Un viaje al corazón de la Iglesia: Pascua en el Vaticano
Este año tuve la bendición increíble de visitar el Vaticano durante la Semana Santa, algo con lo que había soñado durante muchos años. A pesar de la reciente enfermedad del Papa Francisco, mantenía una leve esperanza de que podríamos verlo, aunque fuera desde lejos. Pero más que nada, mi deseo más profundo era cruzar la Puerta Santa durante este Año Jubilar, un símbolo de gracia, misericordia y renovación.
Cruzar esa puerta fue profundamente conmovedor. La Puerta Santa solo se abre durante los Años Jubilares, una tradición que se remonta siglos atrás y que representa el paso del pecado a la gracia, del peso a la libertad. Atravesarla fue una expresión de renovación espiritual, de abrazar la misericordia de Dios y de comenzar de nuevo con el corazón limpio. Como perderme de la indulgencia plenaria, y purificar mi alma de las consecuencias temporales del pecado. En ese momento, rodeada de miles de creyentes y de siglos de tradición sagrada, sentí un encuentro íntimo con Dios. No se trataba de las multitudes ni de las ceremonias, era algo más profundo. Un despertar espiritual silencioso, una renovación de la fe, un abrazo callado del Cielo.
Luego, la mañana en que salíamos de Roma, sucedió lo impensable: se anunció la muerte del Santo Padre. Fue como un sueño. La alegría de la Pascua se mezcló con una ola de tristeza. Hubo un sentimiento de duelo colectivo, mezclado con reverencia y reflexión. Los días que siguieron estuvieron llenos de oración y preguntas: ¿Quién guiará ahora a la Iglesia? ¿Qué pasará después?
Cuando salió el humo blanco y escuchamos el nombre “Papa León XIV”, me invadió una oleada de alivio y esperanza. Desde sus primeros días como obispo misionero hasta su papel guiando a los pastores de la Iglesia, ha mostrado la misma humildad y corazón pastoral que nos inspiró bajo el pontificado del Papa Francisco. Creo que será un gran sucesor porque escucha con compasión a los pobres, habla con valentía por la justicia y sabe equilibrar la tradición con las necesidades del mundo actual. Su reputación de oración profunda y enseñanza reflexiva me da tranquilidad: bajo su guía, la Iglesia seguirá caminando por la senda de la misericordia y abrazando a cada alma con el amor de Cristo.
Visitar el Vaticano esta Pascua fue más que una peregrinación. Fue un recordatorio de que, incluso en momentos de tristeza e incertidumbre, la Iglesia permanece. Guiada por el Espíritu Santo, renovada por cada generación de creyentes y construida, siempre sobre la fe. Pero más allá de la grandeza de San Pedro y de la historia del papado, recordé algo aún más personal: nosotros somos la Iglesia. Cada uno de nosotros. La Iglesia no es solo un edificio o una jerarquía, es el Cuerpo vivo de Cristo, formado por personas que buscan amar, perdonar, servir y seguir a Cristo. Eso significa que la responsabilidad de llevar la luz de Dios al mundo es nuestra. Estamos llamados a vivir como Jesús nos enseñó—con compasión, humildad, valentía y un amor inquebrantable. Ya sea en actos silenciosos de caridad o en el testimonio valiente de la verdad, nuestra fe se vuelve real cuando elegimos vivirla cada día. Y en eso, la Iglesia está verdaderamente viva.

Claudia and her husband Juan have shared many wonderful years together in Houston. As their four amazing kids are almost all gone to college, the couple is finding joy in spending more time in Claudia’s hometown of Valledupar, Colombia, embracing the chance to be closer to their family.
A passionate entrepreneur, Claudia’s spirit shines through her flourishing online women’s accessories business. Though the past four years have brought with them the challenge of chronic pain, she has persevered, her faith unshaken. Through this journey, her relationship with God has blossomed, and she is filled with gratitude for the blessings in her life.
In the face of adversity, Claudia remains a beacon of hope and acceptance, understanding that His Will guides her path. With unwavering optimism, she openly shares her testimony, inspiring others with the knowledge that, through faith and love, things can always get better.