“Amen a sus enemigos”
Hermanos y hermanas, nuestro país está atravesando un momento difícil y necesitamos oración. Necesitamos amor y oración por nuestros prójimos, como Cristo nos lo pidió, y necesitamos amor y oración incluso por nuestros enemigos, como Cristo también nos mandó. El 10 de septiembre de 2025, Charlie Kirk fue asesinado de un tiro mientras hablaba en un debate público de Turning Point USA en la Universidad del Valle de Utah. Su muerte golpeó a los Estados Unidos de una manera que es más que trágica: se siente como un momento decisivo en una crisis nacional que llevaba tiempo gestándose. Una cosa es discutir, protestar o estar en desacuerdo amargamente; otra muy distinta es ver a alguien hablando desde un escenario y ser asesinado. Esta ruptura simbólica de la seguridad en el espacio público sacude nuestra confianza y nos recuerda que incluso las palabras pueden ser mortales. Creo ahora mismo, que la sanación para las personas de todos los lados del espectro político, es la oración y el amor.
Y, sin embargo, incluso el acto de orar por todas las personas suele provocar reacciones dolorosas. La Hermana Orianne Pietra René, Hija de San Pablo; congregación perteneciente a las Paulinas con un amplio seguimiento en las redes sociales, publicó un valiente video al día siguiente del asesinato de Charlie Kirk. Compartió las respuestas llenas de odio que recibió simplemente por haber orado por ciertas personas. En una ocasión, dirigió en línea una Coronilla de la Divina Misericordia y rezó por todas las víctimas de la guerra, incluidas las madres de los soldados rusos que eran enviados al combate, muchos de ellos sin regresar jamás a casa. Quedó sorprendida por el torrente de ira que recibió como respuesta. Algunos que apoyaban a Ucrania no podían entender cómo alguien podía rezar por un enemigo; al mismo tiempo, algunos rusos no podían aceptar que ella rezara también por los ucranianos.
Puso otro ejemplo: cuando rezó por todas las personas atrapadas en el conflicto israelí-palestino, nuevamente recibió oleadas de comentarios hostiles de quienes no podían concebir rezar por personas con opiniones contrarias.
Es a la vez impactante y lleno de gracia que, al día siguiente del asesinato de Charlie Kirk, la lectura del Evangelio en la Misa fuera Lucas 6,27-38: “A ustedes que me escuchan les digo: amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, oren por los que los maltratan.”
El mandato de Jesús de “orar por los enemigos” es una de las enseñanzas más difíciles del Evangelio, y sin embargo es también una de las más sanadoras. En tiempos en que las divisiones políticas son profundas, la oración se convierte en un puente que se eleva por encima de las discusiones y los resentimientos. Cuando presentamos ante Dios a aquellos que piensan diferente de nosotros, incluso a quienes consideramos adversarios, abrimos el corazón a la posibilidad de la paz. Orar no significa estar de acuerdo; significa encomendarlos, y encomendarnos, a la misericordia de Dios. Al hacerlo, reconocemos que cada persona es más que su política: cada uno es hijo de Dios, digno de dignidad y compasión. Rezar por nuestros enemigos es permitir que la gracia de Dios ablande los lugares endurecidos de nuestro corazón y recordarnos que el amor siempre tiene la última palabra.
Rezar por nuestros enemigos en tiempos de guerra parece casi imposible. Cuando la violencia destruye vidas y divide naciones, nuestra reacción natural es la ira, el dolor y el odio. Sin embargo, el mandato de Cristo de amar y orar por nuestros enemigos (Mt 5,44) no es un llamado a ignorar la justicia ni a excusar el mal; es un llamado a poner incluso a quienes hacen la guerra en las manos de Dios. La oración se convierte en un acto de resistencia contra el odio, en un rechazo a dejar que la amargura consuma nuestro corazón. Al orar por nuestros enemigos, pedimos a Dios que los cambie, que traiga conversión y paz donde hay violencia, y al mismo tiempo que proteja nuestras almas del veneno de la venganza. En el misterio de la Cruz, Jesús oró incluso por quienes lo crucificaban. Siguiendo su ejemplo, nos atrevemos a orar por nuestros enemigos —incluso en la guerra— confiando en que solo el amor de Dios puede sanar lo que el conflicto humano jamás podrá.
Charlie Kirk… Descanse en paz
Hermanos y hermanas, unámonos en la oración, como Cristo, por aquellos que nos han herido, por aquellos a quienes hemos herido y por todos los que sufren a causa de la violencia y el odio.

Fr. Michael Harrington, a native of Swampscott, MA, is a Catholic Priest for the Archdiocese of Boston, and Currently the Pastor of St. Mary’s of the Annunciation Catholic Church in Cambridge. In the past he served as The Director of the Office of Cultural Diversity for the Archidiocese of Boston and is currently a Consecrated member of the Institute of Jesus the Priest (the Pauline Family).