El Mandamiento más Difícil
Fr. Ed was ordained to the priesthood in May 2000 for the Archdiocese of Boston. He held three different parish assignments in the Archdiocese from 2000-2010 before his appointment to the Faculty of Saint John’s Seminary, where he was Dean of Men and Director of Pastoral Formation from 2010-2022. Fr. Ed is currently the Administrator of Sacred Heart Parish in Waltham, MA and Spiritual Director & Liaison for the Office for Homeschooling of the Archdiocese of Boston. He is the Spiritual Director for the World Apostolate of Fatima in the Archdiocese and a perpetually professed member of the Institute of Jesus the Priest of the Pauline Family.
“Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos oyéndole, se admiraban y decían: ¿De donde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos?” (Marcos 6:2)
Estas palabras del Evangelio de hoy podrían hacernos reflexionar acerca de lo que Jesús pudo haber dicho a aquellos con los que hablaba, y que tipo de mensaje estaba predicando; pero una cosa tenemos que tener absolutamente segura, y es que no necesitamos imaginarnos cuál fue la respuesta de los que lo escuchaban, porque San Marcos claramente nos dice: Desprecio. “No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban con él” (Marcos 6:3). El puro desprecio por él mismo que se revela como el Mesías, aquel por el que tanto han esperado; no es una respuesta inusual. En la actualidad no es diferente, porque a veces esa también es nuestra respuesta.
Hoy, cuando miramos a nuestro alrededor, nos damos cuenta, como nos dijo Jesús, que todavía existen algunos que lo desprecian. Otros responden a su Iglesia diciéndole, “Nadie puede decirme como vivir mi vida”. Algunas veces ese sentimiento está dirigido directamente hacía nosotros, pidiéndonos que simplemente vivamos una vida Cristiana, una vida Bíblica o una vida con una buena moral. Fue Jesús el que dijo, “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros” (Juan 15:18). Esto parece todo lo contrario a nuestro deseo cristiano que todos los pueblos “se amen unos a otros”; sin embargo es la tensión que ha existido por muchos años entre los pueblos… la que ha originado el rechazo de Cristo y de aquellos que han decidido seguir su camino. Esta es nuestra Fe, la Gran Comisión. Algunas veces elegimos abrazar a aquellos que nos odian, para que ellos puedan “ver (nuestro) buen trabajo y glorifiquen a (nuestro) Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16), y así lleguen a creer en El.
Pero, porqué menciono esto hoy? Bueno, hoy celebramos la fundación de nuestra nación, que es la Declaración de Independencia. Nuestras raíces como nación están empapadas en los valores Judeo-Cristianos, los cuales forman las bases para que todos podamos vivir juntos. Ciertamente no existe familia perfecta, ninguna persona es perfecta, no hay nación perfecta; y a pesar de todo, somos personas con esperanzas, que nos esforzamos para seguir el camino de la vida que nos conduce a la verdadera y auténtica solidaridad de un “corazón y una mente” para que cada vida sea respetada. Las palabras más conocidas de la Declaración de Independencia que han atraído a tantas personas a nuestras costas por cerca de dos siglos y medio, tienen sus raíces en la revelación fundamental que cada vida es preciosa, cada vida vale la pena vivirla, y cada vida es de Dios nuestro Padre. Y cuáles son esas palabras?
“Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad”.
Creemos que estas palabras son verdaderas? Nos aseguramos que sean verdaderas para todos los hombres, mujeres y niños que se cruzan en nuestro camino? Sabemos cual es la mejor manera de vivir estas palabras en nuestras familias, nuestras comunidades, nuestra nación y más allá? A pesar que estas palabras nunca han sido cumplidas a la perfección, ellas siguen siendo la gran comisión de cada hombre, mujer y niño que sienten y llaman a esta tierra su casa. Para personas con fe, o para aquellos que no expresan ningún tipo de fe, estas palabras van a determinar el futuro de nuestros hijos, nietos y bisnietos, aquí en casa y en el extranjero.
Las palabras que dijo Jesús ese día en la sinagoga, seguramente fueron las que sentaron las bases, las fundaciones de lo que actualmente llamamos el Nuevo Mandamiento: amor. En la actualidad, como hace 2,000 años, sigue siendo el Mandamiento más difícil de llevar a cabo, porque nos exige que amemos, que comencemos a ver a cada persona como “un hermano” o “una hermana”, sin ninguna excepción, que amemos a todas las personas. Renovemos hoy nuestra intención de construir la fe, que permitirá a muchos conocer y adorar a Dios, nuestro Padre en los cielos, el que nos dió la vida.