Las Bendiciones del “Entre Medio”
Esta publicación del blog es un poco diferente para mí porque no trata sobre un pasaje de la Escritura de la Misa de este fin de semana. En cambio, dado que este es el último domingo antes de comenzar nuestro camino cuaresmal, sentí el llamado a reflexionar sobre el Tiempo Ordinario, o como me gusta llamarlo, el “entre medio”.
Gran parte de la vida, al menos para mi familia, se pasa esperando la próxima celebración, vacaciones, fiesta o reunión familiar. Debo admitir que las distracciones de la vida pueden hacer que esto sea aún más difícil. Hay un flujo constante de cosas que nos bombardean desde todos los ángulos: televisión, películas, música, redes sociales… sin mencionar la avalancha de anuncios comerciales que nos dicen qué es lo próximo que necesitamos para ser felices o disfrutar la vida, como el iPhone más nuevo, el coche más lujoso o la casa más grande.
Incluso dentro de nuestra vida de fe, podemos caer en la trampa de ir de la Navidad a la Pascua sin detenernos a disfrutar el “entre medio”. Desafortunadamente, este no es el estilo de vida más saludable y podemos terminar agotados espiritual y físicamente al intentar vivir en un estado perpetuo de emoción sin tomarnos el tiempo para simplemente descansar.
Si nos detenemos a observar la vida de Cristo en las Escrituras, el “entre medio” es en su mayoría silencioso y pacífico, sin ser interrumpido por relatos escritos. No escuchamos sobre Jesús trabajando en el taller con José o sobre María preparando la cena para el Shabat, la comida del sábado judío. Ni siquiera sabemos sobre los hitos de la infancia de Jesús, como sus primeras palabras o sus primeros pasos. El Nuevo Testamento pasa de su nacimiento a su ministerio con solo una historia sobre Jesús perdiéndose por unos días. No se nos dan más detalles.
Me gusta imaginar que la vida de la Sagrada Familia no era muy diferente a la nuestra, con momentos dedicados a disfrutar la compañía mutua, quizás cultivando un huerto juntos, contando historias alrededor del fuego, cantando, riendo y sintiéndose bendecidos por el regalo de tenerse los unos a los otros para caminar juntos por la vida. Estoy segura que también hubo momentos en los que tuvieron que pedirse perdón y disculparse por no estar a la altura.
Cuando me tomo el tiempo de reflexionar sobre el “entre medio” de Cristo, puedo ver con más claridad las bendiciones en mi propio tiempo ordinario. En lugar de estresarme por todas las citas programadas en mi calendario—prácticas de natación, citas con el ortodoncista, escuela, trabajo y otras obligaciones necesarias—puedo anticipar nuestros pequeños momentos… nuestro propio “entre medio”. Escuchar a mi hija cantar en el coche, detenerme a disfrutar viendo un tren pasar, reír al ver pavos salvajes en el césped de alguien, e incluso mirar los copos de nieve caer sobre el parabrisas mientras espero en un semáforo en rojo, se convierten en momentos para atesorar y alabar a Dios, en lugar de molestias que me impiden llegar a mi destino.
Hay un cartel en la casa de mi hermana que creo que expresa perfectamente este tiempo del “entre medio”. Dice: Es el viaje, no el destino. Te invito en estos últimos días antes de la Cuaresma a intentar hacer una lista de tus bendiciones del “entre medio”, y te prometo que cuanto más te tomes el tiempo para notarlas, más bendiciones pequeñas descubrirás. Luego, da gracias a Dios por ellas, porque son cartas de amor constantes de El.
Dios amoroso y misericordioso, gracias por las bendiciones del Tiempo Ordinario en nuestras vidas. Gracias por amarnos tanto que nos rodeas con belleza y pequeños mensajes de tu amor cada día. Ayúdanos a ver con más claridad que estos pequeños momentos son en realidad los grandes momentos de la vida. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.
