Acerca del Nacimiento de Nuestro Salvador
Sister Marta was born and raised in Managua, Nicaragua. Early in life she experienced an earthquake which claimed thousands of lives and destroyed her hometown. Later, political unrest, Communism, and persecution, especially of young people, caused her to migrate alone to the USA where she met new challenges. After a family tragedy and deeply affected by these adversities, Sister Marta began an inner search for answers to the mystery of life, suffering, truth, and the deepest yearnings of the human heart. She found the answer in Christ. By Divine Providence she met (and joined) the Secular Franciscans in Fresno, California, in 1994, and later, the Sister Disciples of the Divine Master where she discovered, with joy, an undeserved call to the consecrated life. Although a late vocation, she was admitted to the Congregation in 2000. Today, Sister Marta serves the Lord and His Church through her ministry at the Archdiocese of Boston.
“…Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”
En la pobreza de un establo, sin pompa ni grandeza, Dios irrumpió en la oscuridad del mundo escondido en la vulnerabilidad de un pequeño bebé. ¡Todo el cosmos se llenó del esplendor de la luz divina, y el destino de toda la raza humana cambió radicalmente! ¡La creación gritó de alegría, una estrella maravillosa apareció en el cielo y un coro de ángeles anunció la Buena Nueva a los humildes! ¡Qué dulce y sagrada fue aquella Noche Santa que vió a la humanidad y a la divinidad unidas para siempre! Doblando la rodilla ante el Niño en los brazos de María, miremos sin miedo el rostro mismo de Dios… ¡y seamos sanados!
Los mejores recuerdos que tengo de la Navidad son, por supuesto, cuando era una niña. Desde mi tierna edad me encantaba cantarle lindos villancicos al Niño Jesús en la humilde casa de mi tía. Todos los años organizaba fielmente un pesebre sencillo pero hermoso solo para alegrar a los vecinos. Por las tardes nos reuníamos alrededor de la guardería con otros niños y alegremente hacíamos un “ruido” alegre con castañuelas, panderetas e instrumentos musicales hechos a mano mientras cantábamos (muy fuerte) al Niño Jesús. Luego, encendíamos “velas romanas” que engendraban estrellas de fuego plateadas y saltaban arriba y abajo hasta que las velas se extinguían.
Sin embargo, un año, la noche antes de la víspera de Navidad, un poderoso terremoto destruyó la ciudad. Nuestro amado nacimiento se hizo añicos y se perdió entre los escombros de la casa de mi tía. Pero esa noche sufrimos pérdidas mucho mayores que nos rompieron el corazón y cambiaron nuestras vidas para siempre. Pero, poco a poco, Jesús ha ido organizando los pedazos rotos de mi corazón y haciéndome cada día más humana y compasiva. Pero fue entonces cuando me di cuenta que mientras nosotros vivíamos un duele durante la navidad, el resto del mundo continuaba con sus celebraciones ajeno a nuestro dolor. Y yo había sido culpable muchas veces de la misma indiferencia.
Del mismo modo, muchos en Belén estaban inmersos en distracciones superfluas mientras María y José buscaban con expectativa una habitación donde el Hijo de Dios pudiera ser acogido. Al no encontrar ninguno, María dio a luz a su primogénito en un establo, porque “no había lugar para ellos en la posada”. Envolvió a su bebé en pañales y lo acostó con ternura en un pesebre. Durmiendo plácidamente en esa primera “foto” terrenal donde se alimentaba a los animales, Jesús le dio al mundo el mensaje más elocuente y dulce sobre la Eucaristía, y el más grande de todos, sobre el amor y la humildad. Pero la gente estaba demasiado ocupada para reconocer al Salvador.
¿Y qué tal nosotros hoy? ¿Estamos demasiado ocupados para acogerlo en nuestro corazón o reconocerlo en el rostro de cada persona que vino a redimir y restaurar, especialmente a los pobres, los enfermos, los necesitados, los abandonados? ¿O demasiado entretenidos por las tentaciones del mundo para adorarlo en la Sagrada Eucaristía? El nacimiento de Jesús en la pobreza y la sencillez debería ayudarnos a comprender el mensaje de la Navidad y moderar nuestra fascinación por el consumismo y la autocomplacencia.
Rezo hoy para que nuestros ojos se abran a la vida nueva que Dios quiere darnos incluso en medio de los sufrimientos y las dificultades. ¡No tengamos miedo! ¡Este Niño ha venido para hacernos libres, para darnos alegría y para satisfacer los anhelos más profundos de nuestro corazón! La pequeña Cristina lo entendió bien. Abrazando sus propios sufrimientos con confianza, se concentró en dar a otros el mejor regalo: ¡JESÚS!
Hoy, cantando con sencillez de niños al Niño de Belén, besemos suavemente su frente. Recibirá una corona de espinas. Con reverencia, besemos sus preciosas manitas y piececitos que pronto serán clavados en una Cruz de madera. E inclinándonos, adorémosle, humilde y vulnerable no sólo en el pesebre, sino también en la Sagrada Eucaristía. Es allí donde El nos ofrece el fruto del Arbol de la Vida plantado en el Jardín del Edén y fructificado en Getsemaní. Ha venido como el fruto del vientre de María para estar con nosotros, para alimentarnos y mostrarnos el camino del amor.
*Hoy, en Su cumpleaños, que recibamos a Jesús con corazones limpios e intachables en la Sagrada Comunión, para que, como en Belén, ¡descanse en paz dentro de nosotros!
¡Ven Señor Jesús, en Ti confío!