Salmo 61: Seguridad de la Protección de Dios
Oye, oh Dios, mi clamor;
A mi oración atiende.
Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare.
Llévame a la roca que es más alta que yo,
Porque tú has sido mi refugio,
Y torre fuerte delante del enemigo.
Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre;
Estaré seguro bajo la cubierta de tus alas. Selah
Porque tú, oh Dios, has oído mis votos;
Me has dado la heredad de los que temen tu nombre.
Días sobre días añadirás al rey;
Sus años serán como generación y generación.
Estará para siempre delante de Dios;
Prepara misericordia y verdad para que lo conserven.
Así cantaré tu nombre para siempre,
Pagando mis votos cada día.
Como práctica general, creo que es prudente abstenerse de dar consejos sobre la crianza de los hijos. Lo que se considera “buena crianza” para unos puede ser considerado negligencia o sobreproteccion por otros. Me crie en una época en la que los padres se sentaban en sus terrazas a conversar, a fumar un cigarrillo y no esperaban que sus hijos regresaran a casa hasta que se encendieran las luces de la calle. Las madres cocinaban perros calientes en el microondas, los ponían en un pan blanco con salsa de tomate y lo llamaban “cena”. No se organizaban las tardes de juego con los vecinos. No se rastreaban ubicaciones. Mientras nadie estuviera sangrando, estábamos bien.
Criar hijos hoy en día es diferente. Los padres se angustian por usar manzanas no orgánicas en su salsa casera. Se sienten inundados de culpa por no ofrecer a sus hijos suficiente tiempo de juego no estructurado mientras, simultáneamente, se preocupan por si los han inscrito en suficientes actividades de enriquecimiento para la preparación universitaria desde la escuela primaria. Teóricamente son conscientes de las formas en que los teléfonos inteligentes están afectando negativamente el desarrollo socioemocional de sus hijos, y sin embargo carecen de las herramientas y el apoyo para elegir un estilo de vida diferente, más desconectado. Desde el nacimiento hasta la adolescencia, es una olla a presión. Cada día es una olimpiada de crianza, y rara vez los padres subimos al podio.
Nuestra salmista de hoy clama a Dios desde un lugar abrumador profundo. Llorando desde los confines de la tierra, en un aislamiento, intenta articular sus necesidades a Dios, pero no está realmente segura de cuáles son…
¿Necesita una roca más alta que ella? Alguien que tome las decisiones, incluso si la pregunta es tan simple como: “¿ Mamá, qué hay para cenar está noche?”
¿O necesita la salmista una torre fuerte, alguien que tenga una mejor vista del futuro por delante? Perspicacia sobre cómo todos estos pequeños detalles se convierten en una vida de alegría y realización.
O tal vez nuestra salmista necesita un lugar blando donde caer, una tienda, o refugio bajo el ala de otro. Tal vez necesite permiso para compartir todas las ansiedades y preocupaciones que lleva como un peso de cincuenta libras alrededor del cuello. Tal vez necesite una noche en la que alguien más pueda vigilar al enemigo potencialmente oculto.
Con mucha frecuencia, recuerdo esta frase que escuché hace muchos años: no estamos destinados a preparar el camino para nuestros hijos; estamos destinados a preparar a nuestros hijos para el camino. Sin embargo, ¿cómo podemos prepararnos cuando cada una de nuestras almas es tan dinámica?
Este salmo nos invita a pensar en nosotros mismos tanto cómo padres y como hijos. Manifestando nuestras necesidades a Dios en toda su gloria involuntaria, instintiva e improvisada. Sabiendo que Dios conoce nuestras necesidades, respondiéndonos como el viento en la vela de un barco. Firme, pero espontáneo; confiable, aunque impredecible.
Este salmo es la promesa que Dios se deleita en darnos, momento a momento, exactamente lo que necesitamos. Día tras día, con constancia, Dios nos ama como un padre perfecto – ¡sea lo que sea que eso signifique!
Kelly Meraw is the Director of Liturgy, Music, and Pastoral Care for St. John – St. Paul Collaborative in Wellesley, Massachusetts. Kelly earned her Master’s Degree from McGill University, where during her undergraduate studies, she was received into the Catholic Church through the RCIA program at St. Patrick’s Basilica in Montreal, Canada. Kelly brings her deep love of scripture, liturgy, music, and devotion to Church teaching and tradition to her ministry.
In her parishes she leads bible studies; organizes faith sharing circles and social justice initiatives; leads communion, wake and committal services; offers adult faith enrichment programming; and shepherds bereavement ministries.
Currently she finds the undeniable movements of the Holy Spirit and great hope in the process of living as a deeply listening Church. After this first session of the Synod on Synodality she will continue to engage in the communal discernment process offering fulsome and inclusive ways to serve the Church’s current Synod.