que pueda transformarnos.
Somos perdonados una y otra vez; ¿cómo no ofrecer la misma bondad y misericordia a quienes nos han herido? Santa Teresa de Ávila dijo lo siguiente sobre el perdón: “No puedo creer que un alma que ha llegado tan cerca de la Misericordia misma, donde conoce lo que es y cuántos pecados Dios le ha perdonado, no perdone instantáneamente y de buena gana a los demás, y no quede en paz deseando el bien a todos los que la han herido, porque recuerda la bondad y los favores que nuestro Señor le ha mostrado, mediante los cuales ha visto pruebas de un amor inmenso y se alegra de tener la oportunidad de mostrar algo de gratitud a su Señor” (Camino de Perfección, Cap. 36). Como humanos, a pesar de saber que Dios nos manda a ofrecer el mismo grado de perdón a quienes puedan haber pecado contra nosotros, luchamos para corresponderlo. Perdonar no es simplemente decidir no guardar algo contra alguien; es un acto efectivo de morir a uno mismo. ¡Hay una gran sabiduría en olvidar!
Dios nos ama exactamente donde estamos en nuestro camino de fe. La gracia de Dios nos encuentra cuando fallamos. Como cristianos, estamos en constante conversión. Cuanto más crecemos en intimidad con Dios, más nos damos cuenta de nuestra vulnerabilidad y debilidad. Ya sea que perdonemos a otros o a nosotros mismos, soltemos esas cadenas y dejemos de vivir bajo las sombras. Dios nos está llamando al perdón, no cargues más este peso; encuentra paz reconociendo el amor de Jesucristo e invitándolo a tu corazón.
Que aumentemos nuestra devoción a Jesucristo en todo lo que hacemos, tanto en nuestros esfuerzos como en nuestros fracasos, Que siempre reconozcamos que Jesucristo nos perdonó cuando aún estábamos muertos en nuestra falta de perdón y nos amó más de lo que merecíamos.
Leiri Bocanegra was born in Villalba, Puerto Rico but now resides in Massachusetts with her Husband and four children. Leiri and her husband Gustavo met in their parish youth group, “Agape,” and have been serving together ever since! You can usually find them singing together at church events and retreats! Leiri works as the Coordinator of Outreach and Evangelization for St. Mary’s Parish in Cambridge, Massachusetts. She also has a nursing background in both Geriatrics and Pediatrics. She has been a member of the Holy Family Institute for six years and enjoys Family Ministry. Her biggest accomplishment has been becoming a mother. She enjoys being able to use social platforms to help other Catholic mothers connect and assist one another through the wonderful vocation of motherhood!