No Tengas Miedo; Ten Fe
En la vida con mucha frecuencia llegamos a diversas situaciones de ‘encrucijada’ que pueden aumentar nuestra ‘presión arterial’, ansiedad y miedos. A raíz de esas emociones nos preguntamos: “¿Cómo puede Dios permitir que esto me suceda?” “¿Qué hice para merecer esto?” “¿Dónde está Dios en todo esto?” Seguro, podríamos – llegar demasiado rápido a la conclusión que Dios ‘no está escuchando’ nuestra oración, o pensar que El ‘no es capaz’, o – ¡peor aún! – ¡que hemos hecho algo mal ‘para merecerlo’! Esto simplemente crea aún más ansiedad, aunque nunca sea verdad.
Reflexionamos acerca del caso de Jairo, el oficial de la sinagoga del que escuchamos en el Evangelio del Domingo de hoy, que llega a Jesús extremadamente ansioso. Incluso las Escrituras nos dicen que Jairo “se postró a sus pies y le rogó con insistencia”, ¿tan grande era su preocupación por su hija? ¿Podría Jairo estar recordándonos una manera de orar más llena de fe?
Es cierto, más a menudo de lo que nos gustaría admitir – ¡lo cual seguramente es el caso para mí! – Jesús puede convertirse en nuestro ‘recurso inmediato’ cuando experimentamos momentos de problemas, dudas o dolor. Es justo; sin embargo, muy a menudo nos encontramos ‘cayendo en’ un viejo adagio – ¡no para mejor! – de pensar que “cuando todo lo demás falla, reza”.
Cuando Jairo viene a Jesús – lo cual se encuentra en los tres Evangelios sinópticos: Mateo 9:18-26, Lucas 8:40-56 y Marcos 5:21-43 – él viene públicamente como un ‘funcionario’ público de la Sinagoga Judía, lo que significa que proviene de la clase dirigente judía que habría despreciado enormemente a Jesús y buscado desestimar su ministerio. Sin embargo, Jairo esencialmente está diciéndole a todos que cree en Jesús y que ya ha llegado a creer que El puede sanar a su hija sin dudarlo. De hecho, Jesús recompensa el testimonio público y la fe de Jairo, no porque él le suplicara, sino porque ya había llegado a la fe mucho antes de arrodillarse a los pies de Jesús.
Así podríamos pensar en uno de los mayores conversos y misioneros en la vida de la Iglesia: ¡San Pablo! Estamos tan familiarizados con la historia de la conversión de San Pablo que él mismo nos cuenta varias veces en el Nuevo Testamento, y nos da su testimonio público una y otra vez que Jesús es el único y verdadero SEÑOR. San Pablo va hablando a todo aquel que lo quisiera escuchar, sabiendo muy bien que muchos que lo conocen, lo conocen como el mismo fariseo que perseguía a los primeros seguidores de Jesús.
Es la conversión pública de San Pablo la que lo lleva – en el pasaje de hoy de su Carta a los Corintios – a hablar sobre la humildad que los creyentes – como tú y yo – debemos tener para seguir a Jesucristo. San Pablo incluso declara que los seguidores de Cristo deben tener tal fe como para creer que Jesús proveerá para sus necesidades en su propia pobreza porque Cristo mismo se hizo ‘pobre’ para que nosotros pudiéramos hacernos ‘ricos’; revestidos de riqueza como hijos adoptivos de Dios, el Padre.
Es esta ‘riqueza’ que todos los cristianos comparten a través del Bautismo, y por lo tanto deben compartir esta ‘Buena Nueva’ con todo el mundo. De hecho, podemos empezar a imaginar que Jairo, su hija y toda su familia se convirtieron en primeros discípulos de Cristo y miembros de la primera Iglesia cristiana, incluso perdiendo o dejando su posición como oficial de la sinagoga.
Sin embargo, tanto Jairo como San Pablo, son verdaderos intercesores y ejemplos de fe, nosotros tenemos una ‘pequeña’ entre nosotros que ‘dio su vida’ para construir la fe de la Iglesia: la pequeña Christina Dangond. Como San Pablo, la pequeña Christina difundió la fe de forma amplia, constantemente ‘edificando la fe’, especialmente de aquellos que estaban gravemente enfermos – como la hija de Jairo – o simplemente personas comunes como tú y yo, por su manera ‘confiada’ de declarar: “¡Jesús, en Ti confío!”
Aquellos que tuvimos el privilegio de conocer a la pequeña Christina, podemos decir que a través de la pobreza de su espíritu y su entrega a Dios, recibimos la gracia del Espíritu para fortalecer nuestra propia fe en Cristo, ¡el Hijo de Dios! ¡Que la pequeña Christina reciba la justa recompensa de los más grandes santos como San Pablo, como todos los que nos impulsan hacia la única y verdadera meta: el Cielo; y, que cada uno de nosotros esté aún más determinado a ‘Construir la Fe’, ¡para que muchas generaciones lleguen a conocer a Jesús y Su poder sanador en sus vidas!
Fr. Ed was ordained to the priesthood in May 2000 for the Archdiocese of Boston. He held three different parish assignments in the Archdiocese from 2000-2010 before his appointment to the Faculty of Saint John’s Seminary, where he was Dean of Men and Director of Pastoral Formation from 2010-2022. Fr. Ed is currently the Administrator of Sacred Heart Parish in Waltham, MA and Spiritual Director & Liaison for the Office for Homeschooling of the Archdiocese of Boston. He is the Spiritual Director for the World Apostolate of Fatima in the Archdiocese and a perpetually professed member of the Institute of Jesus the Priest of the Pauline Family.